Una semana para reír

Como no sabemos si reír o llorar, lo vamos repartiendo por semanas. De esta forma intentamos encontrar el equilibrio vital. Quizás no es la manera más ortodoxa, pero hay que ir haciendo probaturas. Esta semana toca reír. Puro azar. Las mismas noticias, según lo que te haya tocado, pueden llevarte a un mar de lágrimas. Pero esta semana no. Porque lo hemos decidido así. Que el mundo haga lo que quiera, que nosotros también.

Empecemos con lo que a priori es pan mojado con aceite. Eres el presidente de Cataluña, Cataluña es tierra de aceite de oliva, es fin de semana, hay dos ferias dedicadas a este producto en tu país, una en Reus y la otra en Maials, y tú decides que te vas a Sabadell, que no se conoce precisamente por ser un mar de olivos, a promocionar el aceite de... Jaén. Se ve que esto se hace mucho y en Jaén también tienen la costumbre de promocionar el óleo catalán. No, es broma. La lógica nos dice que, después de este acierto, el presidente habría tenido que beber aceite, pero ha bastado reaccionando a las críticas diciendo que "el aceite catalán es el mejor del mundo" y que no hay haber disputas entre territorios. Ciertamente. Por eso en el resto de España promocionar los productos catalanes se ha convertido en una moda que, como el aceite, puede llegar a enfadar.

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Hablando de territorios, los reyes de España no dejan de hacer turismo de tragedia y le han cogido gusto a esto de darse un baño de barro, perdón, de masas, en Valencia, donde ya están extremadamente bien recibidos. Es normal si tenemos en cuenta todo lo que hace la monarquía. Porque el rey, además de estar cerca del pueblo, días antes hizo un discurso en un acto con periodistas, alertando de que vivimos “en un entorno marcado por la desinformación” y que la forma de combatirla es con el "amor por la verdad”. Que diga esto alguien que es el jefe de una institución blindada, de cuentas opacas, transparencias ocultas y de verdades falsas, es realmente hilarante. Y el que hace más reír es que lo dice en serio y que algunos periodistas, amantes de la verdad, lo aplauden.

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Pero si la oscuridad da risa, la luz ya es para chasquearse. Y nunca mejor dicho cuando hablamos de bombillas. Diría que no soy la única barcelonesa que acaba de descubrir que, aparte de las bombillas incandescentes, halógenas o led, también están las bombillas inclusivas. Esto debemos agradecerlo al Ayuntamiento, que además de sacarnos la polémica más esperada del año, la del pesebre, ha decidido que por no ofender un barrio “tan multicultural” como el del Raval, pero por no dejarlo a oscuras, tendrá bombillas inclusivas. Es decir, para entender el mensaje del Ayuntamiento: celebramos Navidad, que es una festividad religiosa aunque se confunda con una festividad comercial, pero simulamos que no celebramos Navidad porque las personas de otras creencias, que se encuentran todas concentradas en un mismo barrio, pueden sentirse excluidas de nuestra tradición. Realmente la sensibilidad del Ayuntamiento carece de límites. Y hay que decir que va en consonancia con sus vecinos de partido de la plaza Sant Jaume, que por no ofender el aceite de Jaén dejan de lado el aceite catalán. Hahaha. Perdóname. Se me escapa la risa. Pero es que si así no conseguimos la paz en el mundo no se me ocurre otra manera.

De la paz, sin embargo, ya se han ocupado los del G-20, que estaban reunidos en Brasil y que han coincidido, en el tiempo, con la cumbre de la COP29, tocado y hundido. Tenemos mucha suerte de que se encuentren. Y que estas reuniones desplieguen aviones contaminantes suficientes para hacer un mundo mejor. ¿No cree que ya se respira la paz?

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Os recuerdo que la próxima semana toca llorar. Ésta, un harto de risa.