¿Salvar vidas es ilegal?
Hay promesas que la ultraderecha no puede incumplir porque son identitarias, y se juega los votos ganados, aunque sea a costa de perder la humanidad. Giorgia Meloni llegó al gobierno italiano con la promesa de que frenaría la llegada de migrantes a las costas del país, pero su gestión está haciendo aguas. En lo que va de año más de 105.000 personas han desembarcado en Italia, y más de 2.000 han muerto en su intento de atravesar el Mediterráneo central. Para detener esta ola migratoria, en abril, el ejecutivo de los Hermanos de Italia tomó una decisión sin precedentes al declarar el estado de emergencia migratorio.
Uno de los puntos más controvertidos del decreto Meloni es la prohibición a las oenegés que navegan por el Mediterráneo de realizar varias misiones de rescate. Una vez realizada la operación de salvamento, el buque volverá directamente al puerto asignado. Pese a la emergencia humanitaria, la semana pasada las autoridades italianas decretaron el bloqueo durante 20 días del barco Open Arms por rescatar a dos pateras sin autorización cuando navegaba hacia el puerto designado de Marina di Carrara, donde desembarcaron a 195 migrantes. Además, la ONG catalana ProActiva Open Arms fue multada con 10.000 euros. Otras dos naves humanitarias, la Aurora y la Sea-Eye 4, también fueron sancionadas por salvar vidas, por evitar que el Mediterráneo trague más cuerpos.
De vez en cuando el mar, como si estuviera harto de tantas calamidades, escupe un cuerpo hacia la superficie para que todo el mundo vea lo que se esconde en sus entrañas: un inmenso cementerio marino. La inmovilización del Open Arms es noticia hoy que se cumplen ocho años de la célebre fotografía de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años fallecido en una playa turca. La instantánea de Nilufer Demir muestra el cuerpo del niño yaciendo boca abajo sobre la arena, inerte y solo, vestido de azul, como el mar de la esperanza, y de rojo, como las heridas que sangran hasta la muerte. Con zapatos negros, revestidos de muerte y de luto, pero con las manos abiertas interpelando al mundo entero. El impacto de esa imagen trágica y desoladora es lo que impulsó a Òscar Camps a crear la ONG ProActiva Open Arms, que con un esfuerzo titánico ha abierto sus brazos a miles de náufragos en peligro.
El destino del pequeño Aylan sigue unido al de tantos otros cadáveres anónimos hasta llegar al de Lilia, la critatura argelina de ocho meses encontrada este verano en la playa de Roda de Berà por un operario del servicio de limpieza. Naufragó junto a sus padres en el Mediterráneo, cerca de la costa de Denia, en Alicante. Para Lilia no hubo foto ni relato que despertara el interés. Los bañistas confundieron su cuerpo en descomposición con el de un muñeco de juguete. Aylan, Lilia, y una larga serie de niños que no han tenido la oportunidad de jugar, reír y hacerse mayores mueren en la indiferencia política y ciudadana.
Las vidas de los migrantes no son un juguete, tienen valor y dignidad. De ahí que la política que los castiga, como hace el gobierno de Meloni, dificultando las operaciones de salvamento en el Mediterráneo e ignorando las penurias y abusos que sufren en los mismos países con los que firman acuerdos, como Túnez o Libia, es reprobable. También lo es la falta de un acuerdo sobre política de migración y asilo por parte de la Unión Europea, que, pese a sus intentos por hacer algo ante esta gran crisis humanitaria, sigue a la deriva en materia migratoria.
El toque de atención que Roma quiere dar a Bruselas con el estado de emergencia, que permite inmovilizar y multar a los barcos humanitarios, es arriesgado porque la omisión de socorro a los migrantes es tan condenable como las prácticas ejercidas por el régimen de Arabia Saudí. La ONG Human Rights Watch acaba de hacer público un informe en el que se detalla cómo la guardia fronteriza saudí ha matado a sangre fría a cientos, posiblemente miles, de migrantes y solicitantes de asilo etíopes, que intentaban cruzar su frontera desde Yemen. Para la monarquía petrolera de Riad los migrantes no son ningún problema. Se los mata y punto. El dinero del desierto blanquea fácilmente todos los abusos con los derechos humanos. En las democracias, en cambio, el máximo valor es la protección de la vida del individuo, y las leyes deben garantizarla. Que un estado de derecho como Italia considere ilegal que los barcos humanitarios salven vidas es preocupante. Roma y Riad son dos capitales que comienzan con R y tienen cuatro letras.
Qué coincidencias. Estamos obligados a pensar con urgencia cómo regeneramos y mejoramos la democracia.