¿Los sistemas de salud favorecen el cambio climático?

¿Os imagináis un mundo donde una consulta médica, una prueba diagnóstica o el seguimiento de enfermedades crónicas se pudieran hacer desde la comodidad de casa? La tecnología aplicada a la salud nos puede ayudar a conseguirlo. la nuestra salud también contribuyen a un problema global que afecta a todos? En algunos países como Reino Unido o Canadá ya están midiendo cuál es el impacto medioambiental de los sistemas de salud, aspecto todavía pendiente en nuestro país.

Herramientas como Mi Salud, la receta electrónica o el almacenamiento de pruebas y datos son muy útiles y necesarias. Antes de la pandemia de Covid-19, las herramientas tecnológicas aplicadas a la salud ya existían, pero su uso era limitado ya menudo generaba dudas. ¿Garantizaban el anonimato de las personas? ¿Qué ocurría si tener demasiada información llevaba a falsas esperanzas? La necesidad de reducir la presencialidad y seguir cuidando a las personas enfermas hizo que lo que parecía poco factible hace más de cinco años, de golpe la pandemia lo hiciera posible. El acceso a la plataforma Mi Salud aumentó de forma exponencial y las aplicaciones móviles que permitían organizar la vacunación masiva se generalizaron de forma muy rápida. Fueron unos meses en los que la transformación digital del sistema sanitario se aceleró de forma importante. Ahora, cinco años después, sería bueno y recomendable avanzar en esta transformación digital de forma más pausada y analítica.

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La tecnología aplicada a la salud parece aportarnos muchos beneficios, como la más que posible mejora de la calidad asistencial o la eficiencia del sistema. Sin duda son aspectos clave, pero otros son igual de importantes y que hasta ahora no se han considerado lo suficiente. El cambio climático que vivimos y sufrimos tiene como motor principal las emisiones de gases de efecto invernadero. Según un estudio publicado en The Lancet, el sector sanitario es responsable de media del 4,4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, o, dicho de otro modo, si los sistemas de salud a nivel mundial fueran un país, serían el quinto país con más emisiones de gases de efecto invernadero, detrás de China, Estados Unidos, India y los Estados Unidos. Los datos que tenemos son globales ya menudo aproximados. Necesitamos muchos más datos para poder analizar con mayor exactitud, por ejemplo, si la huella de carbono de un desplazamiento es mayor o menor que la de una eConsulta.

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El impacto del cambio climático sobre la salud es hoy ya muy conocido. La Organización Mundial de la Salud calcula que entre 2030 y 2050 el cambio climático será el responsable de más de 250.000 muertes adicionales en todo el mundo. El sector sanitario que quiere velar por la salud de todas las personas tiene también una parte de responsabilidad en el cambio climático. Podríamos decir que lo que te cura, también puede perjudicarte. Pensemos en las consultas virtuales, por ejemplo. Reducen desplazamientos y emisiones asociadas al transporte, pero ¿qué hay detrás de estas videollamadas? Cada interacción depende de grandes servidores que consumen ingentes cantidades de energía y agua: una sola consulta virtual con un sistema de inteligencia artificial puede gastar diez veces más electricidad que una búsqueda en Google. Este impacto se agrava por el coste ambiental de fabricar y gestionar los dispositivos. La extracción de minerales para componentes electrónicos daña ecosistemas, mientras que la vida útil de estos aparatos genera residuos peligrosos. La transición digital en salud exige, pues, equilibrar innovación con sostenibilidad medioambiental.

Aún estamos lejos de saber cómo hacer un análisis cuidadoso y tomar decisiones sobre si una herramienta tecnológica hace mejor que daño en términos de salud. Sin embargo, parece claro que el sector de la salud, como el resto de sectores de la sociedad, tiene la responsabilidad de reducir al máximo posible las emisiones de gases de efecto invernadero. Dada su misión de proteger y promover la salud, el sector tiene además la responsabilidad de cumplir el juramento hipocrático –"Lo primero es no hacer daño"– en relación con su impronta climática, y de ejercer su influencia para que otros sectores hagan lo mismo. En un mundo en el que la salud y el medio ambiente están inextricablemente unidos, el sector sanitario debe liderar el camino hacia un futuro sostenible.