Renovables: totalmente a favor

La crisis ambiental pide a voces una transición energética. No podemos seguir consumiendo combustibles fósiles o el planeta Tierra se hará invivible para los humanos. Nos lo recuerdan cada vez con más frecuencia los episodios climáticos extremos. Debemos poner el acelerador en las energías renovables: placas solares y molinos de viento. ¿Cómo está la cosa? Datos: a nivel mundial, entre 2012 y 2022 la suma de eólica y fotovoltaica ha pasado de suponer el 1% de la energía consumida al 5%. Es un crecimiento importante, pero estamos muy lejos de sustituir a los hidrocarburos. De hecho, de alguna forma sólo se ha compensado el aumento de demanda global creciente por la incorporación al progreso de países inmensamente poblados como China o la India. Más: contra lo que se piensa, el consumo de carbón, petróleo y gas ha seguido creciendo en el siglo XXI, incluyendo lo que llevamos de tercera década.

Bajemos el foco a escala local. Hace unos días publicábamos una información sobre la oposición de cuarenta ayuntamientos de las comarcas de Gerona a la implantación de parques solares y eólicos en sus términos municipales al grito de "Renovables sí, pero así no". Es una resistencia que se declara ambientalista y que suma ecologistas, campesinos, pequeños empresarios de turismo rural, veraneantes, etc. Al otro lado, se encuentran las exigencias a favor de las renovables a gran escala de la UE, las empresas eléctricas, el Gobierno y el movimiento global contra la crisis climática. Ambos bandos quieren salvar el planeta. El problema es el cómo.

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El valenciano experto en sociología del medio ambiente Ernest Garcia, antiguo militante comunista y catedrático emérito de la UV, dice: "Si hace cuarenta años me hubieran dicho que en cada pueblo habría ecologistas protestando contra las placas solares, habría respondido que esto era increíble, que esto sería un mundo al revés". Lo escribe en el ensayo La transició ecolègica (Afers, en catalán), donde pone el dedo en la llaga en las contradicciones que provoca el colapso ambiental causado por el efecto invernadero. La era industrial ha vivido una gran aceleración entre 1950 y 2010: hemos sumado 4.379 millones más de personas, el uso de energía primaria se ha quintuplicado, el consumo de fertilizantes ha crecido más de diez veces, el número de vehículos a motor se ha multiplicado por 7 y el turismo internacional, por 37. En 1971 por primera vez el consumo de recursos naturalees superó la capacidad de regeneración del planeta.

Una solución radical sería frenar el aumento de población, cosa nada fácil, aunque hay indicios que apuntan. En todo caso, si miramos al conjunto de Catalunya, el País Valenciano y las Baleares, en los que la huella ecológica es tres veces superior a la que sería sostenible, según Ernest Garcia habría que "una reducción de la población de un 66% o reducir el consumo en una proporción similar o multiplicar por tres la ecoeficiencia de las técnicas productivas, o combinaciones parciales de los tres elementos". Nada fácil, claro. De hecho, vamos en dirección contraria. Y tenemos además mucha población flotante turística.

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La tensión ambiental se expresa así: por un lado, están los negacionistas climáticos, instalados en un contrasentido fabuloso: entre la negación de la ciencia y una fe ciega en el progreso tecnológico. Por otro lado, hay un bloque diverso en el que Ernest Garcia ve dos religiones: la Santa Industria y la Santa Revolución. Los primeros son los tecnooptimistas que creen que la crisis climática puede afrontarse manteniendo el crecimiento económico con un capitalismo verdoso; los segundos son los idealistas del less is more, que creen en soluciones locales y un cambio de estilo de vida.

Cuesta no ser escéptico con la fe de unos y otros. Sólo con placas en cada tejado no será suficiente, pero no cabe duda de que son del todo necesarias. Está muy bien montar en bicicleta, pero con eso no basta. También cuesta creer que la población renunciará a tener un móvil e internet en casa, a hacer turismo en avión o a disfrutar de una alimentación rica en proteínas (dar marcha atrás en el progreso nunca es fácil). Y todo esto supone un consumo energético de gran alcance a nivel global. Se necesitan grandes y pequeños parques solares y eólicos. Necesitamos todo: Santa Industria y Santa Revolución. No serán fáciles de casarse.