Los sapos que se han tragado todos con el BCN World

El proyecto aparece en todas las negociaciones pero ni se ha conseguido implementar ni se ha echado atrás

Barcelona“Una estaca que no se puede arrancar”. Así define Barcelona World / BCN World / Hard Rock International / CRT Vila-seca i Salou –dependiendo del nombre que haya tenido en cada momento– una voz de ERC que ha visto crecer el proyecto. Hace casi ocho años que aparece en todas las negociaciones, ya sean presupuestarias o de investidura, pero ni los impulsores lo han hecho realidad ni los opositores han conseguido suprimirlo. Es más, todos han tenido que asumir a desgana las consecuencias del proyecto, que más que una estaca se ha vuelto un sapo que todo el mundo se ha acabado tragando. La CUP y los comuns lo ponen ahora como una condición para apoyar los presupuestos, pero ya lo han hecho en otras ocasiones y el proyecto continúa vivo.

BCN World nació siendo un plan B: cuando Eurovegas no quiso implantarse en Catalunya, el Govern anunció en 2012 un macrocomplejo del juego al lado de Port Aventura. Seis casinos, 4.500 millones de inversión... pero el empresario Enrique Bañuelos, del grupo Veremonte, que capitaneaba el proyecto, fue de farol y se retiró de la partida. Y el Govern elevó la apuesta: a través del Incasòl anunció que compraría los terrenos a La Caixa y después los revendería. Una garantía en forma de sapo.

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Meses antes el ejecutivo ya había maniobrado para ponerle una alfombra roja. A pesar de que el Govern tenía un pacto de estabilidad con ERC, CiU se alió con el PSC para aplicar rebajas fiscales al juego –del 55% al 10%–. En las reuniones entre socialistas y convergentes había caras actuales conocidas: Elsa Artadi o Damià Calvet por CiU y Alícia Romero por el PSC. “Las negociaciones fueron duras”, explica Xavier Sabaté, exdiputado del PSC y miembro negociador de los socialistas. Estaba previsto formalizar el pacto un domingo en Tarragona, pero hasta el sábado al mediodía Sabaté no recibió la llamada de CiU dándole el OK. ERC se oponía: “Yo, personalmente, el juego lo prohibiría”, afirmaba entonces Oriol Junqueras, a pesar de que no fue ninguna línea roja para apoyar los presupuestos del 2014. Y, si facilitar unas cuentas que apuntalaban el BCN World ya podría considerarse tragarse un sapo, todavía fue maayor el del 2016. Ya como vicepresidente, Junqueras lideró la reformulación de BCN World y empequeñeció el proyecto: la superficie edificable se redujo de un millón de metros cuadrados a 745.000. Pero la rebaja fiscal se mantuvo. Dijo que sin esta rebajaja era “muy difícil” atraer inversores. Junqueras se tragó el proyecto, pero CDC se tragó el sapo de tenerlo que reducir, no sin que en algunas reuniones se levantara la voz entre socios.

¿Y ahora qué?

El proyecto lo asumió Hard Rock y el ARA explicó que el Govern avanzaría el dinero para la compra de los terrenos. A pesar de que Pere Aragonès pilotaba Economía, ERC pidió explicaciones dentro del Govern y dijo que no podía ir a parar al proyecto "ni un euro público". Las primeras cuentas del Aragonès president reservan 120 millones para la operación. Y este es uno de los motivos que lleva la CUP a vetarlos. Antes, sin embargo, los cupaires han aprobado unos presupuestos (2017) y han investido a tres presidentes sin que BCN World fuera una línea roja. Cuando en 2015 tuvieron la clave de la investidura de Artur Mas, consiguieron el compromiso de “paralizar” el proyecto, pero no que se guardara definitivamente en un cajón. “Pedí a miembros de la CUP que presionaran para suprimir el BCN World”, explica el entonces diputado de ERC por Tarragona, Ferran Civit.

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También han tenido la clave de la negociación los comunes, en 2020: consiguieron subir ligeramente los impuestos pero no tocaron la rebaja fiscal a los casinos. La exdiputada por Tarragona de ICV Hortènsia Grau opina que a los partidos que realmente están en contra de BCN World, como los comunes o la CUP, les ha faltado “peso”: “Tiene que llegar un Govern que quiera cambiarlo”. Y, además, el PSC, que lo continúa apoyando, también se tragó un sapo: pactar con el Govern del 9-N un proyecto que con el tiempo, lejos de implementarse, ha cambiado tres veces de nombre y se ha reducido a la mitad.