La CUP entra en el juego político y altera el tablero

BarcelonaLa CUP ha desempeñado diferentes papeles desde que irrumpió en el Parlament en 2012 y consolidó un espacio donde se ha hecho fuerte. En el ámbito del Procés, su principal aportación es haber forzado la marcha de Artur Mas de la primera línea política, a la cual ya no ha vuelto nunca más. Y esto fue después de un debate interno que dejó a la organización tan dividida entre el alma pragmática y la maximalista como herida. Pero al mismo tiempo, los cupaires fueron los primeros en cuestionar el relato de “de la ley a la ley” que, con grandes dosis de ingenuidad y candor, defendían tanto ERC como JxCat antes del embate de octubre del 1-O. Lo hicieron, sin embargo, con la boca pequeña.

Ellos eran los únicos que conocían de primera mano como se las gastaba el Estado y tenían cierta cultura antirrepresiva. Sabían, también, por la experiencia de otros movimientos de emancipación nacional, que un Estado no se deja tomar una porción de territorio así como así. Sabían, porque así lo decían en privado algunos de sus líderes, que aquella “revolución de las sonrisas” protagonizada por personas con segunda residencia estaba destinada al fracaso, pero tampoco se atrevieron a decirlo. La oleada, como tantos otros, les pasó por encima. Si en algún lugar fue visible el desconcierto post-1-O, teniendo en cuenta que ellos estuvieron en primera línea durante la jornada del referéndum, fue en las sedes de la CUP.

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Por eso, el proceso de reflexión que les ha llevado al giro pragmático actual, a la apuesta por jugar al juego político con las mismas armas que el resto de partidos (movimientos rápidos, golpes de efecto, negociaciones discretas, aceptación de un cierto gradualismo, etc.) no es un hecho coyuntural, sino de fondo. Es la asunción definitiva de todo lo que comporta el juego parlamentario e institucional, y esto quiere decir recoger también contradicciones y todas las prendas de la acción política. 

Por lo tanto, ya podemos decir con todas las letras que la CUP abandona su papel de outsider para pasar a ser uno más en un tablero que, con su presencia activa, ahora queda definitivamente alterado. Veamos cómo.

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De entrada, los que se han visto más damnificados han sido los de Junts, puesto que se han visto desplazados por la pinza CUP-ERC al papel ingrato de ser los que ahora mismo impiden la formación de un gobierno independentista. La incógnita es si esta pinza funcionará durante toda la legislatura o es una cosa puntual de la investidura.

En segundo lugar, el cambio de la CUP deja sin protagonismo a los comunes, que al no poder ser socio preferente del Gobierno corren el riesgo de quedar desdibujados junto a un PSC que promete hacer una oposición dura de corte unionista. Y en tercer lugar, habrá que ver cómo impacta el papel preponderante de la CUP en la triple derecha. Es probable que los choques entre los cupaires y Vox sean una de las constantes de la legislatura.

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¿Entrar en el Gobern?

En todo caso, la principal incógnita a estas alturas es cómo digerirán las bases de la CUP este nuevo papel. Lo que nos dice la historia es que, a pasos lentos pero firmes, el pragmatismo se ha ido imponiendo en la izquierda independentista. Primero decidieron presentarse al Parlament. Después votaron unos presupuestos. Y ahora ocupan un lugar en la mesa. Ya solo les queda dar un paso: entrar en el Govern.