¡Que vuelvan los libros de texto!

Uno de los cambios que ha habido en los últimos años en los institutos, en la tendencia de reformar la educación y basarla en situaciones de aprendizaje, es la eliminación de los libros de texto. Bajo varios pretextos, como, por ejemplo, que su uso no es suficientemente respetuoso con el medio ambiente, que suponen un esfuerzo económico demasiado grande para las familias, o que son objetos obsoletos en general, poco a poco los libros han ido retirando muchas aulas de institutos y escuelas, y se han sustituido por otros recursos supuestamente más innovadores.

Sin embargo, la experiencia de profesores y alumnos pone de manifiesto que prescindir de los libros es un grave error que va en detrimento de la capacidad de aprendizaje y la comprensión lectora, y dificulta el trabajo del profesorado, lo que repercute en la calidad de educación.

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Para empezar, sin un libro de texto, los alumnos no tienen una base sólida donde se exponga la materia, sino que todo lo que tienen por estudiar son sus propios apuntes de clase, a menudo recogidos en papeles desordenados, que muchas veces pierden en la siguiente clase o que no tienen si han tenido que faltar a alguna clase. Por tanto, si no eres un alumno muy escrupuloso, no dispondrás de los materiales para estudiar para el examen o para seguir el curso.

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No tener libro de texto no es sólo un problema para los alumnos, también lo es para el profesorado. La falta de una referencia con explicaciones, con ejercicios o problemas, con textos, etc., hace que sea mucho más difícil planificar un curso, pasar por todos los contenidos de forma sistemática y hacerlo de forma estructurada y coherente. Además, esta tarea queda completamente a merced del profesor, que, a menudo sin ningún otro apoyo, debe preparar todo el material didáctico del curso, y por tanto lo hará de una manera más o menos esmerada según sus capacidades o la su motivación. Está claro que preparar material didáctico de calidad no es un trabajo nada trivial y requiere mucho tiempo y esfuerzo suplementario además de la preparación de las clases.

En la práctica, al menos en algunos institutos, el material didáctico acaba siendo una mezcla de apuntes, fichas y fotocopias, extraídas de fuentes diversas y quizás no suficientemente revisadas. Se trata, pues, a la fuerza, de un material de calidad irregular ya menudo inferior a la que cabría esperar de un libro de texto. Además, para los alumnos resulta mucho menos atractivo tener una colección de fotocopias en blanco y negro llenas de "recorta y engancha" y varios apuntes tomados a mano, que un libro de texto bien editado. Y por último, esta mezcla de materiales didácticos que se da a los alumnos muchas veces está en castellano, ya que están extraídos de internet, de libros de otros países, etc. Si hace años que sufrimos por el catalán en los institutos y el uso de esta lengua está cayendo en picado entre los estudiantes, hasta hace un tiempo la prevalencia de los libros de texto en catalán aseguraba unos mínimos de lectura en esta lengua, y muchas veces , también motivaba al profesor a dar la clase en catalán. Ahora ya no nos queda ni eso, y en la práctica se nota muchísimo el bajón del uso del catalán en las aulas sin libros de texto en comparación con las aulas donde sí las tienen. Por otra parte, la falta de libros de texto también hace que los alumnos lean menos y de forma menos constante, lo que contribuye a empeorar la competencia en comprensión lectora.

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En resumen, hay que hacer un llamamiento a la reflexión sobre la eliminación de los libros de texto ya recuperar ese artefacto que no ha pasado de moda, que es tan útil, que es un pilar del conocimiento y que tanto ha hecho en las escuelas , institutos y universidades. Y en cuanto al problema de su elevado precio y el impacto ecológico, propongo una solución clara y sencilla que ya hace veinte años se llevaba a cabo en la escuela donde estudié la educación primaria: es la escuela o la instituto quien compra y gestiona los libros de texto (si es necesario, con una pequeña ayuda económica de las familias). Los forra con plástico para que no se estropeen y cada inicio de curso los alumnos van a buscar sus libros. Durante el curso, todo el mundo se compromete a no tachar el libro ya tratarlo como un tesoro (porque lo es), ya final de curso los libros se vuelven a la escuela y pasan a los alumnos de la siguiente generación. Cada libro tiene una vida útil de varios años, y como padre o madre te ahorras un montón de dinero y pilas de libros viejos en casa. En definitiva, una práctica maravillosa que debería implantarse de forma sistemática en los centros públicos.