Jordi Cuixart: "La mesa de negociación está condenada al fracaso si no se escucha a la gente"
BarcelonaEl presidente de Òmnium, Jordi Cuixart (Santa Perpètua de Mogoda, 1975), recibe al ARA en el pueblo de las Garrigues, donde está con su familia después de recuperar la libertad.
Usted me dijo en Lledoners que quería salir de prisión como presidente de Òmnium. Lo ha hecho y celebran los 60 años.
— Sí, es verdad, recuerdo la conversación y sí que estamos de celebración, estamos de enhorabuena, claro que sí.
¿Qué es lo que se hace más extraño de la libertad?
— Los primeros días me sorprendió mucho el montón de cosas que hace la gente con libertad física, los impactos, el ritmo frenético. Ahora me cuesta encontrar media hora para poder hacer meditación y estar conmigo mismo y solo.
¿Cómo se reconvierte la relación con el resto de presos después de tanto tiempos juntos? ¿Se llaman?
— Yo les hecho mucho de menos. He estado más años con ellos que con mis dos hijos, y les quiero mucho. Lo hacíamos todo juntos y no nos pasábamos el día hablando de política porque no habría sido saludable. Los políticos fueron capaces de decir “De acuerdo, hay disensos, pero en el día a día tenemos que estar juntos”. Y yo lo agradecí mucho.
Usted diferencia entre los presos políticos políticos. Usted en teoría no es político...
— No, y en la práctica tampoco. Yo soy un activista y, por lo tanto, tengo muy claro que lo que hacen los activistas es presionar a los poderes, los gobernantes, los políticos para que escuchen la voz de la ciudadanía. Yo no soy político pero sí que es cierto que nosotros intentamos incidir en la política con el máximo de eficiencia posible.
¿Qué sentido tiene Òmnium 60 años después?
— Mucho. Nuestros fundadores, Riera, Millet, Carulla y Cendrós, crean unos imperios industriales pero al mismo tiempo tienen la generosidad de complicarse la vida. Estos hombres eran activistas. E igual que ellos ejercieron la desobediencia civil formando maestras de catalán cuando no se podía hacer, nosotros hemos ejercido la lucha no-violenta y la desobediencia civil cuando ha sido oportuno en defensa también de los derechos fundamentales.
¿En algún momento tuvo miedo de que lo pudieran ilegalizar?
— Sí, al principio sufría pero creo que no se han atrevido a ilegalizar Òmnium y esto es mérito de la sociedad catalana. Que no se atrevieran a ir en contra de Tv3, contra el modelo de escuela catalana... Quiere decir que la gente tiene mucha más fuerza de la que se cree. Aquí hay muchas más victorias que con el paso de los años las acabaremos poniendo en valor. Fue un acierto también cuando decidimos devolver las subvenciones públicas y tener un presupuesto 100% privado.
¿Òmnium ha tenido que recuperar más perfil político que hace 20 años?
— Òmnium, es decir la lengua y la cultura catalanas, ha estado tanto al servicio de la cohesión social como de la vertebración del catalanismo. Por eso este catalanismo es tan transversal e inclusivo en una sociedad como la nuestra, donde el hecho migratorio es estructural, y no nos hemos tirado la lengua y la cultura por la cabeza, al contrario. Somos un solo pueblo, y este pueblo está en construcción permanente. Por eso es inevitable que Òmnium sea una entidad politizada, pero no un partido político.
¿Cree que en algún momento se ha puesto en peligro este un solo pueblo?
— Es evidente que en el estado español ha habido una estrategia para intentarnos fracturar como sociedad. ¿Y cómo se hace? Pues por ejemplo haciendo que se pierdan puestos de trabajo. Es una animalada lo que hizo el Estado de potenciar que empresas pudieran irse de uno de sus territorios.
¿Los indultos son una victoria?
— Que nosotros hoy podamos estar aquí haciendo esta entrevista bajo este abedul es una victoria del conjunto de la sociedad catalana porque el estado español no nos ha podido mantener más tiempo en prisión. Pero el indulto no es la solución porque tenemos más de 3.000 represaliados y estamos viendo cómo la represión no solo no se para sino que va a más.
¿Cómo se puede presionar para conseguir la amnistía?
— Desde la sociedad civil tenemos que seguir presionando a nuestros políticos para que encuentren la manera de dar respuesta. Entramos con doscientas mil firmas en el Congreso e iremos insistiendo y persistiendo en la idea de que parte de la solución del conflicto es el fin de la represión y esto pide una ley de amnistía.
¿La sociedad catalana está movilizada o es movilizable en este momento como lo fue en 2017?
— Yo soy optimista. Nosotros vemos cómo la gente mes tras mes reafirma su compromiso con la entidad y cómo cada año recibimos nuevas altas de socios. El covid está haciendo estragos y esto no nos permite movilizarnos en la calle como nos gustaría. Pero cuando afloje tendremos que volver a salir a las plazas y calles para presionar a los poderes, todos, el judicial también.
¿Y la gente sería receptiva a esta llamada a salir a la calle?
— Tenemos que seguir con todo el cuidado que pide la situación de pandemia, pero nosotros confiamos en volver a tener un 11-S en que la movilización vuelva a mostrar que la gente sigue queriendo ejercer los derechos condenados por el estado español. El indulto también persigue mandar un mensaje a la sociedad catalana: “Ey, a estos les hemos perdonado pero vigilad que si vosotros os manifestáis quizás no tendréis tanta suerte”. La única manera de combatir este efecto es saliendo a la calle y volviendo a protestar.
Usted ha tenido suerte con su “Lo volveremos a hacer”. ¿Qué es lo que volveremos a hacer?
— Ejercer derechos fundamentales. A mí se me encarcela por haber convocado una manifestación, por haber ejercido la libertad de expresión y porque he presionado a nuestros políticos para que hicieran un referéndum. Cuando le digo al Supremo “Lo volveremos a hacer”, ni es chulería ni se pedantería, sino decir que estoy ejerciendo mis derechos. La sentencia lo que dice es que tú tienes derecho a manifestarte siempre que no influyas en los políticos. Hombre, usted me dice que no gane nunca, y cuando yo me manifiesto contra el cambio climático es porque quiero revertirlo.
¿Usted está hoy en libertad por la presión internacional, por los intereses del PSOE en el Congreso o por todo?
— Ha sido la suma de factores pero para mí el más determinante ha sido la presión internacional y la de la sociedad catalana. La presión internacional para mí es el exilio y los tribunales europeos, que se han expresado de manera clarísima, y el Consejo de Europa o la ONU. Ni los que se creen fuertes están tan fuertes ni los que podríamos tener la tentación de creernos que estamos en una situación de debilidad, no lo estamos. Una prueba de esto es que el señor Pedro Sánchez había dicho “No habrá indultos” y ya veremos cuánto duran, pero ha habido.
¿Qué quiere decir cuánto duran? ¿Se ve en prisión de nuevo?
— La sala tercera del Tribunal Supremo todavía tiene que decidir cosas. Para mí volver a prisión no es una opción nada descartable. Y sería un error que esto condicionara nuestra acción como activistas.
¿La cárcel no condiciona la mirada?
— No tengo ganas de entrar en prisión, pero también tengo la gran suerte de que ya sé lo que es. Yo ya le he perdido el miedo y no será un límite a mi actuación. Lo que pedimos es que tampoco lo sea para el conjunto del movimiento. De hecho, yo me movía con el parámetro de cumplir toda la pena. Me alegro de haberme equivocado.
Continuará la batalla judicial.
— Soy el único ciudadano de la UE que ha decaído en su derecho a una segunda instancia judicial porque no estaba aforado. Pues, señores, si quieren me vuelven a encerrar y nos vemos en Europa. Y cuando llegue la sentencia legitimará todo lo que hemos hecho y el movimiento todavía tendrá mucha más fuerza.
¿Cuál es el mandato del 1-O?
— El 1-O es un patrimonio colectivo del que emanan las decisiones que tienen que tomar los políticos. Es muy importante que todos sepamos estar en el lugar que nos corresponde. No es lo mismo un activista que el president de la Generalitat. Para nosotros el 1-O es esto: un acto de desobediencia civil ejemplar en Europa.
¿En algún momento temió que hubiera más violencia?
— Los estados acostumbran a provocar el movimiento no-violento para que haya gente que rompa la disciplina no-violenta. Creo que aquí también todos juntos tenemos que empezar a distinguir entre pacifismo y lucha no-violenta, que son cosas diferentes. La lucha es sencillamente acción que no es violenta, pero es acción: es movilización, es sacar gente a la calle, es impedir con tu propio cuerpo que la policía te pegue. ¿Cómo puedes garantizar que alguno de los centenares de miles de personas que están recibiendo los golpes de porra de la policía rompa la disciplina no-violenta? Es un riesgo, pero una vez más se demostró que la sociedad catalana actuó con una actitud ejemplar.
Usted dice que JxCat y ERC no están tan lejos. ¿Pueden acordar una estrategia común?
— El objetivo que tenemos es volver a redefinir una estrategia compartida. Entre otras cosas porque ni la CUP ni Junts ni ERC ni los comuns están tan lejos. La mesa de negociación está condenada al fracaso si no se escucha a la gente. Si intentan hacer una mesa que solo responde a los intereses coyunturales, electorales o del tipo que sea pero sin escuchar la voz de la ciudadanía, no saldremos para adelante.
¿Cree que puede no fracasar?
— Tengo plena confianza en que los políticos harán de políticos y para mí la buena política es aquella que es capaz de escuchar la ciudadanía. Yo estaba en Soto del Real y oía a los políticos que se presentaban a las elecciones españolas: “Yo no voy a dialogar, yo no voy a sentarme a hablar...” Escuche, señor político, es que usted tiene la obligación de hablar con todo el mundo, con aquellos con quien está de acuerdo y sobre todo con aquellos con quien no lo está.
¿Pedro Sánchez tiene algún margen con el PP presionado por Vox, con un sistema judicial politizado, etc.?
— Tiene todas las herramientas a su alcance. ¿O qué creemos que es, esto de la política? Es tomar decisiones valientes. ¿O resulta que como está el PP y Vox renunciamos a la democracia? Ante el reto de la extrema derecha lo que no puedes hacer es ceder terreno. Pues, señor Sánchez, usted ahora tiene posibilidades reales de revertir la situación.
¿Hay un problema de calidad democrática en España?
— España es una democracia pero quizás lo era menos de lo que creíamos. Hay un Tribunal Supremo que controla absolutamente toda la vida política del Estado, y esto no es normal.
¿Echa de menos más voces españolas que digan “La calidad democrática no es suficiente”?
— Yo estoy muy agradecido a mis amigos Trueba, Sánchez-Cuenca, Alberto San Juan... pero también ha habido silencios clamorosos. Ostras, ¿a nadie le sorprende que el presidente de una entidad cultural pueda estar en prisión? También van viendo que no es que nosotros hayamos despertado la bestia del fascismo, es que ya estaba y ahora les ataca a ellos. Yo no tengo ningún problema por confraternizar con todos los demócratas del estado español y del mundo entero, pero no podemos renunciar a nuestras convicciones en nombre de una cierta fraternidad.
¿Le sorprendieron las reacciones a su abrazo con Iceta?
— Lo primero que hice como presidente de Òmnium fue irle a ver y decirle: “Escucha, aquí tenemos un gran consenso de país alrededor de la escuela catalana y la lengua. El PSC estará, ¿verdad?” Él me dijo que sí. Por eso tengo muy claro que cuando veo al señor Miquel Iceta lo veo a él y a todos estos grandes acuerdos y, por lo tanto, yo no jugaré con fuego y a confrontarnos entre ciudadanos de Catalunya.
¿Ha pensado en dedicarse a la política, a dar este paso?
— No. No me dedicaré a la política. A mí ser activista me hace muy feliz y ser político creo que no lo haría.
¿Cuál es su prioridad, ahora?
— Seguir siendo útil en la fábrica pero también devolver a mis hijos todo lo que la cárcel les ha quitado. Han sido las víctimas reales de la represión porque yo he seguido haciendo de presidente de Òmnium pero a ellos les han quitado un padre durante cuatro años. Y estoy seguro de que el día de mañana también entenderán que lo hice porque les quiero.