La praxis maragallista: visión, vínculo personal y honestidad

Su herencia es una manera de entender la política

David Miró
2 min
La praxi maragallista: visió, vincle personal i honestedat

SubdirectorPasqual Maragall pasará a la historia como el hombre que convirtió a Barcelona en la metrópoli global que es hoy, una ciudad-marca que deslumbró al planeta con sus Juegos Olímpicos y que todavía hoy vive de ese episodio. Pero, visto con ojos del 2021, la herencia más interesante de la figura del exalcalde y ex president es la de una manera de hacer política, de concebir la acción pública, que hace que hoy haya maragallistas en casi todos los partidos (excepto en la extrema derecha).

¿Cuál sería, pues, la praxis maragallista? Su primer ingrediente sería la preeminencia de las personas por encima de las estructuras de los partidos y las ideologías. Maragall se inscribía en la corriente histórica de las izquierdas catalanas, pero era flexible y nada dogmático a la hora de conformar equipos porque lo que le interesaba era su proyecto transformador. Tal como escribe Joan Fuster-Sobrepere en Pasqual Maragall. Pensament i acció (La Magrana, 2017), “la creación de vínculos personales -que a partir de un momento se extenderían al ámbito internacional y que acababan constituyéndose en redes de tipo diverso- era el método Maragall”.

La consecuencia de este método era una gran capacidad de atraer talento (Oriol Bohigas, Xavier Rubert de Ventós, Maria Aurèlia Capmany...) y de construir equipos compactos que eran como una familia. De aquí también esta idea de que los equipos de Maragall eran como una élite ilustrada, como un club privado con el derecho reservado de admisión.

Pero él no tenía para nada esta concepción. No tenía ningún problema en reconocer que el gran proyecto de transformación de Barcelona no lo había inventado él, sino que era producto de medio siglo de reflexión (desde Rubió y Tudurí), y tampoco le pesaba hablar bien del alcalde Porcioles. Su mérito fue hacer en una década lo que otras ciudades habían hecho en un siglo, y además sin el cobijo del Estado.

Por eso, por su idea de la cooperación y de la ciudad como un ser vivo, Maragall cuidaba la colaboración público-privada y supo tejer complicidades tanto con los sectores económicos como con las asociaciones vecinales. El alcalde, políglota y cosmopolita, se movía bien por las moquetas de la parte alta, pero también por los barrios desfavorecidos. Porque el contacto con la gente es otro pilar de la praxis maragallista, que no dudaba en instalarse con su mujer en casas de los dirigentes vecinales de los diferentes barrios para conocer de primera mano su realidad.

Maragall 'president'

Cuando llegó a la presidencia de la Generalitat la preeminencia de los partidos en un gobierno de coalición le impidió repetir el modelo que había aplicado a la ciudad. Pero tuvo suficiente visión como para impulsar el Estatuto para actualizar las relaciones entre Catalunya y España (antes de ver cómo su sueño federal se volatilizaba) y dar un fuerte impulso a políticas públicas que los gobiernos de CiU habían desatendido, con la Ley de Barrios como estandarte.

Visto con perspectiva, y en comparación con su némesis, Jordi Pujol, llama la atención la ausencia de escándalos de corrupción relacionados con su figura. El maragallismo también era esto. Una idea de hacer política, de la ciudad, del país y del mundo donde el beneficio personal no entraba en la ecuación.

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