Vox contra los niños: ¿no es delito?
He aquí una historia de heroísmo sin precedentes, la de los primos Ignacio y Joan Garriga contra el enemigo más temible jamás conocido: nada menos que un grupo de niños que se dedican a una actividad tan peligrosa como es la de... aprender una lengua que hablan varios cientos de millones de personas en el mundo. En toda la historia de la humanidad no se había visto una muestra de coraje como la que protagonizaron los de Vox frente al Institut Escola Joan Sallarès i Pla de Sabadell la semana pasada. Que los condecoren con las más altas insignias, que les cuelguen alguna de esas medallas militares que se dan a los hombres intrépidos que se adentran en el campo enemigo para... bueno, en este caso era para acosar a niños y niñas que iban a la escuela, pero mirad cómo sudan, cómo se la juegan, estos señores encarándose a rostro descubierto con el enemigo.
¿Qué creéis, que los niños moros son tan insignificantes y débiles y merecedores de protección como los niños normales? No, Vox es digno de admiración porque está traspasando los límites que ninguna otra formación política se ha atrevido a traspasar: la de poner en duda los principios universalmente aceptados, los valores establecidos y hegemónicos según los cuales los menores de edad, en tanto que personas en formación y crecimiento, deben ser tratados de manera diferente a cómo lo son las personas adultas. Todos hemos caído en la trampa de la corrección política que dice que los niños son niños vengan de donde vengan. ¿No veis –como ven los verdes con nombre de diccionario– que hay niños peligrosos, niños que han venido a conquistarnos y a poner fin a nuestra forma de vida? ¿No os dais cuenta de que en sus miradas infantiles no hay inocencia sino la malicia intrínseca de los que ya combatió con saña el buen apóstol Santiago?
Ironías aparte, lo que ocurrió en el barrio de Campoamor con este grupo de milhombres acosadores de niños (¡repito: ¡niños!) supone una escalada exponencial en la ejecución de su violencia racista. Ya no es que emitan una opinión, un ideario discriminatorio que pone en la diana a los ciudadanos que pueden responder al fenotipo de inmigrante de origen marroquí o tener nombres y apellidos que denoten esta procedencia: es que han organizado una manifestación a las puertas de un centro educativo. Esta que escribe solo tiene conocimientos de nivel usuario en materia de leyes, pero ¿no es delito organizar una turba enfurecida ante un establecimiento donde hay niños? Si no es delito, que alguien que sepa piense en ello, porque en según qué barrios y escuelas el país entero se detendría si unos chulos agitadores decidieran violentar un espacio tan sagrado como una escuela. Sagrado no desde un punto de vista religioso, sino democrático. Creo que no nos hemos escandalizado lo suficiente ante la gravedad de estos hechos. Solo la alcaldesa de Sabadell se expresó con contundencia contra quienes van a buscar jaleo en los barrios que, de hecho, les importan poco. También los llamados antifascistas que reaccionan a la ultraderecha haciendo aún más ruido frente a... de nuevo, los alumnos. Que lo que menos necesitaban era una contramanifestación.
Con todo esto, imagínate, me digo, imagínate que eres la madre de alguno de estos niños y descubres que no puedes enviarlos a la escuela y quedarte tranquila, imagínate a tus hijos teniendo que ir a clase con una masa enfurecida de adultos. Quizás los de Vox prefieren que las clases de lengua árabe sean dadas por salafistas en las mezquitas en vez de hacerse separadas del islamismo contra el que dicen actuar. Qué contribución habrán hecho a esta cultura que dicen que es "nuestra cultura" atacando a unos niños que recordarán ya para siempre el día que vieron de cerca la cara más feroz del racismo. Y la más cobarde.