Ayuso y Boadella dicen lo que piensan

BarcelonaHay una forma de sonreír satisfecho a la que sólo se puede acceder con la certeza de que las fuerzas de seguridad te protegen de conciudadanos indeseables. Es el tipo de carcajada obscenamente descansada que reina en el enjambre de pieles estiradas, labios inyectados y pelo peinado hacia atrás que se ha reunido en un hotel de Plaza España para celebrar la IV edición de los premios Heroes de Tabarnia, que este año reciben a Isabel Díaz Ayuso en condición de presidenta madrileña de la región tabarnesa (sic), que por primera vez comparte escenario con el presidente catalán de la asociación, Albert Boadella. Es como contemplar un negativo casi perfecto de la vergüenza ajena del peor Proceso, del que sería indistinguible si no fuera porque los chistes malos y la superioridad moral no se utilizan para aplaudir a líderes escogidos democráticamente y encarcelados, sino a los policías y jueces que los encarcelaron. El maestro de ceremonias dice: “¿Doña Isabel, ya que ellos querían seis mil soldados rusos, ¿le importaría a usted mandarnos a diez mil policías para que nos invadan?”. Es gracioso porque ninguno de los presentes parece caer en que esto es literalmente lo ocurrido el 1 de octubre.

Otro efecto espejo con las postrerías del procesismo es el efecto de impostura angustiosa que irradian a los presentes, obligados a poner buena cara por una causa por la que todos saben que ya ha pasado su momento. Nada hace gracia porque es necesario repetir constantemente que son mucho de la broma. Al igual que el gobierno a la sombra de Salvador Illa, la idea de Tabarnia es hacer ver que existe un país alternativo en el país real con ministros de Justicia (José María Fuster-Fabra), de Cultura (Miquel Giménez) y de Deportes (Tomàs Guasch). Se celebra la aprobación de la "ley de inmersión lingüística en latín", que hace reír porque es una lengua que los reunidos consideran tan muerta como el catalán, o la "ley de referendos permanentes", para votar si los domingos se come sartén o no, o si “¿¿Están ustedes a favor de que tabarnia se independice si ellos proclaman la independencia de Cataluña?”, que da risa porque los asistentes creen que los catalanes no tienen derecho a votar sobre su futuro. Pero el gag que están más orgullosos de haberse empujado es una amnistía alternativa para figuras como los que utilizan el lenguaje no binario, los hombres del tiempo de TV3 que dicen “Països Catalans”, “País Valencià”, o "Catalunya Nord", y Pilar Rahola.

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Sabe mal porque Ayuso, a quien la Fiscalía ha dado un susto este mismo martes, no tiene muchas ganas de charlar y no brilla mucho, quizás consciente de que todo da un poco de mal olor a muerte. Sin embargo, la función política de la idea Tabarnia y la sonrisa troll de Ayuso son lo mismo. Se trata de que los fuertes puedan hacerse pasar por débiles. Tradicionalmente, los de arriba mantenían la corrección en las formas, y los de abajo utilizaban el humor para desenmascarar sus contradicciones. En una giragonsa cultural inesperada, los poderosos han descubierto que lucir su superioridad de forma obscenamente descarnada puede servirles para protegerlos de la crítica y generar simpatías inesperadas. “El humor es lo más importante. La libertad se defiende ejerciéndola, y yo digo siempre lo que pienso”, dice Ayuso para terminar. Haría reír, si no fuera porque parece funcionar y las alternativas más decentes no encuentran ninguna forma de desactivarlo.