¿Son tan grandes los beneficios económicos de ampliar el aeropuerto?
El principal criterio para decidir si es deseable ampliar el aeropuerto de Barcelona debería ser el ambiental. En un mundo en el que es absolutamente necesario y del todo inaplazable frenar el cambio climático, ampliar la capacidad del aeropuerto nos aleja del objetivo de reducir las emisiones. Además, la ampliación dañaría aún más un importante patrimonio natural protegido por las directivas Aves y Hábitats.
Aquellos que defienden la ampliación del aeropuerto lo hacen argumentando que los beneficios económicos de la ampliación son tan grandes que la sociedad catalana no puede renunciar a ello. Un estudio, encargado por Aena y realizado por profesores de la Universidad de Barcelona y economistas de la Cámara de Comercio de Barcelona, calcula que la ampliación (que permitiría ampliar la capacidad de 55 a 72 millones de pasajeros anuales) incrementaría el PIB catalán en unos 15.000 millones y generaría unos 95.000 empleos adicionales.
Estos impactos son muy grandes e inducen a pensar que ampliar el aeropuerto mejorará las condiciones de vida de los catalanes. Sin entrar en los detalles metodológicos y los supuestos que hay detrás de estas estimaciones, existen varios elementos a tener en cuenta y que cuestionan la magnitud real de estos beneficios económicos.
Aumentar la capacidad del aeropuerto de 55 a 72 millones de pasajeros significa incrementar significativamente el turismo y, como consecuencia, el empleo en sectores de bajo valor añadido. Por tanto, una parte destacable del incremento del PIB que generaría la ampliación se materializaría en ocupación de bajo valor añadido (crecimiento económico extensivo) y no generaría mejoras salariales relevantes.
La creación de 95.000 puestos de trabajo, aunque fueran exclusivamente en sectores de bajo valor añadido, parecería un beneficio económico suficientemente importante. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que generar 95.000 empleos no equivale a reducir el paro en Cataluña en 95.000 personas, dado que la ampliación tendría un impacto sobre el volumen de la población residente. Hay que tener en cuenta que las dinámicas del mercado han generado un gran crecimiento de la población metropolitana en las últimas décadas. En el área urbana de Barcelona, la población ha crecido en más de un millón de personas entre 2001 y 2024, lo que supone un crecimiento del 22%. En este contexto, es cuestionable que, desde las políticas públicas, deba reforzarse el crecimiento metropolitano en detrimento de modelos alternativos con un mayor equilibrio interterritorial.
El crecimiento del turismo, de la economía y de la población que produciría la ampliación del aeropuerto también comportaría costes económicos no ambientales. En primer lugar, encontramos la propia congestión de los principales atractivos turísticos, que empeora su experiencia turística y expulsa a sus residentes. En segundo lugar, encontramos el efecto sobre el coste de la vivienda, donde deben considerarse dos efectos. Por un lado, los alquileres turísticos reducen la oferta de vivienda de alquiler y incrementan su precio. Por otro lado, el crecimiento de la población genera incrementos de precios de la vivienda debido a la escasez de suelo disponible para realizar más viviendas. El crecimiento económico extensivo también nos hace más vulnerables en futuros episodios de sequía y comporta riesgos de congestión de servicios públicos como la sanidad o el transporte público, en los que tenemos problemas estructurales para aumentar su capacidad de operación.
Un segundo beneficio esgrimido por quienes defienden la ampliación es que es necesaria para que el aeropuerto pueda operar más rutas intercontinentales y Barcelona se consolide como una ciudad global de referencia. En este sentido, debe tenerse en cuenta que actualmente ya tenemos 54 rutas intercontinentales entre Barcelona y ciudades de América, de Asia y los principales hubs de Oriente Medio. Dado el peso relativamente pequeño que tienen las rutas intercontinentales dentro de la actividad del aeropuerto, debería ser posible abrir rutas intercontinentales que se consideren estratégicas sin necesidad de ampliar el aeropuerto.
En definitiva, la ampliación del aeropuerto incrementaría el PIB y el empleo en Barcelona y Cataluña. Sin embargo, los beneficios económicos reales de este crecimiento son más pequeños de lo que parecen y no pueden compensar los daños ambientales que supondría la ampliación en términos de emisiones y de destrucción del patrimonio natural.