La singularidad de la financiación singular
De momento, lo único que tiene de singular la nueva y esperada financiación autonómica de Catalunya es que probablemente duerme el sueño de los justos, y por culpa de las mamografías andaluzas. Puede sorprender, pero es así. Me explico.
Que se alargue el trabajo de la comisión catalana encargada de la propuesta no necesariamente hará que encuentre, de repente, la luz de la estrella que debe guiarnos hacia el acuerdo. Con la composición que se le dio, y en busca de un equívoco consenso, la cosa, creo, ya no da para más. Se especula que el hecho de que la propuesta de esta comisión no se presente ya –la comisión no tiene otra guía que el acuerdo de investidura y ha tenido tiempo suficiente para trabajarla– se debe al miedo a que, si dentro de dos meses se presenta la del gobierno español, se constate un descuadre que dé lugar a múltiples interpretaciones.
Sea como sea, la cuestión es que probablemente el gobierno español se había hecho la ilusión de que Andalucía, como Extremadura, habría avanzado sus elecciones, y que, por tanto, la Sra. Montero, en estos momentos, estaría haciendo campaña en su casa sin la responsabilidad de haber acordado nada con los catalanes. Una reforma que, así, aprobaría una nueva vicepresidenta sustituta, que cargaría con el muerto de haberse "supeditado a los intereses de los secesionistas", y que estaría intentando de todas formas hacer extensiva la reforma al resto de comunidades. No deja de ser curioso que el desastre de las mamografías de las mujeres andaluzas lo haya retrasado todo. El presidente Moreno Bonilla no se atreve ahora a ir a elecciones, la candidata socialista continúa en la vicepresidencia del gobierno y la "singularidad catalana" queda esperando en el vagón de cola.
Desafortunadamente, el caos de las mamografías no era previsible: así es la política y peso real que tienen los acuerdos de investidura. Pero sí era y es previsible el resto: la comisión de estudio, los plazos tanto fijados como violados, los eufemismos del redactado posible buscando el acuerdo, la diversidad previsible de las interpretaciones que se derivarán, y las reacciones contrarias, sea cual sea el texto emitido. Por lo tanto, a estas alturas, y a riesgo obviamente de equivocarme, hago suposiciones desde mi bola de cristal, surgida de la experiencia de ver cómo el hámster rueda y rueda. Anticipo. ¡Tendremos, efectivamente, un acuerdo! Como siempre, gracias al empuje catalán, muy criticado. De entrada, con ordinalidad, pero matizada sobre si el ranking a preservar es el de un euro más para la comunidad que debe quedar por debajo, o de un euro menos que la que tendremos por encima. Nada trivial. Y, a partir de ahí, la singularidad se venderá como una corrección sobre el parámetro específico de distribución de recursos: eso de la población corregida, ajustada y, si corresponde, ¡aumentada! Todo a partir de lo que cada comunidad alegue, ad hoc, alterando, coyunturalmente al menos, la ordinalidad fijada anteriormente. Para Catalunya será algo que tenga que ver con demografía e inmigración, tensiones en el coste de vida y los conceptos ya incorporados de policía, prisiones y lengua propia,etcétera. Y todo ello, sin más justificaciones, dará una determinada liquidez, fuera de los anticipos actuales. Acabado el ruido catalán, entrarán todas las comunidades con sus reivindicaciones: población ajustada por edad ponderada, despoblamiento, ruralidad... Otra alegará su singularidad orográfica y ganadera, el analfabetismo, la pobreza, la desigualdad o la insularidad, doble o triple, y si me permiten la broma, para quien alguno de estos parámetros no le resulte conveniente, el número de frutales por metro cuadrado. La bilateralidad multilateral. Todo ello calculado sobre la ordinalidad inicial, con una factura que en cada caso la administración central recogería contra los ingresos propios (¡esto en sí mismo sería el principal avance!), ante el santo temor al déficit ("¿y eso quién lo paga?") expresado por la presidenta del Airef.
Gestionar el IRPF quedará para más adelante. Profundizar en la responsabilidad fiscal, una vez que todas las comunidades hayan quedado alineadas, será cosa para tiempos nuevos. Recaudar todos los impuestos y pactar la nivelación, ad calendas graecas. De incorporar a las comunidades forales al invento, ya no volverá a hablarse más. La sensatez de los propios catalanes dirá eso tan conformista de "no podría ser de otra manera". El nuevo gobierno conservador, pese a las quejas esgrimidas, dará por buena la labor realizada, aliviado de que el follón haya pasado durante el gobierno anterior, y contento de que el desgaste del proceso de aprobación haya erosionado una vez más a los soberanistas catalanes.
Ojalá me equivoque, el hámster se haya hecho grande y acabe rompiendo mi vieja bola de cristal.