Arranca la campaña más anómala con el tercer grado de los presos políticos

Pedro Sánchez se vuelca con Illa y ERC quiere aprovechar el efecto Junqueras mientras dure

BarcelonaSi hace unos años nos hubieran dicho que viviríamos una campaña sin mítines multitudinarios debido a una pandemia, con dirigentes de partidos importantes encarcelados por una causa política y con la decisión final sobre la celebración de las elecciones en manos de la justicia nos habríamos hecho hartado de la risa. Imposible. Inconcebible. Pero esta es la descripción exacta de la campaña que oficialmente ha empezado esta medianoche. 

La principal variable que lleva de cabeza a los estrategas electorales es la participación, y el gran fantasma que aparece en el horizonte es la Gran Abstención. Las encuestas ya preveían que la participación bajaría desde el extraordinario 79% del 21-D de 2017 a un encomiable 65% debido a la menor tensión política y emocional. Pero ahora hay que añadir, en caso de que las elecciones se celebren el 14-F, la abstención producida por el miedo al contagio, puesto que el Govern las había aplazado al 30 de mayo por la situación sanitaria.

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Aquí son los partidos independentistas los que tienen que hacer un esfuerzo más grande, puesto que son los que defendieron de forma más vehemente el aplazamiento. De entrada, su cartucho más importante de cara al inicio de la campaña será la salida a la calle, hoy mismo, de los presos políticos (a excepción de Carme Forcadell, puesto que su caso todavía no se ha analizado), después de que ayer la secretaría de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima les concediera el tercer grado. 

En manos del Supremo

Esta decisión beneficia sobre todo ERC, que podrá contar con su principal activo político, Oriol Junqueras, al inicio de la campaña. Ahora bien, el efecto Junqueras puede ser breve, puesto que la Fiscalía puede presentar recurso ante el juez de vigilancia penitenciaria. Recordamos que hace solo un mes que el Tribunal Supremo revocó el tercer grado concedido hace seis meses con el argumento que era “prematuro” y acusó a la Generalitat de “reinterpretar” la sentencia hasta convertirla en un “tratamiento penitenciario privilegiado”. Han pasado seis meses desde el primero tercer grado, pero no parece que el Supremo haya de cambiar ahora de opinión.

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Pero al menos durante este fin de semana ERC, que no quiere repetir el error del 21-D, jugará a fondo la carta Junqueras. Habrá que ver, sin embargo, si el presidente de los republicanos cambia de discurso o sigue de pe a pa el argumentario del partido, que consiste estos días al atacar Salvador Illa, el candidato del PSC.

Es curioso porque a pesar de que el principal duelo de estas elecciones es entre JxCat y ERC, los dos partidos han arrancado la campaña apuntando sus baterías hacia el PSC y renunciando a los reproches mutuos. En realidad, pues, los ataques a Illa funcionan como una cortina de humo que esconde el verdadero combate. Pero también demuestra la principal debilidad del independentismo en estas elecciones. A falta de una propuesta concreta que funcione como un cebo ilusionante, como por ejemplo un referéndum unilateral o una DUI, la mejor manera de movilizar los votantes es agitando el miedo a una victoria socialista. Pero también es cierto que si hay un partido experto a aprovechar este tipo de voto ("Si tú no vas, ellos vuelven") es el PSC. Y la fórmula, si no sirve para hinchar al candidato socialista como único voto útil unionista, puede funcionar.

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ERC, con su giro pragmático y su apuesta por la gestión y el diálogo, lidera las encuestas desde mediados de 2018, pero el precedente de 2017 y la victoria de Puigdemont en las europeas del 2019 demuestran que hay partido y está muy abierto. La candidata de JxCat, Laura Borràs, se presenta como la mejor exponente del espíritu del 1-O y explota su capacidad de conexión con el independentismo más irredento. Y para reforzarla cuenta con Carles Puigdemont.

En cambio, los socialistas han jugado una carta no exenta de riesgo. Por un lado, Salvador Illa abandona el ministerio de Sanidad con una incidencia acumulada (casos de coronavirus por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días) de 890 en el conjunto de España (Catalunya está en 573) y en plena crisis de falta de vacunas. Por otro, su protagonismo durante la pandemia le asegura que todo el electorado socialista sea consciente que las elecciones del 14-F son capitales para el futuro político de Pedro Sánchez.

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La victoria final se decidirá entre estos tres partidos, representantes de alguna manera de tres grandes corrientes políticas del catalanismo. El ganador del 2017, Ciudadanos, está en plena descomposición interna y solo aspira a salvar los muebles y no bajar de la cuarta posición. Sus votos se repartirán ahora entre el PSC (la mayoría), el PP y Vox.

Albiach y Sabater

Los comunes, la CUP y el PDECat aspiran a un resultado que les permita jugar un papel clave en la configuración de mayorías parlamentarias, mientras que el PP y Vox juegan su partida particular por el liderazgo de la derecha españolista. Los comunes temen ser perjudicados por el efecto Illa y por que su candidata, Jéssica Albiach, es poco conocida. En la CUP, en cambio, tienen el problema inverso: recelen del excesivo protagonismo de Dolors Sabater porque es contrario a su cultura política.

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Para el PDECat las elecciones son casi a cara o cruz: quedar fuera del Parlament dejaría tocado su proyecto político. Pero entrar, ni que sea con pocos diputados, le puede otorgar la clave de la gobernabilidad.

Mientras tanto la pandemia avanza y se prevé que el pico de ocupación de las UCI se logre solo cuatro días antes de las elecciones. Hay señales de que este hecho, y las noticias alarmantes que llegan del conjunto de España, está provocando debate entre los jueces del TSJC que tienen que decidir la fecha electoral. Si finalmente hay aplazamiento, la maquinaria electoral frenará de manera brusca y Salvador Illa quedará en unos limbos preelectorales. Y este habrá sido el cuadernillo electoral más corto de la historia del ARA.