Vacunar a los habitantes del planeta, el reto global actual
Vax the world es el título de la editorial de la revista Science de finales de noviembre de 2021 donde explicaba muy bien la necesidad de vacunarnos todos si queremos que la pandemia de covid-19 deje de ser protagonista en nuestras vidas. Los datos demuestran sin ningún tipo de duda la eficacia de las vacunas contra este coronavirus, puesto que el número de pacientes vacunados que se contagian y acaban ingresando en los hospitales ha disminuido drásticamente, así como el número de muertos. Ahora bien, sabemos que a pesar de que las vacunas activan nuestro sistema inmunitario para luchar mejor contra el virus y, por lo tanto, que tenemos síntomas más leves cuando nos infectamos, también sabemos que no nos protegen de la infección. Esto lo conseguimos con medidas adicionales como por ejemplo llevar mascarilla, disminuir los contactos sociales, aumentar la higiene, etc. Pero no olvidemos que estamos ante una situación donde el colectivo importa, puesto que necesitamos generar la inmunidad de grupo, y esto solo se consigue con la vacunación de un alto porcentaje de la población mundial.
A estas alturas todos nos hemos familiarizado con estas cuestiones, pero parece que no hemos entendido que se trata de un problema global, donde el colectivo es el planeta, no solo nuestra comunidad, ciudad o país. Son los nuevos retos a los cuales nos enfrentamos en el mundo global en que vivimos. Si se deshielan los polos o si se explotan todos los recursos fósiles aunque no estén en nuestro país, nos afecta vivamos donde vivamos del planeta. Con el covid-19 pasa lo mismo: si no somos capaces de vacunar a toda la población del planeta no saldremos de esta. Los virus son agentes oportunistas, necesitan huéspedes (en este caso los humanos) para poderse reproducir, y tienen la capacidad de mutar muy rápidamente, puesto que sus posibilidades de expandirse dependen de esto. Por lo tanto, si no se vacuna a la mayoría de los habitantes del planeta en un tiempo relativamente corto, siempre habrá nuevas variantes debidas a nuevas mutaciones que desplazarán las variantes anteriores. Ya llevamos muchas letras del alfabeto griego para preverlo.
Hemos hecho vacunas en un tiempo récord, pero el problema que se plantea actualmente es cómo conseguir que los países con una tasa muy baja de vacunación —que acostumbran a ser los países más desfavorecidos— tengan índices de vacunación similares a los nuestros. La OMS se ha puesto como objetivo vacunar a un 70% de la población de todos los países a mediados de 2022. ¿Cuáles son los retos para lograrlo? Pues son varios, difíciles y requieren colaboración y coordinación internacionales. Primero, la capacidad de disponer de vacunas. El Global Health Innovation Center de la Universidad Duke estima que a finales del 2021 se habrán manufacturado 11.000 millones de dosis de vacunas. Por lo tanto, parece que no es un problema de dosis, sino de quien dispone. Aquí tenemos el fondo Covax, puesto en marcha por la OMS y que, a pesar de que es insuficiente, es una buena iniciativa en la que se tendría que continuar trabajando. Se ha hablado mucho la liberación de las patentes, y no entraré en este tema, pero hay que recordar que la infraestructura necesaria para producir vacunas de mRNA solo la tienen algunos países. Segundo, las dificultades en la distribución de las vacunas. Se estima que aproximadamente 1.000 millones de dosis llegarán en los próximos meses a África, y ya sabemos que no hay material suficiente ni para suministrarlas (hablamos de jeringuillas, agujas, algodón...), ni para mantenerlas en las condiciones adecuadas (no se dispone de suficientes congeladores de -20 °C o de -80 °C, puesto que requieren mucha energía para funcionar), ni para hacerlas llegar a lugares de difícil acceso. Por lo tanto, solucionar las cuestiones logísticas es esencial para poder vacunar. Citando a Ilaria Capua (premio Hipatia 2021), si algunos magnates han creado naves para hacer viajes de placer al espacio, tendríamos que poder encontrar soluciones en problemas logísticos de este tipo. Tercero, las desigualdades en el acceso a la vacunación. ¿Cómo podemos ayudar a ciudadanos que tardan un día entero a llegar al centro de vacunación y a volver a su casa, que pierden así un día de trabajo y a los cuales, además, el viaje les cuesta casi lo que ganan en un mes? ¿Cómo se genera la confianza necesaria en poblaciones desencantadas con sus instituciones, que muchas veces ni les representan porque no han sido escogidas democráticamente? Desde nuestro mundo tendríamos que trabajar en las soluciones para estos retos, por solidaridad y porque los virus no saben de fronteras. No pensemos que superaremos esta pandemia poniéndonos una dosis más en una parte del planeta, puesto que las nuevas variantes continuarán apareciendo donde no hay tantos vacunados. Tenemos que pensar en el colectivo, porque este es solo uno de los grandes retos globales a los cuales nos enfrentaremos.