50 años de democracia

Franco: ¿por qué el dictador divide todavía la política española?

Los expertos apuntan a la carencia de políticas de memoria y al revisionismo histórico como parte de la guerra cultural

MadridCuando Pedro Sánchez anunció que en el 2025 organizaría una serie de actos institucionales para conmemorar los cincuenta años de "libertad", la reacción de la oposición fue airada. "Pueden desenterrar a Franco 100 veces y pueden actuar como nostálgicos del enfrentamiento entre españoles, pero eso no evitará que el resto queramos construir un futuro juntos [...]. Qué pereza", dijo el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y la extrema derecha de Vox fue más allá, añadió que se puede hablar "bien o mal" del dictador.

Este episodio es un ejemplo paradigmático de cómo, medio siglo después, la figura de Franco es un elemento divisivo de la política española. No hay consenso sobre la memoria histórica entre la derecha y la izquierda y, es más, existe un nuevo enaltecimiento del franquismo que está cuajando en las capas más jóvenes de la sociedad. El ejemplo más claro es el discurso del diputado de Vox Manuel Mariscal, de 33 años, en lo alto del atril del Congreso: "Y gracias a las redes sociales muchos jóvenes están descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue una etapa oscura como nos vende el gobierno, sino de reconstrucción, progreso y reconciliación".

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Pero, ¿por qué es así? Sobre todo por la carencia de políticas de memoria histórica. Es una conclusión a la que llegan todos los expertos consultados por este diario. Las políticas de memoria, tal y como remarca la socióloga Marta Rovira, llegaron al Estado "muy tarde y mal", hacia los años 2000, lo que impidió que las víctimas de la dictadura participaran en el proceso. Jordi Guixé, historiador y director del Observatorio Europeo de Memorias, añade que quien dedicó más esfuerzos a realizar este tipo de políticas fue el propio Franco durante el régimen. Pone un ejemplo concreto, el del lema propagandístico de los "25 años de paz", que se ideó desde la dictadura en 1964 para contrarrestar los efectos de la represión. Todo esto, dice Guixé, va calando y pasa de generación en generación y afecta a la "moral" de las personas, teniendo en cuenta el apoyo de la Iglesia al movimiento nacionalcatólico.

Nico Sesma, autor del libro Ni una, ni grande ni libre: la dictadura franquista (1939-1977), considera "grave" que todavía hoy no haya una "condena de base" del régimen dictatorial. Habría que estar, afirma, sólo por "posicionamiento democrático". "Se puede discutir sobre lo ocurrido durante la guerra, pero de la dictadura debería haber una condena de partida", deja claro, "solo por posicionamiento democrático", repite.

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El revisionismo histórico, fenómeno global

El posicionamiento de la derecha tiene que ver con el papel histórico en la dictadura. El PP, sucesor de Alianza Popular, nunca ha querido condenar al régimen, remarca Rovira, lo que ha formado parte de su cultura política. Con los años, no se ha suavizado su discurso, sino todo lo contrario: la competencia con la extrema derecha de Vox ha tenido efectos. Nico Sesma explica que en la guerra cultural que hace la extrema derecha a escala global está también el flanco de la memoria histórica. "El revisionismo histórico forma parte de las corrientes globales", afirma, además de poner el ejemplo de Francia, donde la extrema derecha utiliza el mismo tipo de estrategias con el mariscal Philippe Pétain, jefe del gobierno del régimen colaboracionista de Vichy. "Dicen que deben separarse el héroe de la Primera Guerra Mundial y el dictador, o que hubo judíos franceses que no fueron expatriados [...].America first aplicado a la historia", dice Sesma.

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Rovira diferencia esta actitud del fascismo actual, que define como "nostálgica", del fascismo del siglo XX, que era "futurista". Es decir, la extrema derecha actual habla de un pasado inexistente para contrarrestar las políticas de memoria, por ejemplo con las leyes de gobiernan y que están pendientes de revisión por parte del Tribunal Constitucional.

Para Guixé, es necesario que la derecha se refleje en la política de memoria de los democristianos de Angela Merkel, que fue la presidenta, dice, que invirtió en más memoriales y, además, hizo una obligación para los escolares visitarlos. interés electoralista", sentencia, además de ser crítico con la izquierda por no actuar aún con más contundencia.

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Los datos

El otro factor alarmante, dicen los expertos, son los datos en relación con lo que piensa la sociedad española actual del franquismo. De acuerdo con el CIS, hay un 21,3% de los ciudadanos del Estado que creen que los años de la dictadura fueron "buenos" o "muy buenos". Para Nico Sesma, lo preocupante no es tanto la cifra –dice que en Europa del Este con las dictaduras comunistas también hay datos de apoyo similares– como el perfil de los ciudadanos que tienen esa opinión. "No se trata de personas mayores que quizá echen de menos el pasado, sino de hombres jóvenes", remarca. "Probablemente proyecten los problemas del presente hacia el pasado, puesto que Vox les presenta una época totalmente idealizada que no existe".

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Si bien la falta de políticas de memoria es el principal problema en España, ¿por qué una parte de los más jóvenes, que ya han sido receptores de esta política, pueden tener esta opinión? Guixé admite que no se ha afinado lo suficiente con las iniciativas. Para empezar, el director del Observatorio de Memorias dice que no se ha sabido transmitir al alumnado lo que realmente ocurrió, "hay una desconexión de las nuevas generaciones con la realidad". Y, por otra parte, cree que se ha producido una "banalización" de los conceptos, sobre todo en la esfera política y mediática, que no ayuda a transmitir la "trascendencia" de los hechos. Se refiere al uso de las palabras nazismo y fascismo en el debate público.

Por eso pide más implicación del ámbito educativo: cree que debería ser parte del currículo visitar lugares de memoria, como el refugio antiaéreo de Agramunt o las rutas del exilio. En el caso de Catalunya, apunta, la situación es mejor, pero porque "se vive de renta", en alusión a la labor que se hizo "de 2007 a 2011". Pero echa de menos presupuesto: "Mi visión es que somos muy legislativos, de leyes, pero después no tenemos poder ejecutivo", acaba.