El Proceso que terminó en el punto de partida

Hace 15 años se hablaba del pacto fiscal y ahora se negocia una financiación singular tras el fracaso del proceso de independencia

22/11/2025

BarcelonaEl día que nació el ARA, el 28 de noviembre del 2010, José Montilla era president y Catalunya estaba bajo el impacto de la sentencia del TC que había recortado el Estatut. Pero al final del día ya había un nuevo presidente in pectore, Artur Mas, y se adivinaba un cambio de ciclo político después de siete años de gobiernos tripartitos de izquierdas. En el programa electoral de CiU se incluía la promesa de negociar con Madrid una especie de concierto económico que se llamó pacto fiscal. Quince años más tarde puede afirmarse que estamos allí mismo, pendientes de una negociación para mejorar las cuentas de la Generalitat. Pero ahora no se le dice pacto fiscal sino financiación singular, y quien lo negocia no es CiU, que ya no existe, sino ERC. Leyendo esto alguien podría pensar que en estos 15 años no ha pasado nada relevante, pero en realidad han sido los años más convulsos y emocionantes de la política catalana quizás desde la época republicana. Es la gran paradoja de esos 15 años.

Habitualmente se sitúa el inicio del llamado Proceso en la manifestación independentista de la Diada del 2012. El ARA tenía entonces menos de dos años de vida y muchas de las portadas las ocupaban las protestas sociales que provocaban los recortes provocados por la crisis económica. Visto con perspectiva es evidente que la constatación de que España no aceptaba las demandas de autogobierno de Catalunya, sumando el deterioro de las finanzas de la Generalitat, constituyó un cóctel explosivo que empujó a amplios sectores sociales que entonces se consideraban nacionalistas o federalistas hacia el independentismo. El giro fue muy evidente en CDC, que en el 2012 se propuso ya como objetivo programático la consecución de un estado propio y Artur Mas pasó de ser considerado por Madrid como líder moderado a un peligroso soberanista que prefería pactar con ERC antes que con el PP.

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El giro político fue acompañado de unas movilizaciones masivas que traspasaron fronteras y galvanizaron una comunidad política que representaba aproximadamente la mitad de la población catalana (mayoritariamente catalanohablante, pero no sólo), y que a partir de entonces se convirtió en un actor político desligado de los partidos y articulado a través de la Assemblea Nacional Catal. El Proceso no puede entenderse sin este factor: las personas que participaban en las movilizaciones y en los referendos se sentían protagonistas de la Historia, lo que también explica la posterior frustración.

El primer intento: el 9-N

El primer hito del Proceso fue la consulta del 9-N del 2014, que reunió a más de dos millones de personas. La inexistente respuesta del Estado, tanto en negativo como en positivo, así como la moderada respuesta judicial (los promotores fueron juzgados por desobediencia), animó a los dirigentes independentistas a dar un paso más y convocar un referéndum con todos los eres y manos. Esto fue el llamado Primero de Octubre de 2017. Lo que se buscaba era crear la sensación de que la independencia unilateral era posible para forzar una participación masiva, especialmente los del no que el 9-N se quedaron en casa, de forma que se legitimara ante la opinión pública mundial la demanda catalana de un referéndum de autodeterminación al estilo del de. Sin embargo, la participación fue sólo algo superior a la del 9-N.

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La cuestión es que la represión policial del referéndum sí dio la vuelta al mundo y provocó una grave crisis reputacional del estado español, que, sin embargo, no aflojó e inició la vía de la represión implacable con el encarcelamiento de los dirigentes políticos y sociales que no habían optado por el exilio, como sí. Las elecciones del 21-D, convocadas por el gobierno español tras intervenir el autogobierno catalán, confirmaron la división en casi dos bloques iguales de la sociedad catalana. El independentismo no dio el salto de escalera que necesitaba ni siquiera después de obligar a España a mostrar su peor cara.

Represión y lenta decadencia

Llegados a este punto, se entró en una fase de empantanamiento, con la comunidad independentista en estado de choque por el encarcelamiento de sus líderes y una represión desbocada que afectaba incluso a activistas anónimos. El canto del cisne fueron las protestas contra la sentencia del Proceso de octubre de 2019, donde las grandes coreografías pacíficas fueron sustituidas por la quema de contenedores y enfrentamientos con la policía.

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El independentismo entró entonces en una lenta decadencia pese a tener la clave de la gobernabilidad en Madrid, declive que llevó a Salvador Illa a la presidencia de la Generalitat en agosto del 2024. Un nuevo presidente socialista, como cuando nació el ARA.