El PSOE, Lobato y la lealtad política
MadridLa política siempre ha tenido mucho que ver con la intriga, sobre todo cuando no se trata de su dimensión noble y constructiva, sino de otra más frecuente, la de las maniobras encuadradas en la lucha por el poder. Ahora bien, dadas sus causas, no creo que la defenestración del líder del PSOE madrileño, Juan Lobato, pase a los anales de la historia universal de la infamia de las conspiraciones. En el fondo, es una derivación de las maquinaciones paralelas del PSOE y del PP en su pugna por demostrar quién tiene más que ver con la corrupción. Si queremos ponernos solemnes y hacer aspavientos podemos mostrarnos escandalizados por el hecho de que en esta narración por entregas aparezcan involucradas la Fiscalía General del Estado y el Palacio de la Moncloa. La primera, representada por el propio fiscal general, Álvaro García Ortiz, y la segunda por Pilar Sánchez Acera, exjefe de gabinete del actual ministro por la Transformación Digital, Óscar López. Lo que se está intentando acreditar es que la Fiscalía jugó sucio, porque habría filtrado la documentación que, en forma de correo electrónico, demostraría hasta qué punto el empresario Alberto González Amador, pareja de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, estaba involucrado en un fraude fiscal, y que así lo reconocía proponiendo a los fiscales un pacto que le permitiera no ser condenado a pena de prisión.
Se supone que lo que ha desvelado Juan Lobato es cómo fue la jugada del intento hecho por los socialistas para demostrar que Díaz Ayuso estaba rodeada de corrupción. La deslealtad por la que ha caído el ya exlíder de los socialistas madrileños –que finalmente optó por la dimisión– es la de haber ido al notario para dejar constancia de la llamada en la que Sánchez Acera, la funcionaria de la Moncloa, le proporcionó munición contra la presidenta autonómica. Curiosamente, Lobato tardó ocho meses en visitar la notaría. La llamada de Sánchez Acera la recibió en marzo, pero en el despacho notarial acudió este mes de noviembre, tras ver que el fiscal general era imputado por revelación de secretos en relación a las filtraciones sobre González Amador. Tampoco fue un detalle menor de esta historia que la Guardia Civil se presentara a la Fiscalía de General el Estado con una orden judicial emanada del juez del Supremo Ángel Hurtado, instructor de la causa, para registrar las instalaciones y incautar el móvil y otros dispositivos del propio García Ortiz.
La visita al notario
Claramente, con la visita al notario lo que esperaba Juan Lobato era quedar cubierto si la mancha de aceite seguía esparciéndose. Los mensajes intercambiados con la representante de la Moncloa ponen de relieve que Lobato estaba preocupado por el origen de la información sobre la pareja de Ayuso y que consideraba necesario tener seguridad al respecto antes de utilizar el correo autoinculpatorio de González Amador en las sesiones de control del gobierno autonómico en la Asamblea de Madrid. Ayuso estaba construyendo un relato de persecución política del que decía ser víctima por parte de un PSOE necesidad de desviar la atención lo más lejos posible del caso Koldo y sus peripecias para cobrar comisiones proporcionando administración mascarillas a sobreprecio durante la pandemia, entre otros negocios. Es lógico que Lobato quisiera asegurarse de la solvencia y procedencia del material. acusatorio que le proporcionaban desde la Moncloa. Lo que ya era más peligroso era acudir al notario para tratar de esquivar las posibles consecuencias de la investigación judicial en marcha sobre la autoría de las filtraciones contra González Amador. en la notaría, Lobato jugó fuerte. Pero posiblemente pensó que era mejor acabar políticamente imputado por el PSOE –por una dirección del partido que le quería echar del liderato a Madrid– que ser imputado penalmente por el Supremo
Aquí se podría abrir otro debate sobre el sentido del concepto lealtad aplicado a los partidos políticos. Ahora Lobato ha quedado aplastado políticamente. de cualquier despacho de la sede del PSOE. Pero es joven y la vida puede dar muchas vueltas. demuestra. Yo estaba en la sede del PSOE el día en que el comité federal socialista también le defenestró. -se. Lobato, de momento, no deja el escaño en el Parlamento autonómico y demuestra ser cuidadoso con los detalles, como el de ir a declarar al Supremo llevando dentro de una carpeta con las siglas del PSOE la documentación requerida por el juez.
Para entender la lógica de la conducta seguida por Lobato hay que tener en cuenta que no tenía demasiados estímulos para llevar su lealtad hasta el punto de asumir el riesgo de ver terminada su trayectoria política en manos del Supremo. Seguramente piensa ahora que ir al notario no fue tan mala idea. Y se ha permitido el lujo de revestir de naturalidad entregar al magistrado su teléfono móvil, sin necesidad de que tengan que registrar su despacho. El siguiente capítulo importante será probablemente el del interrogatorio de la mencionada jefa de gabinete, Pilar Sánchez Acera, con la previsible incautación de su móvil, en el intento de cerrar el círculo de la investigación. No es seguro que pueda probarse que la Fiscalía y la Moncloa actuaron unidas como hilo conductor de la filtración contra Ayuso y su pareja. Pero resulta obvio lo que el juez Hurtado está buscando.
Cómo resulta curioso con qué facilidad la historia de la persecución penal de un delito fiscal reconocido por González Amador se ha convertido en otro proceso en el que el origen de lo que se estaba investigando ya ha perdido interés. Lo ha subrayado el propio Óscar López, jefe de Sánchez Acera. Ahora toda la atención ha derivado hacia la presunta revelación de secretos consistente en el ofrecimiento de pacto de la pareja de Ayuso a los fiscales para evitar la cárcel. El entorno de la presidenta madrileña había hecho correr que la propuesta de acuerdo había salido de la Fiscalía, cuando fue a la inversa. Pero el uso de un correo del imputado aceptando su delito puede tener consecuencias imprevisibles para el gobierno. La ventaja para Pedro Sánchez es que en el Congreso no impera el deseo de provocar un cambio de ciclo.