Turismo no ideológico
La presidenta de la Federación Hotelera de Mallorca (FEHM), Maria Frontera, ha pedido a la presidenta Prohens ya su Gobierno "no tomar decisiones por un tema ideológico". Es curioso, porque al día siguiente de las últimas elecciones al Parlamento de Baleares, que dieron la victoria al PP, la propia Maria Frontera se mostró entusiasmada a los medios por el cambio de gobierno, aduciendo que "por fin habrá libertad" . Es obvio que la presidenta de los hoteleros mallorquines debió de encontrar que estas declaraciones suyas no debían de ser ideológicas, aunque otros hoteleros las encontraran improcedentes y fuera de lugar.
La típica trampa de la derecha de pedir que sus intereses se separen de "la política", o de "la ideología" (como si la política y la ideología fueran vicios feos, y como si los que dicen estas cosas no hicieran política ni tuvieran ideología) ya no cuela. Pocas cosas, de hecho, hay tan políticas y tan ideológicas como el turismo: es una actividad de ocio, por supuesto, pero es que el ocio es política y el ocio va cargado de ideología. En el mundo de hoy, en el que el turismo se ha vuelto global y hemos turistificado el planeta entero (y estamos a punto de turistificar también el espacio exterior) el turismo se ha convertido, de hecho, en una cuestión de política internacional. Empezando, por supuesto, por las políticas de cambio climático.
Pero la presidenta de los hoteleros mallorquines se refería a un problema, digamos, doméstico: la saturación de Baleares a causa del turismo, que de cada año se hace más insostenible y que de hecho este año, bastante antes de los meses más fuertes de la temporada, ya ha causado alarma entre la ciudadanía: también entre algunos que no se habían hecho escuchar hasta ahora. Los signos de desbordamiento son evidentes todos los días en muchos puntos de Baleares, particularmente en Mallorca. Tanto es así, que incluso la propia Prohens y otras voces del PP han reconocido que Baleares ha llegado al límite, y que es necesario poner límites al turismo. Estas son palabras que ponen nerviosos a los hoteleros, o al menos a su presidenta, y es por eso que sale a pedir que no se tomen decisiones sobre turismo “por temas ideológicos”. Su ideología es simple: apurar hasta el último céntimo que se pueda hacer a expensas del bienestar de los ciudadanos de Baleares y de su futuro, y el último que cierre la puerta.
Hasta hace poco, denunciar la masificación y la saturación turísticas equivalía automáticamente a ser acusado de turismofobia, un concepto nada ideológico, como se ve. Prohens hizo la semana pasada un llamamiento a poner límites al turismo, pero responde a sus socios de Vox, que le acusan de querer hacer "políticas de izquierdas", que sus políticas en materia turística no cambian. Mientras tanto, los problemas de masificación, degradación del territorio, emergencia habitacional y empobrecimiento de la población son más acuciantes cada día. Las facturas que pasa el turismo no deben ser ideológicas, pero sí inasumibles. En Baleares, en Palma, en Barcelona, en Valencia y en las costas mediterráneas.