Margarita Robles, una ministra felipista en el punto de mira

“Por mi experiencia política puedo decir que cuando se pide la cabeza de alguien, este alguien queda automáticamente blindado”. Una ministra del gobierno español opinaba de este modo cuando se le preguntaba por las peticiones de dimisiones por el espionaje a independentistas catalanes, y que se dirigen básicamente al ministerio de Defensa, del cual depende el CNI. Margarita Robles (León, 1956) no es una cualquiera en el ejecutivo de Sánchez. Como secretaria de estado de Seguridad en el último gobierno de Felipe González, a las órdenes de Juan Alberto Belloch, Robles representa el nexo entre Pedro Sánchez y el viejo PSOE felipista, el más genuinamente jacobino y que se siendo más identificado con el Estado. No en vano en el primer ejecutivo de Sánchez hacía tándem a menudo con otro viejo socialista de pro como Josep Borrell.

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Robles considera que su papel en esta crisis es defender el CNI de los ataques de los independentistas y apaciguar así al deep state, con el cual hace de puente. Precisamente, la portada de El Mundo de este martes era especialmente elocuente: "El CNI señala a Sánchez por dinamitar su prestigio internacional”. O sea, el deep state considera que todo lo que sea dar veracidad a las acusaciones de espionaje, por ejemplo anunciando un “control interno” en el CNI, va en contra de la imagen exterior de los servicios secretos españoles. Con la amenaza de esta portada sobre la mesa, Robles hizo ayer el papel de defensora a ultranza del CNI. E incluso se permitió recordar a un senador de Bildu que “la denuncia falsa también es un delito”, en el supuesto de que hubiera una actuación judicial contra el CNI. A la senadora de ERC Mirella Cortés la llegó a acusar de ”ir en contra de los principios democráticos” y de hacer “imputaciones sin ningún tipo de prueba” omitiendo los informes de Citizen Lab.

Ministra crítica con UP

Robles es también la ministra más crítica con Unidas Podemos y la que tiene una mejor valoración entre el electorado más conservador. Sin ir más lejos, el pasado viernes el ex vicepresidente Pablo Iglesias la invitó, durante la presentación de su libro en Barcelona, a marcharse a un PP “donde sería muy bien recibida”.

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Pero como decíamos, Robles está en una situación de fuerza dentro del ejecutivo. ¿Por qué? Pues porque es de las pocas personas que no deben el cargo a Sánchez, puesto que este la vino a buscar en mayo de 2016 cuando necesitaba rostros con experiencia para su candidatura. Robles, que entonces era magistrada del Tribunal Supremo, aceptó la oferta de ir de número dos por Madrid, un lugar que había dejado vacante Meritxell Batet para ir a competir por Barcelona. Su influencia sobre Sánchez es, desde entonces, significativa. Demasiado para que ahora sea una pieza fácil de sacrificar debido al Catalangate.