Todavía el techo de vidrio académico
Me acabo de comprar un libro de recetas. Al final hay unas llanuras en blanco para apuntar las propias. Decido escribir la mía para poder cocinarles el informe de la Unesco Women Lead for Learning (Mujeres liderando por el aprendizaje) publicado el 20 de mayo.
Tome varios datos del informe y colóquelos en un cuenco. La media global primero. Sólo el 30% de los cargos de máxima responsabilidad en instituciones de educación superior e investigación del mundo están ocupados por mujeres. Después debe poner las de realidades más duras. En América Latina y Caribe, sólo el 18% de los rectorados están en manos de una mujer y, en África Subsahariana, la cifra se desploma hasta el 8%. Debe tener presente que por mucho que desee amorosear los datos del cuenco, el gusto es amargo. Es como si se hubiera construido una escalera académica en la que ellas puedan subir casi hasta la cima, pero los últimos escalones –desde donde se decide– estuvieran sellados con un cristal duro e invisible.
Deje el cuenco aparte y ponga una cazuela al fuego para ir deshaciendo lo que el informe Unesco apunta: barreras sistémicas y culturales bien arraigadas con procesos de selección y promoción opacos y sesgados, falta de oportunidades de desarrollo profesional específico y, sobre todo, sesgos inconscientes y profundos que continúan asociando el liderazgo. Como señala la subdirectora general de Educación de la Unesco, Stefania Giannini, las mujeres a menudo deben demostrar mucho más que sus homólogos masculinos para acceder a los mismos sitios. Y cuando llegan, su estilo de liderazgo suele ser infravalorado o menospreciado, a menudo más colaborativo, orientado a las personas y sobre todo cuidando de ellos.
Mientras remueva de vez en cuando la cazuela, vaya preparando lo que será la parte principal del plano, que consiste en un milhojas de recomendaciones. La capa inferior, como describe el informe, debe contener transparencia y auditorías de género regulares para exponer y corregir sesgos. Además, debe añadir un buen grueso de programas de mentoría sólidos, formación en liderazgo para mujeres y medidas de conciliación real (para que no recaiga siempre sobre ellas la tarea de cuidado doméstico).
La capa del medio debe estar llena de un cambio cultural profundo. En boca debe notarse que esta capa redefine el concepto de liderazgo, alejándolo de modelos exclusivamente jerárquicos y egocéntricos hacia modelos más inclusivos, diversos y de cooperación que valoren todas las aportaciones.
En la capa de encima deben poner los ingredientes para que los gobiernos exijan y publiquen datos desagregados por género e integren indicadores de equidad en los sistemas nacionales de evaluación de la calidad universitaria.
Por último, tome el cuenco de datos del principio y viertelo al milhojas de recomendaciones. Esto eliminará el sabor amargo de los datos de desigualdad de género en la academia. No se olvide de desmenuzar el techo de cristal hasta convertirlo en pizca. Le gustará el resultado.