Pedro Sánchez, de Fuenlabrada a la Casa Blanca
MadridSiempre se ha dicho que todo político resulta más valorado en el extranjero que en su propio país. Alguien explicó con ironía que esto es así porque afuera no tienen que aguantarlo cada día. Sea como sea, el hecho es que el liderazgo y la popularidad del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, van en aumento en la escena internacional, mientras que dentro de casa las encuestas no acaban de dejar claras cuáles son sus expectativas electorales. Los especialistas en sondeos preelectorales se rompen la cabeza para averiguar el futuro de los socialistas en general y de Sánchez en particular, y no se ponen de acuerdo. Debe de ser por eso que el presidente del gobierno ha decidido dedicarse últimamente al ámbito internacional y utilizar el avión oficial como quien coge un taxi.
La mejor noticia que ha recibido en los últimos días en este terreno es que el próximo 12 de mayo, el día que empieza la campaña de las autonómicas y municipales del 28 del mismo mes, será recibido por el presidente norteamericano, Joe Biden, en la Casa Blanca. Un éxito de la Moncloa, sin duda, y del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en particular. Se trata de una cita nada improvisada, fruto de un trabajo intenso para obtener reconocimiento, que ha utilizado para este objetivo todas las palancas que el gobierno ha ido encontrando en su camino en los últimos años. Las iniciativas de España sobre Ucrania y Marruecos, por ejemplo, forman parte de esta estrategia, y de las opciones que Sánchez ha sabido aprovechar –como la cumbre de la OTAN en Madrid el año pasado– para ir ganándose la confianza de la administración norteamericana.
Quedan ya muy lejos unas imágenes que a Sánchez se le clavaron como un cuchillo en la espalda. Se trata de aquella secuencia, más bien cómica, en la que el presidente del gobierno se hizo el encontradizo con Biden en un pasillo de la sede de la OTAN en Bruselas, en junio de 2021. Este paseo de unos cincuenta segundos, durante el que el presidente norteamericano ni siquiera giró la cara hacia su colega español, forman parte del archivo de despropósitos de la Moncloa. Y no tanto porque Biden ni se molestara en mirar al dirigente que lo abordaba para cuchichear no se sabe muy bien qué a la oreja presidencial de los Estados Unidos, sino por las consecuencias que el episodio tuvo. Poco después, Sánchez hizo cambios importantes en su entorno, que no fueron solo delante de la cartera de Exteriores.
En efecto, José Manuel Albares entró en el gobierno en julio de 2021, apenas un mes después de la escena de Sánchez persiguiendo a Biden por el dicho pasillo. Y este cambio, unido lógicamente al deseo del presidente español de obtener un trato de primer nivel con la administración norteamericana, ha condicionado muchas decisiones posteriores. En primer lugar, sobre Marruecos y el futuro del Sáhara, si es que alguna vez ha tenido alguno de la mano de las Naciones Unidas. Fue en enero de 2022 cuando Albares se plantó en Washington para encontrarse con el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken. Aquello fue mucho más que una primera aproximación.
El ministro de Exteriores volvió a Madrid con una cartera llena de mensajes y proposiciones para el presidente del gobierno. Marruecos y el Sáhara eran de las más importantes. Sánchez no ha explicado nunca con un mínimo detalle por qué la posición del gobierno sobre la antigua provincia española cambió entonces de manera tan radical. Pero es muy evidente. Lo hemos comprobado en el debate de esta semana en el Congreso, donde lo que hizo el líder socialista fue desafiar a la oposición a que le proporcionara un plan alternativo al de las buenas relaciones con Rabat. Sánchez no quiere que su ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tenga que volver a afrontar otro asalto a las vallas de Ceuta o Melilla. Fue el año pasado cuando al menos 23 inmigrantes murieron en el intento de llegar a territorio europeo por este último punto, un hecho que dejó unas imágenes crueles, muy impactantes. Y en mayo de 2021 en Ceuta el gobierno había tenido que hacer uso de fuerzas del ejército para devolver a Marruecos a centenares de inmigrantes que habían conseguido pasar la frontera.
Estos son algunos de los antecedentes de las complejas relaciones con Marruecos. Pero hay que ver también la evolución de la posición de otros países sobre el Sáhara. En agosto del 2022 el gobierno alemán manifestó su apoyo al plan marroquí de una supuesta autonomía para este territorio, una idea también bien vista por los americanos. Pues dicho y hecho. Sánchez ha abierto una nueva etapa con Rabat –al precio de una crisis con Argelia–, y lo que le toca es tomar tila cuando alguien de Podemos o su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, dice que cuando hablamos de Marruecos estamos hablando de una dictadura.
El islote de Perejil
"Quiero sacar a España del rincón de la historia", decía José María Aznar para justificar su apoyo a George Bush y la guerra de Irak. Sánchez ha optado por otro camino. Para acabar de explicar sus motivos se puede recordar qué decía el antiguo secretario de Estado norteamericano, el general Collin Powell, sobre el conflicto de la isla de Perejil, cuando fue “invadida” por Marruecos. Se refería a la tensión que se provocó, con llamadas reiteradas de Ana Palacio, la ministra de Exteriores de Aznar, sobre “this stupid island”. El escritor Lorenzo Silva ha recreado la aventura para “reconquistar” la isla en su relato Viento de levante, donde recuerda cómo inició su intervención el antiguo ministro de Defensa del PP Federico Trillo, cuando fue a las Cortes para explicar la actuación del ejército sobre el terreno. La descripción de Silva acaba diciendo que el mérito de la operación fue sacar de aquel islote a los “seis infelices” marroquíes con los que se encontraron las fuerzas españolas.
Se entiende que Sánchez no tenga interés en repetir experiencias similares. Acaba de ir a China. Hablará con Biden. Y de Ucrania y del nuevo orden mundial. Pero el problema lo tiene aquí, en España. El PP no afloja. Algunas encuestas dicen que el PSOE tiene perdidas las generales. Otras lo niegan. Sánchez ha optado por la ley y los planes sobre vivienda para remontar. Este domingo tiene un acto en Fuenlabrada (Madrid) para picar piedra preelectoral. Qué lástima –pensará– que para hacerme entender y querer tenga que ir a la Casa Blanca: ahí sí me entienden.