Aliança Catalana seduce a las comarcas más "desatendidas" de Lleida y Girona
Los analistas creen que la extrema derecha catalana ha captado los discursos contra el centralismo de Barcelona, sumado al desencanto del Proceso y un voto de castigo contra los partidos tradicionales
Gerona / LéridaEl último barómetro del Centro de Estudios de Opinión (CEO) ha confirmado una sensación extendida en la Cataluña interior: el auge de Aliança Catalana (AC) en el tablero político catalán, que la sitúa como la tercera fuerza en unas virtuales elecciones autonómicas. Pero no sólo eso. En las demarcaciones de Lleida y Girona –de donde provienen precisamente las dos actuales (y únicas) representantes del partido en el Parlament, Sílvia Orriols, alcaldesa de Ripoll, y Rosa Maria Soberana, hija de Vinaixa (Les Garrigues)– se convertiría en la primera formación escogida. Pero, ¿cuáles son las razones que explican este presumible crecimiento exponencial de Alianza en tierras gerundenses y leridanas?
De entrada, la mayoría de analistas consultados por el ARA, además de recalcar, ante todo, la necesidad de inscribir el caso catalán en la ola global de extrema derecha, entienden que los habitantes de las comarcas del Eix Transversal (del Segrià al Gironès) tienen la sensación de estar. "Sienten que no tienen las mismas oportunidades que en las metrópolis, que no disfrutan de los mismos servicios públicos y ven cómo las oportunidades laborales se concentran en las grandes ciudades", defiende el politólogo Jordi Muñoz, que fue director del CEO entre 2021 y 2024. Y continúa: "La geografía política de AC- la responde: en pueblos y ciudades pequeñas y medianas, más que en las grandes ciudades".
Municipios pequeños y medios que se sienten "dejados de la mano de Dios"
Sobre la realidad leridana, Mariona Lladonosa, doctora en sociología y profesora de la Universidad de Lleida, concreta que Aliança Catalana "ha sabido canalizar muy bien la creciente percepción de precarización socioeconómica" en unas comarcas con "un gran peso migratorio", hasta el punto paradójico que "está creciendo el racismo en un territorio que explota laboralmente a los inmigrantes".
Joana Soto, profesora de comunicación en la Universidad de Lleida, que ha trabajado conjuntamente con Lladonosa, también destaca que "la falta de políticas públicas ha generado una percepción de desplazamiento y la sensación de que el mundo conocido se deshace". Todo ello, en Ponent, ha forjado "un carácter muy determinado" que, en palabras del filósofo segrianense Ferran Sàez, responde a la percepción de estar "dejados de la mano de Dios" en un contexto de exceso de burocracia en el campo, presión migratoria y de valores familiares que tradicionalmente forman parte de la idiosincrasia rural. "La derecha populista gana históricamente en los desiertos sanitarios, donde no hay servicios básicos garantizados", dice el abogado leridano Antoni Gelonch, buen conocedor del fenómeno ultra en Francia.
Paralelamente, en las comarcas gerundenses, la sensación de desatención quizá no sea tan intensa como en Lleida, pero también ha calado la percepción de que, en poco tiempo, el paisaje humano de municipios rurales como Arbúcies, La Bisbal d'Empordà, Olot o Ripoll, ha cambiado radicalmente. También Figueres o algunas zonas de Gerona ciudad. "Tenemos problemas evidentes como la pérdida de uso social del catalán o la crisis de la vivienda, que es fundamental, ya que implica una serie de factores, como que haya más gente en la calle, que vive en peores condiciones y que en muchos casos es gente venida de fuera, lo que provoca esta sensación de amenaza", defiende Maximiliano Fuentes, profesor de historia de la Universitat de Girona experto en el auge de los fascismos del siglo XX. Ante esto, Aliança, aunque tiene un programa económico "ultraliberal, cercano a los modelos trumpistas y de Milei", en lugar de plantear un punto de vista integrador, Fuentes resalta que propone "devolver a un pasado glorioso inexistente e inviable, de tiempo de Guifré el Pilós, aunque ninguna ciudad del mundo o país funciona".
El desencanto del Proceso
El segundo factor clave que explica la fuga de votos hacia el partido de Silvia Orriols es el fracaso del Proceso de independencia, especialmente latente en Girona, donde, según Fuentes, "las esperanzas eran más intensas que en otros lugares y donde todo ha terminado con un desencanto cada vez más profundo". Justamente sobre esta tesis, las leridanas Mariona Lladonosa y Joana Soto acaban de publicar El color de la discordia, un análisis que atribuye el avance de la extrema derecha al fracaso del 1 de octubre. "Lo que antes era un catalanismo de tradición social ahora se ha vuelto identitario e islamófobo", opina Lladonosa.
Sin embargo, el historiador Josep Maria Muñoz, autor del libro Un pesar infinito (2025), sobre los últimos 50 años de política catalana, y buen conocedor de la realidad olotina, matiza que la fuga de independentistas hacia Alianza no significa que los votantes se hayan vuelto xenófobos o que ya lo fueran en potencia: "Pensar que esta eclosión es la pirueta final de la frustración la otra, que quiere hacer ver que los independentistas eran un grupo de racistas y carlistas de las montañas de Olot, Ripoll y Vic", argumenta. Y replica: "Tiene más que ver con un voto de castigo contra los partidos clásicos". Muñoz, igualmente, sobre los resultados del CEO, recalca que hay que "tener cuidado de no inflar el globo y crear una profecía; históricamente hemos visto partidos con este auge, una edad de oro, que luego pasan a ser extraparlamentarios".
Voto de castigo contra los partidos tradicionales
El voto de castigo es, pues, la tercera razón primordial del mapa: tanto contra los partidos de izquierda, incapaces, incluso desde el gobierno del Estado, de hacer políticas contundentes en favor de retos como la vivienda, como sobre todo contra los independentistas que no culminaron el proceso, analizan los expertos consultados. Y quien parece que sufre especialmente este castigo es Junts, que, según Josep Maria Muñoz, ya no es capaz de albergar todo el espectro de la antigua Convergència y, "a raíz de la represión, tiene un problema muy grande de liderazgo con Carles Puigdemont".
En este punto, el ampurdanés Antoni Strubell, exdiputado de Solidaridad y miembro del ANC, también destaca otro factor clave: "Los atentados del 17 de agosto, la reacción al hecho traumático, tener un pelotón yihadista en Ripoll y que el Estado haya impedido cualquier investigación en cualquier investigación de la izquierda como el caso de la DGAIA".