Sánchez y eso que hace la derecha

Cierto es que las explicaciones del presidente español y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en su comparecencia del lunes se quedaron cortas y no hacen olvidar la magnitud del escándalo ni de la decepción no sólo de muchos votantes socialistas sino de muchos de los partidarios del gobierno progresista de coalición. Partidarios quizás no acaba de ser la palabra, aunque sea porque la aceptan como mal menor, frente a una derecha ultranacionalista que galopa desbocada bajo las consignas de su particular nihilismo de calimocho y plaza de toros. Sánchez volvió a mostrar, eso sí, su célebre firmeza en los malos momentos, y la evidencia de que es un individuo bastante más inteligente que sus adversarios/enemigos. Queda en el aire la cuestión que salió el mismo lunes por la noche en el Más 3/24: si Sánchez debería comprometerse a no ser el candidato a las elecciones, cuando se celebren (como proponían Joan Josep Moreso y Ignacio Sánchez-Cuenca) o si en estos momentos la sucesión de Sánchez es un asunto demasiado complejo y espinoso para afrontarlo a dos años de las elecciones y en medio de toda esa crispación, como apuntaba David Miró. Hay razones a favor tanto de una opción como de otra. Pero si no es su propio relevo, se echó de menos que Sánchez ofreciera algo de suficiente relevancia para compensar el desencanto producido por los audios de Cerdán, más allá del "si yo me voy, ellos vuelven", como dice Antoni Bassas.

Sánchez cuenta, en cambio, si quiere paradójicamente, con dos puntos a favor que no dependen directamente de él. Uno es el comportamiento de sus socios, que con la excepción de Podemos (hasta ahora, digamos, una excepción que se ha podido reconducir) han reafirmado su disposición a no dejar caer a Sánchez y su gobierno, evidentemente por todo lo que tienen entre manos, empezando por la ley de amnistía. Se han expresado con particular rotundidad la derecha y la izquierda nacionales vascas, a través de Aitor Esteban y Arnaldo Otegi, respectivamente, con una claridad y un ahorro de retórica y de gesticulaciones que francamente dan envidia.

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El otro punto a favor de Sánchez es el comportamiento de la susodicha derecha ultranacionalista, que simplemente no puede evitarlo. Desde que se hicieron públicos los audios, y sobre todo desde la comparecencia espectral de Sánchez del pasado jueves por la tarde, entraron en una espiral de euforia que les ha vuelto a llevar a todo tipo de excesos verbales, tanto por parte de sus líderes como de sus entornos mediáticos y de creación. Viven continuamente la vida como una final futbolera que debe ganarse por diez a cero, con idéntico espíritu infantil y con una agresividad y una grosería tanto o más ofensivas que el lenguaje de los Cerdán, Ábalos, Koldo y compañía. Mientras se mantengan en esta línea, y nada hace pensar que sean capaces de salir de ella, es obvio que tampoco podrán tener apoyos para formar mayoría, ni para sacar adelante la moción de censura que Sánchez les desafió a presentar sólo para irritarlos aún más. Ni que decir tiene que lo consiguió, como siempre.