Sánchez negocia a contrarreloj un impuesto a las energéticas que avalen Junts y ERC
La votación caótica en la comisión de Hacienda desnuda las debilidades de la mayoría pírrica del gobierno español en el Congreso
MadridEn una tarde-noche-madrugada insólita en la comisión de Hacienda este lunes, confluyeron los males de la compleja legislatura que Pedro Sánchez afronta en el Congreso. Se podría resumir en tres características: que Junts tiene la sartén por el mango, que la mayoría que permitió su investidura es plurinacional y no de izquierdas y que la formación de Carles Puigdemont y ERC mantienen una lucha fratricida por el valor de sus siete diputados . No por anunciados y sabidos estos tres atributos de la legislatura fue menos asombroso el caos que se desató en la votación de la reforma fiscal del gobierno español, que puso de manifiesto de nuevo un exceso de confianza de la vicepresidenta primera, María Jesús Montero. "Hasta el jueves tenemos muchas horas para llegar a acuerdos con las fuerzas parlamentarias", ha defendido el presidente español desde Brasil este martes. Sánchez sacó hierro así en el último episodio de la cámara española y defendió la mayoría plurinacional porque es mejor, dijo, que no poder articular ningún apoyo suficiente, en alusión al PP.
La clave es encontrar un impuesto a las energéticas que puedan avalar tanto a ERC como a Junts, que rechazó apoyarlo por la amenaza de Repsol de retirar inversiones de Catalunya. ¿Con qué fórmula piensa Sánchez? De aquí al jueves está abierta todavía la posibilidad de que por la vía de un real decreto se apruebe un impuesto a las energéticas que ofrezca deducciones a aquellas compañías que reinvierten sus beneficios en la descarbonización. En la práctica, se beneficiarían las grandes energéticas como Repsol. Así el PSOE quiere intentar poner de acuerdo a ERC, Bildu, BNG y Podemos, por un lado; y en PNV y Junts de la otra. Los republicanos, que condicionan su voto a ese impuesto, quieren tener un texto en las próximas horas, antes del jueves.
En esta legislatura, la Moncloa actúa desde la premisa de que Junts es el aliado más difícil y eso enoja a Esquerra. Hasta ahora la ha intentado cuidar la liturgia de las conversaciones con los junteros –que mantienen mucha discreción y con interlocutores definidos– y la formación independentista puede permitirse negociar sin preguntar de qué habla y qué acuerda el PSOE con el resto de actores, siempre que no vaya en contra de los pactos a los que Junts haya llegado. Este lunes, la única formación que salió satisfecha de la comisión de Hacienda es la de Carles Puigdemont, que desde el principio ha dejado claro que no tiene ningún interés en que se apruebe una reforma fiscal de mirada progresista.
Al inicio mandato ya se vislumbraba que en casos con fuerte carga ideológica como es la política de impuestos habría un problema: la derecha catalana y vasca estiraría hacia la derecha; y la izquierda estiraría hacia la izquierda. Para el PSOE sería muy complicado acercar las posiciones de ambos lados. "No son negociaciones sencillas porque los proyectos fiscales son troncales y cada partido quiere marcar su prioridad", admitía la portavoz de Moncloa, Pilar Alegría, este martes en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Lo que constata Alegría no lo calcularon bien los socialistas cuando, en un procedimiento parlamentario demasiado habitual, intentaron introducir por la vía de enmiendas cuestiones que los socios querrían haber abordado con mayor serenidad.
La rivalidad ERC-Junts
En la anterior legislatura el PSOE ya pecaba someter a sus aliados con operaciones in extremis que reducían el margen para negociar. Según ha podido saber el ARA, una conversación entre ERC y el ministerio de Hacienda este lunes por la noche cuando el proyecto de ley para fijar un 15% de impuesto de sociedades a las multinacionales parecía descarrilar, permitió salvar agónicamente una votación que habría dejado muy tocado al gobierno español. En este caso, otro de los componentes anunciados de la legislatura, la rivalidad entre ERC y Junts, también ha tenido mucho que ver.
"Ya tengo suficiente. Se acabó. Sus siete votos valen lo mismo que los nuestros. No voy a tolerar que la derecha catalana corrija lo que en mi país está destrozando ahora haciéndose el independentista aquí. Ustedes quieren ¿guerra? ¿Tendrán guerra", proclamaba indignada la diputada de ERC Pilar Vallugera la semana pasada en el Congreso en el contexto de una iniciativa sobre justicia. No se hizo viral esta intervención, pero reflejaba el sentimiento de los republicanos respecto a la nueva aritmética parlamentaria en la Cámara Baja. Era una forma de combatir la idea que intenta instalar Junts que ERC regala sus votos y Junts no.
Según la formación de Puigdemont, en la reforma fiscal los republicanos empezaron a subir su precio cuando vieron que Junts sacaba rédito de las negociaciones y que, incluso, pactaba un impuesto a la banca que, de entrada , sería de esperar que surgiera de un entendimiento con las fuerzas de izquierdas. En la comisión del lunes, ERC llegó a votar en contra del impuesto a las entidades financieras que Junts había pactado con PSOE y Sumar y que transfería la recaudación a las comunidades autónomas, algo que ahora los republicanos reclaman.
El trance de la reforma fiscal ha trastocado momentáneamente el plan de Sánchez de ligar de algún modo a los socios haciendo pivotar la legislatura en torno a la reconstrucción del País Valenciano a raíz de la DANA Especialmente, porque la catástrofe desgasta al PP por la gestión de Carlos Mazón, que no podrá sacar réditos de la nueva etapa teniendo en cuenta que quien movilizará más recursos será el Estado. Alberto Núñez Feijóo aún se guarda un posible as en la manga para este jueves: salvar el proyecto de ley sobre el 15% del impuesto de sociedades en las multinacionales para evidenciar que Sánchez no puede contar ni con sus teóricos aliados.