La soledad duele

La soledad duele. Romperla depende de todos nosotros. Este es el mensaje que hacen llegar los responsables de una iniciativa muy especial: la Semana Contra la Soledad No Deseada. Será del 14 al 20 de octubre y la pone en marcha Sant Joan de Déu, con la colaboración de varias entidades sociales que ya trabajan con el objetivo de romper la soledad, especialmente de las personas y colectivos más vulnerables.

La campaña ha hecho un vídeo promocional en el que personas de todas las edades hablan de la soledad: qué es, si la han sufrido, cómo solucionarla. De todas las intervenciones, me ha llamado especialmente la atención una chica que destaca el hecho de que a menudo las personas tienen vergüenza de confesar que se sienten solas. La soledad es un tabú, dice, “¡es como feo, encima!”.

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Estoy de acuerdo con ella y creo que este tabú tiene mucho que ver con esta sociedad que hemos creado entre todos, aparentemente hiperrelacionada y que exige mostrarse como una persona feliz. Es muy importante tener seguidores (no amigos) en Instagram y, sobre todo, mostrarles imágenes de una vida perfecta: escenas de diversión, siempre rodeados de otras personas, con hermosos paisajes de fondo. Pero esta, todos lo sabemos (y simulamos que no), no es la vida real. Es más, en algunos momentos he llegado a pensar que la exposición en Instagram de esa felicidad es inversamente proporcional a la felicidad real que sienten algunas personas. Quizás las stories y los posts bien iluminados, que fotografían escenas bien diseñadas, solo son un grito, una petición de ayuda: esta es la vida que me gustaría tener, pero estoy sola, ayúdame.

Fuera de cámara, todo el mundo tiene momentos de soledad no deseada, sea por circunstancias coyunturales, o por carácter, o por la edad. Y nadie –o casi nadie– comparte en las redes ese sentimiento, que puede provocar tanto dolor. Somos una sociedad de escaparate: estoy bien, tengo compañía, soy feliz. Es la misma inercia que nos hace preguntar “¿Cómo estás?”, a modo de saludo, sin esperar una respuesta sincera. ¿Qué haremos si la persona a la que dirigimos esta pregunta convencional nos contesta: “Pues mira, estoy jodido, me siento muy solo”? ¿Estamos preparados para reaccionar?

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La Semana Contra la Soledad No Deseada pondrá en evidencia esta realidad y organizará diversas actividades destinadas a reflexionar sobre la soledad y sobre cómo podemos ayudar a romperla.

En realidad, no se trata de nada muy complicado. En otro vídeo de la campaña, un niño comienza admitiendo que no sabe lo que es la soledad. Cuando su amiga le dice al oído que es “estar solo”, el niño enseguida encuentra la manera de luchar contra ello: “Si alguien está solo le diría que puedo ir a su casa siempre que quiera”.

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Es una fórmula sencilla. Todos tenemos personas que sabemos que pueden sentirse solas. Una llamada, una visita, una cita para tomar un café o para pasear. Lo tenemos al alcance, pero a veces no se nos ocurre hacerlo. La Semana Contra la Soledad No Deseada pretende impedir que nos despistemos, que el día a día ajetreado no nos haga perder de vista que somos personas y recordar que cualquiera de nosotros puede sentir la soledad. O romperla.

No hace mucho, una pandemia nos obligó a encerrarnos en casa y fue duro, especialmente para las personas que lo vivieron en soledad. Ahora somos libres de entrar y salir, de hacernos compañía, pero a veces no pensamos en ello. Hay que estar atentos y también aprender a pedir ayuda cuando somos nosotros los que nos sentimos solos.