Política e insultos

De "terrorista" a "saco de mierda": ¿los insultos en política han venido para quedarse?

No sólo la extrema derecha utiliza improperios, sino que han penetrado en toda la arena política

Barcelona"Zurdo de mierda", "terrorista", "criminal", "hijo de puta [sic]" o "saco de mierda". Todos ellos son insultos proferidos por líderes políticos de primer nivel como Javier Milei, Santiago Abascal, Isabel Díaz Ayuso u Óscar Puente. Los insultos en política están cada vez más extendidos e incluso normalizados por parte de dirigentes políticos, ministros o presidentes, como la madrileña, que incluso los ha convertido en un lema político simulando que dijo "me gusta la fruta ". Esta forma de hacer política, en la que se pierden los estribos, no es exclusiva de la derecha radical, aunque sea parte de su ADN. Cada vez va más penetrando también en la izquierda y en todos los espacios políticos. ¿Por qué reina la política del insulto y desde cuándo el respeto ha saltado por los aires de la arena política? En toda Europa y América, ¿los improperios han venido para quedarse?

"El insulto impregna la vida política, es el reflejo de una cierta violencia en la conversación social", sostiene el director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales, Oriol Bartomeus, que añade que "liga con la polarización ". A su juicio, la derecha y sobre todo la extrema derecha "utilizan este discurso porque no les molesta; cuanto más polarizados más legítimas son las expresiones", pero eso no impide que la izquierda se haya sumado con políticos como Puente . Coincide Guillem Suau, profesor de la Universidad de Lleida, experto en comunicación política, que argumenta que la tendencia "viene de un cierto populismo de derechas que utilizó esta fórmula para dar la imagen de conservador rebelde, pero la izquierda es está sumando con la excusa de que «me han atacado primero y ahora descalifico yo»". En este sentido, la profesora de ciencias políticas de la UOC Ana Sofía Cardenal recalca que "va muy ligado al fenómeno de la polarización afectiva, que mide el disgusto que produce el adversario y el grupo que vota al adversario. Cuando dejamos que l 'adversario político sea personal, el insulto tiene más cabida, un paso más hacia la deshumanización', espeta.

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Ahora bien, ¿cuál es su origen? Los tres expertos consultados coinciden en asegurar que las redes sociales han contribuido a aumentar el insulto en la política por los factores de anonimato, de descentralización informativa con posibilidad de que los usuarios comenten, sumado a que favorece la cultura de la burla. Además, apuntan que se han dado episodios que han añadido leña al fuego en el Principado: la crisis económica de 2008 o el Proceso. Bartomeus afirma que existen varios orígenes, pero sitúa "un cambio en la conversación pública evidente a partir de la aparición de las redes sociales, con el origen anterior de la ruptura de los códigos de educación y del comportamiento público con la televisión de Berlusconi , los años 80". El politólogo expone que hay un cambio social a finales de los 80 de "rotura de costumbres heredadas del siglo XX", que ya se vio en Mayo de 1968.

¿Larga vida a los insultos?

La normalización y lain crescendo de la falta de respeto al otro responde a lógicas profundas difíciles de detener, según todos los expertos. Suave asevera que "el Parlamento nos habla de cómo somos" y que la sociedad está "perdiendo capacidad de debatir", porque "cuando le dices a alguien hijo de puta [sic] no debes contrarrestar nada porque ya lo has descalificado". Además, constata que "cada vez se lleva más la autopromoción [del político], remarcar los sentimientos" y el insulto "ha venido para quedarse, incluso en el ámbito municipal, donde también se extiende" .

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Bartomeus recuerda que en las elecciones presidenciales francesas del 2021 una encuesta ya evidenciaba que las generaciones más jóvenes aceptaban mucho más insultar a un político que las mayores, que estaban más reacias. Aún en fase "álgida", cree que perdurará tiempo porque "el político que insulta no sólo no es castigado, sino que la gente ve que habla como ellos", e incluso hablar de malos modos es visto como una lucha contra elstatu quo, tal y como siempre ha dicho Donald Trump. De hecho, Cardenal relata que "no sólo no tiene costes electorales, sino que moviliza a sus electores, y una vez lo hace un lado, el otro se pregunta por qué no puede hacer lo mismo". Una circunstancia que hace prever que va por largo, junto a "la ruptura general de consensos políticos y de las reglas del juego".

Cómo luchar contra el insulto

Luchar contra el insulto como parte de la política es un cometido complejo. Según Suau, "habría que haber menos polarización y que aumentara el respeto hacia las ideas de los demás" para dejar atrás la dinámica, mientras que Bartomeus cree que es "difícil actuar contra esto porque la política está tomada de un mercado por el 'atención", y la prueba es que el ministro de Transportes, Óscar Puente, habitual en las desconsideraciones, "es mucho más conocido que la ministra de Educación". Precisamente, el ejemplo de Puente aflora la reacción y Cardenal dice que "se ha ido extendiendo porque era una guerra muy asimétrica: la derecha utiliza métodos que hasta ahora la izquierda no había utilizado para escrúpulos".