Catalunya elige rumbo en plena pandemia

La presidencia, pendiente del duelo entre Aragonès y Borràs y de la fuerza del efecto Illa

Pabellón de Corneja de Llobregat preparado por las elecciones al parlamento de Cataluña del 14F de 2021
y David Miró
14/02/2021
5 min

BarcelonaLas elecciones más extrañas de la democracia, marcadas por la pandemia y con el fantasma de una elevada abstención, se decidirán hoy por un puñado de votos, según todas las previsiones. Por pocos votos se puede decidir quién llega a la primera posición, a la que aspiran tres candidatos, Laura Borràs (Junts), Pere Aragonès (ERC) y Salvador Illa (PSC), a pesar de que la variable que resultará a priori más determinante de cara a la formación del gobierno será cuál de los dos grandes partidos independentistas queda por delante del otro. Esto es así porque casi todas las encuestas dan por segura una mayoría independentista que podría ser de tres partidos, Junts, ERC y la CUP, o incluso de cuatro, si finalmente entra el PDECat.

En este caso, el duelo entre Pere Aragonès y Laura Borràs decidirá si se mantiene la actual correlación de fuerzas, con los de Puigdemont ocupando la presidencia de la Generalitat y, por lo tanto, conduciendo el Procès, o si hay un cambio y el timón del Palacio recae en una persona de ERC por primera vez desde la República. Pero no se trata solo de decidir entre dos personas y dos organizaciones, sino entre dos estrategias diferentes: la de Junts, encarnada en la figura de Carles Puigdemont, partidaria de mantener la tensión con el Estado adoptando una postura de no colaboración con el ejecutivo del PSOE y UP; o la de ERC, personificada en Oriol Junqueras, que apuesta por la distensión y explorar la negociación con el PSOE como vía para reforzarse internamente y externamente. En esta dicotomía, optar por ERC también supone priorizar de alguna manera la gestión del mientras tanto en la figura del actual vicepresidente económico.

Que esta es la batalla principal lo demuestra el hecho de que los últimos días de campaña Junts ha aumentado los ataques a ERC insistiendo en que los republicanos, si pueden, optarán por un tripartito de izquierdas con el PSC antes que repetir el pacto actual. Este hecho ha obligado a ERC a arreciar su compromiso de no pactar con los socialistas, hasta el punto de dejarlo por escrito en el manifiesto de Catalans per la Independència, subscrito también por el resto de fuerzas independentistas. Quien gane tampoco lo tendrá fácil, puesto que tendrá que llevar la iniciativa para sumar 68 escaños negociando con socios no especialmente dóciles como la CUP.

Este manifiesto es lo que ha permitido a Salvador Illa sortear un final de campaña que se le había complicado con el resbalón de no quererse hacer un test de antígenos antes del debate de Tv3, y que sirvió a sus adversarios para extender la duda sobre los motivos. Habrá que ver cuál de los dos "accidentes" de campaña acaba pesando más. En todo caso, el PSC aspira a la victoria por primera vez desde Maragall y, en última instancia, a romper la mayoría independentista. En este supuesto se abriría un escenario incierto donde entrarían en juego los votos de Vox, que el candidato Illa dice que no aceptaría "ni por activa, pasiva o perifrástica". El fantasma del bloqueo y la repetición electoral sería entonces más que una certeza, a pesar de que la política catalana ha dado muestras durante los últimos años de ser capaz de encontrar salidas creativas ante los callejones sin salida.

En todo caso, si el PSC es primera fuerza, Pedro Sánchez habrá obtenido un triunfo muy valioso, tanto de cara a la negociación con el futuro Govern como de cara a la comunidad internacional. Sánchez podrá decir que los socialistas son la primera fuerza en Catalunya, y sacar un partido mucho más efectivo que Inés Arrimadas, que prácticamente nadie recuerda que quedó primera el 21-D.

Salvador Illa y Pedro Sánchez esta tarde

Una de las claves que ayudará a resolver todas estas incógnitas es la abstención. Las encuestas prevén una participación de entre el 55% y el 60%, que eran los registros habituales en la Catalunya pre-Procès. Esta baja participación puede tener efectos aparentemente contradictorios. Por ejemplo, puede favorecer que el independentismo supere por primera vez la barrera del 50% de los votos, que es una de las condiciones que los sectores más inflamados, como por ejemplo el ANC, han puesto para que se ponga rumbo a un nueva DUI. Por el contrario, esta baja participación puede favorecer una cierta sobrerrepresentación de la extrema derecha de Vox, puesto que abarata el precio de los escaños. Y en la misma medida, cuanta menos participación haya, más factible será la entrada del PDECat en el Parlament, una condición que acontece necesaria para la supervivencia de su proyecto político. No lo es nunca, pero en este caso la abstención no es nada inocua.

Y esto nos lleva a otra de las grandes batallas de la noche, que será la que protagonizará la triple derecha. A pesar de ser el triunfador del debate de TV3, el candidato popular, Alejandro Fernández, ha visto cómo se volatilizaban las buenas perspectivas electorales con la irrupción de la confesión de Bárcenas en plena campaña. Este hecho ha dado oxígeno a Ciudadanos, pero sobre todo ha impulsado a Vox, que ha hecho una campaña de manual azuzando el miedo a la inmigración y buscando provocar disturbios con actos en lugares especialmente emblemáticos para el independentismo (una estrategia que ya le había funcionado a Cs). Así pues, Vox podría salir reforzado del 14-F, pero no tanto por el número de votos (que siempre será muy inferior al que saca en otras zonas de España) sino por el hecho de quedar por delante de PP y Cs.

Y finalmente tenemos la batalla más a la izquierda que protagonizan la CUP y los comunes. Los primeros llegan con buenas perspectivas electorales, puesto que se han convertido en el voto refugio de los independentistas hartos de las peleas entre Junts y ERC, pero no está claro qué papel querrán jugar el día siguiente de las elecciones porque, como ya pasó en 2015, dependerá de cuál de sus dos almas impone, la más pragmática o la más antisistema. Si depende de ellos, lo más probable es una investidura agónica.

Los comunes han hecho una buena campaña y son los únicos que defienden abiertamente un tripartito de izquierdas, pero pueden sufrir una fuga de votos de su sector más españolista hacia el PSC. En todo caso, son los únicos que apuestan por romper con la política de bloques.

Esta noche tendremos la respuesta a las principales incógnitas que se plantean aquí, pero no está claro que tengamos el desenlace final, es decir, quién gobernará y con qué pactos. Esta ya será otra historia.

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