“Se ha dramatizado, no somos el pueblo de Vox”

Los vecinos de Vilamalla viven con sentimientos contrapuestos y resignación la victoria del partido de ultraderecha

Vilamalla“He hecho entrevistas por la tele, por radios, por diarios… ¡ya no sé ni cuántas llevo!”, comenta riendo Dani Olivera, el propietario del estanco y tienda de alimentación Vilamalla, situado ante el ayuntamiento de este pueblo del Alt Empordà que el domingo por la noche saltó a la agenda mediática porque, junto con la Pobla de Mafumet, son los únicos municipios catalanes en los que ha ganado Vox. Pero Olivera no comparte los titulares que se han escrito en las últimas horas: “Los han votado el 22% de los vecinos, ¡ni la mitad de los que han votado! Se ha dramatizado, no somos el pueblo de Vox". "No somos un pueblo de banderas, ni de la española ni de la catalana”, insiste tras el mostrador.

Flanqueada por los ríos Manol y Fluvià, Vilamalla está situada en un lugar estratégico: junto a Figueres, rodeada de vías de comunicación como la AP-7, la N-2, el AVE y el tren convencional, y al lado de la frontera con Francia. Durante siglos fue un pueblo dedicado a la agricultura y la ganadería, hasta que hace 50 años se apostó por la industria y se crearon los polígonos Empordà Internacional y Pont del Príncep, que ya son una insignia de este municipio de poco más de mil habitantes.

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“Yo no sabía que Vilamalla tuviera pueblo, pensaba que solo era un polígono”, admite Lluís, que es de Verges y trabaja en uno de los concesionarios del Pont del Príncip y que ha salido a tomar un café. A su lado están sentados Júlia y Albert, que son de Vilamalla. “Me quedé tan traumatizada, no me lo esperaba”, reconoce Júlia. En cambio, él sí se lo olías: “Oías comentarios a favor de Vox y de Abascal”. 

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De Ciudadanos a Vox

Una de las peculiaridades de este polígono es que las naves industriales comparten acera con casas y equipaciones municipales como el pabellón y la piscina. A primera hora de la tarde, suelen reunirse los jubilados a jugar a petanca bajo una cubierta detrás del pabellón. Cuando se les pregunta por los resultados electorales, se lo quitan rápido de encima. “Nosotros solo queremos jugar y que nos paguen cada mes”, suelta Miquel, antes de que Narciso se moje: “Han votado a Vox los que antes votaban a Rivera [Albert Rivera, ex líder de Ciudadanos], y hace muchos años al PSOE o al PP. Porque somos muchos vecinos que somos castellanos”.

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Y es que él, como muchos de sus conciudadanos de Vilamalla, es una de las personas que, entre los años 60 y 70, llegó de Andalucía, en busca de un trabajo. “Hay muchos vecinos que vinieron del sur de España. Y tanto ellos como las segundas generaciones solo hablan castellano y tienen un sentimiento españolista muy profundo”, expone Eduard, que es del pueblo de toda la vida. Su análisis coincide con la otros conciudadanos, como Sofia y Raquel, dos jóvenes de poco más de 30 años. “Mi abuela es andaluza, la suya también, y la de muchos amigos. Pero no votan a Vox por machistas o racistas, sino por un sentimiento antiindependentista, porque no quieren que Catalunya sea independiente”, puntualizan.

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De hecho, con los datos en la mano, el traspaso de votos de Ciudadanos a Vox es evidente: Ciudadanos ganó las elecciones en 2017 con el 40% de los votos (291) y el domingo Vox arañó el 22%, gracias a 102 papeletas. 

Felicitaciones de todo el Estado

Separado de los dos polígonos se encuentra el núcleo histórico de Vilamalla, formado por casas y calles de piedra, que recuerdan su pasado medieval. En el centro antiguo solo hay un bar, el Carmen, que hoy también no ha parado de recibir visitas de cámaras y fotógrafos. Uno de sus clientes es Antonio, que no quiere hablar de política, pero suelta una frase que lo define: “Lo hemos hecho entre todos, ¡porque estamos hartos y queremos un cambio!”, recalca con un tono de orgullo. 

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Ahora bien, otro hecho sorpresivo de los resultados electorales es que, en las últimas municipales, la única lista que se presentó fue la de Unim Vilamalla - Junts per Catalunya, encabezada por Carles Àlvarez, que hace más de 25 años que forma parte del consistorio y que cumple su cuarto mandato como alcalde. "Él ganaría se presentara con el partido con el que se presentara: ¿no ves cómo está el pueblo?", justifica Elisenda, que es una de las tenderas.

Pero más allá del número de votos, las elecciones también han traído consecuencias inesperadas al pueblo: “Hemos recibido felicitaciones de muchos pueblos de España por la victoria de Vox”, aseguran unos trabajadores municipales que con los otros vecinos hacían broma de la anécdota del día: “¡A ver cuándo venís porque nos ha tocado la lotería, y no porque ha ganado Vox!”, emplazan a los periodistas un poco hartos del ruido mediático que se ha creado.

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