Por supuesto que es un genocidio

Un año después de los ataques terroristas de Hamás, con más de mil doscientos fallecidos y más de doscientos rehenes, la respuesta del gobierno de Israel es la guerra en curso. Recordemos sus cifras, sólo en la Franja de Gaza, sin incluir Cisjordania ni tampoco el nuevo frente abierto en Líbano. Según el informe más reciente del Euro-Med Human Rights Monitor, desde el 7 de octubre del pasado año han sido asesinadas en Gaza 50.292 personas (el ministerio de Salud de Gaza tiene registradas poco más de 42.000), entre ellas 16.596 mujeres y 10.561 niños, así como cientos de periodistas y personal sanitario. Hay más de noventa mil heridos y más de diez mil desaparecidos. También 1,9 millones de desplazados, sobre una población de 2,2 millones. Dicho de otra forma: de cada 10 palestinos, 9 han tenido que dejar su casa, casi siempre porque ya no existe. El secretario general de la ONU, António Guterres (ahora declarado persona non grata por Netanyahu y su gobierno de aliados ultraderechistas e integristas), denunció que Gaza se ha convertido en “un cementerio de niños”. De los fallecidos, el porcentaje de civiles es de un 61%.

Según la revista médica The Lancet, aún es necesario sumar las muertes causadas por la destrucción del sistema sanitario, la acumulación de población en condiciones de ausencia total de higiene o la falta de alimentos y agua potable. Se bombardearon hospitales y centros asistenciales. Se han asesinado a médicos y personal sanitario. También se han bombardeado campos de refugiados. El estudio de The Lancet, que hace suyo la Organización Mundial de la Salud, estima que la cantidad de muertes supera los 186.000, un 8% de la población de la Franja. Ignoro si un 8% es un genocidio. Significa hacer grupos de cien personas y, de cada cien, matar a ocho. Imaginemos este ejercicio en la ciudad o en el pueblo donde vivimos. No sé cómo lo llamaríamos.

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La calificación de genocidio suele llegar a posteriori, cuando el conflicto y la matanza ya han terminado. La Convención de Genocidio de Naciones Unidas y su grupo de trabajo sobre inestabilidad política han contado 43 genocidios en el mundo, entre 1956 y 2016, que han causado más de 50 millones de muertes. Definen genocidio como "cualquiera de los cinco actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso". Estos cinco actos son: matar a los miembros del grupo, causarles graves daños físicos y/o psicológicos, imponer condiciones de vida pensadas para la destrucción del grupo, expulsar por la fuerza a los miembros del grupo e impedir los nacimientos dentro del grupo.

Hace medio año que Amnistía Internacional hizo pública una alerta de genocidio en Gaza. Añadía una observación terrible, que debería importar a todo el mundo: "Las bases morales y jurídicas de aquel "nunca más" que se dijo después del Holocausto se han roto". Negar el genocidio sólo porque lo perpetran "los nuestros", o hablar de derecho a la defensa o de guerra justa, y hacerlo desde la comodidad de una tertulia, de un artículo de opinión, de una tarima de profesorado o de un tuit, comporta una forma especialmente baja de cinismo.