El Pacto de los dos Pedros
BarcelonaEntre el 1356 y el 1375 hubo un conflicto entre la Corona de Aragón y la de Castilla que se conoció como la Guerra de los dos Pedros, en referencia a los respectivos monarcas, Pedro el Ceremonioso y Pedro el Cruel. Este miércoles 15 de septiembre lo que se produjo en el Palau de la Generalitat fue el Pacto de los dos Pedros, puesto que de alguna manera el president de la Generalitat, Pere Aragonès, y el presidente español, Pedro Sánchez, vincularon sus respectivos futuros políticos a la mesa de diálogo.
Los dos necesitan que funcione o, al menos, que tenga una vida larga, para sus intereses respectivos. Sánchez necesita el apoyo de ERC en el Congreso, y Aragonès necesita demostrar que la apuesta de los republicanos por el diálogo tiene recorrido. Este miércoles ha quedado muy claro que los dos entienden la posición del otro y que a los dos les conviene que el proceso negociador no encalle apenas empezar. Sobre todo porque los dos tendrán que pasar una reválida dentro de dos años en la que se juzgará el resultado de la mesa: Aragonès se someterá a una cuestión de confianza en la que tendrá que exponer en la cámara catalana cuáles son los frutos del diálogo (será interesante ver qué votan el PSC y los comuns), mientras que Sánchez se tendrá que presentar a unas elecciones en las que buscará que los ciudadanos legitimen con sus votos su apuesta con Catalunya.
Recordemos que Sánchez se presentó a las últimas elecciones con un discurso muy duro contra el independentismo que después se vio obligado a rectificar. El presidente español, por lo tanto, no tomará ninguna decisión estructural sobre Catalunya sin haber recibido antes el visto bueno del electorado.
Difícil equilibrio
Son, pues, dos años en los que las dos partes tendrán que encontrar un equilibrio muy difícil. Unos tendrán que poder decir que la mesa ha dado suficientes frutos para seguir por este camino (reforma del delito de sedición, cambio de la ley del Tribunal de Cuentas, blindaje del catalán en la escuela, etc.), y los otros tendrán que poder defender que no hay ningún privilegio para Catalunya y que se trata de reformas que refuerzan la democracia y el estado autonómico.
Los dos Pedros tienen que hacer este viaje en medio del fuego cruzado entre el independentismo más encendido y el españolismo más rancio, que coinciden en su oposición a la mesa. En el caso de Aragonès, el adversario lo tiene dentro del propio Govern, puesto que Junts difícilmente rectificará los nombres que ha propuesto y no parece muy incómodo fuera de la mesa.
En ERC confían en que la propia dinámica de la mesa (que han preparado a conciencia) facilite unos primeros acuerdos, y esto de paso hará aumentar la presión sobre Junts y hará aflorar sus diferencias internas. Pero el precio que tiene que pagar Aragonès mientras tanto es el de proyectar la imagen de un gobierno dividido y una cierta rebaja de su autoridad presidencial.
En el fondo Aragonès juega dos partidas simultáneamente: una con el PSOE y otra con sus socios de Junts (y de paso la CUP). A corto plazo la no ampliación del aeropuerto (un titular que a los dos Pedros les convenía minimizar) tendría que facilitar la aprobación de los presupuestos, cosa que le daría oxígeno para aguantar hasta la cuestión de confianza. La incógnita es saber qué pasará si Junts aumenta la presión para hacer descarrilar la mesa y si, en este escenario, ERC se atrevería a pulsar el botón rojo y gobernar en minoría. De momento, sin embargo, se aplica la filosofía Simeone: partido a partido.