¿Nos hacemos de derechas cuando compramos un piso?
El acceso a la vivienda se ha convertido en uno de los principales problemas para la ciudadanía
BarcelonaEn las últimas semanas, la vivienda ha vuelto a centrar buena parte del debate político, desde que Junts, PP y Vox rechazaron la regulación de los alquileres de temporada. El rifirrafe sobre qué legislación es más o menos adecuado se añade a un creciente malestar de buena parte de la ciudadanía, la cual ve como los precios de alquiler siguen batiendo récords, la vivienda pública se desarrolla con cuentagotas, y las medidas que se van proponiendo, como el tope al precio del alquiler, no tienen un éxito garantizado. Según datos del Instituto Nacional de Estadística de principios de septiembre, se acumulan ya 41 trimestres consecutivos con incrementos anuales de los precios de casas y pisos en el Estado.
No todo el mundo tiene los recursos para adquirir una vivienda y, a pesar de aspirar a ella, algunos no lo conseguirán. Quienes acceden entran en el reino de los propietarios (aunque sea con la ayuda del banco), un elemento de "estabilidad política", según Tocqueville, o de "reducción del conflicto y de las pulsiones revolucionarias", según Engels. Algunos estudiosos han argumentado que ser propietarios empuja a la gente a posiciones conservadoras, dado que les vuelve adversos al riesgo o los hace independientes en el ámbito financiero y, por tanto, menos sujetos a ciertas políticas públicas redistributivas. Los trabajos empíricos han dado cierta razón a esa intuición, con algunos matices. En países como Alemania, Suiza, Reino Unido o Dinamarca, comprar una casa ha ayudado a consolidar los "partidos de orden", que suelen ser las formaciones conservadoras –aunque en algún caso el rol lo juega el partido socialdemócrata. Sin embargo, en los últimos años también se ha detectado que los partidos de derecha radical pueden crecer entre los propietarios, sobre todo cuando la economía va afanada.
¿Y en nuestro entorno? Tanto los datos del Panel de Desigualdades de la Fundación Bofill como de la encuesta POLADO nos permiten seguir a los mismos individuos durante un período de tiempo (menos de una década) y ver qué ha pasado con sus actitudes políticas. El análisis nos revela que los propietarios de vivienda son, incluso antes de adquirirla, ligeramente menos de izquierdas que los que no lo son, aunque las diferencias sean pequeñas. Sin embargo, el patrón más relevante se observa entre aquellos que adquieren una propiedad. Con el paso del tiempo, y paulatinamente, inician un viaje hacia la derecha. Se trata de un viaje lento, pero relevante, dado que las actitudes políticas suelen ser difíciles de cambiar.
Con todo, este viaje hacia posiciones conservadoras no quiere decir que cambie necesariamente su voto, pero sí puede preparar a este elector para escuchar nuevas ideas políticas, vengan de donde vengan.
Uno de los principales problemas
El mercado inmobiliario, considerado como un activo inversor por mucha gente (hasta llegar a la especulación), y al abrigo de dinámicas financieras globales o del turismo, se ha ido convirtiendo poco a poco en uno de los principales problemas a ojos de la ciudadanía. Aparte del paro o el funcionamiento de la economía, dos cajones de sastre que suelen encabezar la lista, el acceso a la vivienda es ya, en las encuestas, uno de los tres primeros problemas más mencionados. La preocupación no alcanza, de momento, los niveles del ciclo anterior a las movilizaciones del 15-M, cuando la vivienda fue un ingrediente más del caldo de cultivo del malestar ciudadano.
La vivienda es un problema político de primer orden, en el que los valores y preferencias políticas suelen ser ampliamente confrontadas en función de las gafas ideológicas de cada uno. Esto se ve, por ejemplo, cuando miramos si las personas consideran que la oferta de alquiler es insuficiente: los partidos políticos de izquierdas suelen estar más de acuerdo que los de derechas o conservadores.
Sin embargo, el patrón cambia cuando hablamos de propiedad, un valor arraigado en nuestra sociedad. Somos, en términos generales, una sociedad que aspira a ser dueña de la vivienda. Como se ve en el gráfico, cerca de la mitad de simpatizantes de los partidos representantes en el Parlament de Catalunya consideran que la oferta de vivienda de compra es insuficiente. Los diferentes electores quieren priorizar el alquiler, pero aquellos que quieren priorizar la compra suelen ser, precisamente, aquellos que no son propietarios, un patrón que entiende pocas ideologías.
Hombres jóvenes, crecientemente sexistas
Se van acumulando los datos que nos indican que los jóvenes (y léalo sin el genérico, porque es sobre todo una cuestión del sexo masculino) son más conservadores, tienen más tendencia a votar la extrema derecha que otros grupos de edad y tienen actitudes más antipolíticas. La encuesta POLAT incluye una batería de preguntas sobre la cuestión y todas apuntan a la misma dirección. Por ejemplo, un 25% de chicos jóvenes no están de acuerdo con que la mujer sufre discriminación laboral por razón de sexo, un porcentaje diez puntos superior al de las chicas jóvenes. Unas cifras que, de hecho, han ido creciendo en el tiempo y en muchos indicadores el sexismo expresado por los jóvenes supera incluso el de las cohortes de edad más avanzadas.