Fiscalía

La cirugía estética del novio de Ayuso

Alberto González Amador en una imagen de archivo.
09/12/2025
2 min

BarcelonaEl lenguaje jurídico es a menudo técnico y difícil de entender, pero se asume que es necesario que lo sea para cumplir con la exigencia de concreción que se presupone en las sentencias de los jueces –especialmente cuando son condenatorias–. Por eso sorprende que en el caso del fiscal general los magistrados del Tribunal Supremo recurran a un ejemplo que ellos mismos consideran "simple" para explicar, lisa y llanamente, por qué han condenado a Álvaro García Ortiz. "El cirujano plástico que ha operado una celebridad, cuyo cambio físico ha generado un debate público sobre si su nuevo aspecto es fruto o no de una intervención quirúrgica o cualquier acto médico, nunca podrá participar en la polémica confirmando o desmintiendo la realidad de esta operación. Si lo hiciera, incurriría en responsabilidad criminal". Se entiende que el fiscal general es el cirujano y que Alberto González Amador es el paciente que se ha hecho un retoque estético. El mismo caso, explica la sentencia, se aplicaría si se revelaran datos médicos de un enfermo.

El ejemplo tiene tantas rendijas que las dos magistradas que han discrepado de la mayoría también se aferran a él en su voto particular, apuntando que el personal sanitario podría suministrar información sobre el caso –con límites a la protección de datos– "si este enfermo tergiversa la información señalando que desde el centro médico, de asistencia".

Los jueces partidarios de la condena buscan un símil más cotidiano para intentar explicar un caso que a la ciudadanía le puede parecer extraño. Porque no hay muchas ocasiones en las que una filtración a los medios de comunicación se convierta en motivo de pugna jurídica. De hecho, los propios magistrados dedican todo un capítulo de la sentencia a defender que los periodistas no tengan que revelar sus fuentes como uno de los elementos de protección de la veracidad de la información que publican. Durante el juicio, ninguno de los periodistas apuntó en dirección a García Ortiz –alguno incluso lo negó abiertamente–, pero eso no importó, porque la mayoría de la sala tenía claro que la cirugía estética del novio de Ayuso la había hecho el fiscal general.

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