Al servicio del ciudadano

Los países que funcionan evalúan sus políticas y aprenden sin rendirse. No rendirse de generación en generación manteniendo el horizonte del interés general y resistir la inercia de la reacción por no retroceder. Es lo que se llama cultura democrática, una suma de decisiones individuales y colectivas que marcan los estándares de comportamiento político o, dicho de otro modo, lo que los votantes son capaces de soportar de sus representantes.

Tradicionalmente, la salud democrática depende de unas elecciones libres, de la separación de poderes y de la libertad de prensa. Y avanza cuando cada uno hace el trabajo que le ha sido atribuido. Al ejecutivo le toca el buen gobierno y la prensa fiscalizarlo para dar información de calidad a la ciudadanía que le sea útil para tomar decisiones.

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Es responsabilidad de los gobiernos rendir cuentas y de la prensa evaluar el grado de cumplimiento de las políticas públicas, y eso es lo que queremos hacer con la herramienta que hoy presentamos. El ARA Control permitirá examinar la acción de gobierno departamento por departamento y política a política, hasta un total de 70 medidas. El método cuenta con el asesoramiento del economista y especialista en políticas públicas Elena Costas y del catedrático de ciencia política y de la administración Carles Ramió. Ambos han colaborado con la sección de Política del diario estableciendo los criterios que permiten fijar el grado de cumplimiento de las principales medidas a las que se comprometió cada conselleria para esta legislatura. Obviamente, debe tenerse en cuenta que el Govern apenas cumple su primer año de ejercicio y también que no todas las consellerias tienen el mismo grado de impacto social, de presupuesto o de dificultad a la hora de conseguir los objetivos marcados.

Se han seleccionado cinco compromisos de cada departamento, los principales que fueron presentados en el plan de gobierno y en las comparecencias de los consejeros en el Parlament. Las políticas se dividen en fases según el grado en el que han avanzado hasta su implementación. El ARA ha contado con la transparencia de la mayoría de las consellerias e irá actualizando los resultados en la web.

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La conclusión del análisis que presentamos es que el primer año se cierra con un grado de cumplimiento del 28,2%. Un resultado insuficiente que deja claro que queda mucho trabajo por hacer de lo que el presidente definió como las revoluciones social, feminista, verde y democrática. Nadie ha dicho que sea fácil encadenando crisis y con una infrafinanciación crónica, pero en todo caso el Govern no ha cogido velocidad de crucero.

De hecho, algunos países avanzados tienen herramientas internas de evaluación de la acción de gobierno. Entre ellos, el gobierno español. La Generalitat no había tenido hasta ahora ni figuraba entre sus objetivos, pero la semana pasada informó que el próximo martes presentará su propia herramienta de evaluación. Bienvenida. Se suma a la del ARA, que continuará activa y actualizada en la web, y cuyos resultados publicaremos en papel cada seis meses.

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Al servicio de su majestad

La prensa puede estar al servicio de los ciudadanos o al servicio de su majestad. Estos días la diferencia de objetivos periodísticos es clara. Es incompatible defender los máximos estándares democráticos y disimular o apoyar la vuelta de Juan Carlos I desde Abu Dhabi sin dar ningún tipo de explicación sobre sus comisiones y los años defraudando a Hacienda.

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En algún momento la mayoría de la sociedad española soñó una democracia en la europea. En algún momento se concentró el cambio en el partido socialista y una coalición de izquierdas, que hoy ve a su mayoría parlamentaria amenazada por la derecha y la extrema derecha. El PSOE actúa hoy, por lo que considera responsabilidad institucional, como el principal garante de la monarquía.

La vuelta de Juan Carlos I es un signo escandaloso de cómo la democracia española lleva una década presentando síntomas de agotamiento. En la involución del PP y el cazurrismo de la extrema derecha debe sumarse la incapacidad de los progresistas para hacer evolucionar el marco federalizante y los valores republicanos que enmarcaba la España posfranquista.

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La cuestión es que hoy, habiendo expulsado al rey, muchos vuelven a llamar viva al rey para proteger la figura de Felipe VI. El aplauso servil al regatista recuerda lo que Valle-Inclán escribía sobre el abuelo de Juan Carlos: “Los españoles han echado al Borbón no por rey, sino por ladrón ”. Triste imagen la del jefe del Estado permitiendo un estribillo tan ridículo como insultante y participando en la fotografía familiar. Triste imagen la de un gobierno y una sociedad que se lo tragan.