La Vuelta a España en Catalunya

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Contrarreloj de la Vuelta

Una ciudad como Barcelona, que fue capaz de organizar los mejores Juegos Olímpicos de la historia, no puede naufragar en la organización de un par de etapas ciclistas. Es un fracaso sin paliativos. Tampoco es ningún consuelo que el director de la Vuelta se haga “responsable de todo”, por la sencilla razón de que los perjuicios son para la imagen de la ciudad, que apareció a oscuras en las televisiones que emitieron el prólogo del sábado. Las declaraciones de los corredores que decían que no veían ni las tapas de las cloacas ni los baches del asfalto hablan por sí mismas.

No puedo imaginar a ninguno de los responsables del COOB'92 hace treinta y un años, con mucha menos tecnología disponible, especialmente en la previsión meteorológica, y con toda la presión del mundo, mostrando tan poca capacidad de reacción ante un problema relativamente inesperado, porque mira que hacía días que las previsiones hablaban del cambio de tiempo del sábado. Al igual que la excusa del Ayuntamiento de que “el sistema de luces de la ciudad no se puede improvisar”: si haces previsión, no hace falta improvisar.

Curiosamente, y al igual que en los Juegos de Barcelona, la Policía Nacional ha practicado detenciones preventivas y entradas a domicilios con voluntad de asustar protestas por el paso de la Vuelta por nuestro país. Quizás alguien se ha precipitado con la idea de que ya no hay conflicto político entre Catalunya y España. Y esto vale tanto para Madrid como para Barcelona. No hace ni dos meses, Euskadi aprovechó el Tour para exhibir los símbolos y la identidad vasca. Regalaron decenas de miles de ikurriñas, todo con un fuerte apoyo económico del gobierno vasco, la RTV pública vasca y Kutxabank. Pasaron del basque country al bike country, fue una fiesta, y el escándalo de los de siempre no duró mucho. ¿Hemos perdido imaginación para reivindicarnos o voluntad política para hacerlo?

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