Trampa mortal en la valla de Melilla
Supervivientes del salto del 24 de junio relatan los hechos y desmienten la presencia de mafias
Enviados especiales a NadorHace muchos años que Omar Naji, activista de la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos (AMDH) de la ciudad de Nador, trabaja en la frontera entre Marruecos y Melilla, pero todavía no se ha recuperado de lo que vio la semana pasada en la morgue del hospital. "El olor a muerto era tan fuerte que el forense había tenido que abrir las puertas. Entré y conté 15 cuerpos en el suelo... y no sé cuántos más debía de haber en los frigoríficos". Todavía quedan muchas preguntas sin respuesta sobre la muerte de decenas de migrantes el 24 de junio en la valla de Melilla, pero Naji cree que el fondo del problema está claro: "Estamos ante el resultado directo de la reanudación de la colaboración en el control migratorio entre España y Marruecos".
Naji accedió a hablar con el ARA en una cafetería del centro de Nador, aunque está convencido de que la policía secreta no deja de seguirlo. "El 2 y 3 de marzo hubo dos saltos en Melilla, y más de 900 migrantes consiguieron entrar. Las fuerzas auxiliares marroquíes detuvieron a algunos, pero no hicieron ningún gran despliegue y no tenemos constancia que hubiera ningún muerto. ¿Qué ha cambiado en estos meses? Pues que, una vez restablecidas las relaciones entre España y Marruecos, Rabat vuelve a hacer su papel de gendarme de la frontera española y europea", explica el activista.
Después de un año con las relaciones diplomáticas rotas entre Madrid y Rabat por la acogida en un hospital de Logroño de un líder saharaui enfermo de covid-19, el gobierno de Pedro Sánchez buscó en marzo pasado la reconciliación, avalando el plan marroquí para convertir el Sáhara Occidental ocupado en una región autónoma del reino alauí. En abril, el presidente español visitaba en Rabat al rey de Marruecos, Mohamed VI. El 6 de mayo el Grupo Permanente Hispano-Marroquí sobre Migraciones celebraba una reunión de alto nivel en la capital marroquí y el 15 de junio el ministro español del Interior, Fernando Grande-Marlaska, recibía en Madrid a su homólogo marroquí, Abdelouafi Laftit. Marruecos ha recibido entre 2014 y 2020 al menos 343 millones de euros del fondo fiduciario de la UE para políticas de control fronterizo, y solo en 2021 España le entregó 30 millones de euros para que blindara su frontera sur.
Más presión policial a los campamentos
Los defensores de derechos humanos marroquíes, las entidades de subsaharianos que trabajan en la región de Nador y los supervivientes del salto coinciden en que para entender lo que pasó el 24 de junio hay que retroceder una semana antes, justo después de la reunión en Madrid: la policía marroquí intensificó la presión sobre los campamentos en el monte donde malviven los jóvenes subsaharianos que no tienen otra alternativa que intentar saltar la valla porque no pueden pagar los miles de euros que cuesta un pasaporte falso o un lugar en una patera. Las fuerzas auxiliares, el cuerpo parapolicial que depende directamente del palacio real, empezó a sacar a los migrantes de las montañas: "Irrumpían con helicópteros, detenían a los chicos y les enviaban a centenares de kilómetros al sur para alejarles de la frontera y destrozaban las tiendas donde malvivían", relata Rodrigue Yonga, un camerunés que preside el Movimiento África Unida en Nador. Después de haber intentado 17 veces saltar la valla de Melilla, él ya ha desistido, y ahora se dedica a ayudar a los recién llegados. "El día antes del salto, la policía marroquí atacó con mucha violencia los campamentos que había en el Gurugú [el macizo de los alrededores de Nador que es el último paso antes de llegar a Melilla]. Hubo cinco muertos. Los sudaneses estaban muy enfadados y se reunieron al día siguiente para saltar. Estaban dispuestos a enfrentarse a pedrades con la policía. Nosotros intentamos calmarles, pero no sirvió de nada", asegura.
Según Naji, si hubo tantos muertos es porque los migrantes intentaron cruzar todos juntos por un lugar muy estrecho, quedaron atrapados y ahogados por los gases lacrimógenos, y ni España ni Marruecos activaron ningún tipo de asistencia médica. "Hace muchos años que Marruecos utiliza las rutas migratorias de Ceuta y Melilla como un escaparate para demostrar hasta qué punto está dispuesto a llegar para frenar la inmigración. Y a cambio de esto obtener otras contrapartidas políticas y económicas del gobierno español y de la UE. Demuestran cómo pueden cerrar el grifo de la inmigración y también cómo pueden abrirlo cuando quieren. Pero esta vez han ido demasiado lejos y las prácticas que normalmente quedan sepultadas se han mostrado a los ojos de todo el mundo".
Hermetismo total
Una semana después del salto del 24 de junio, el hermetismo por parte de Rabat y de Madrid es total. Ni siquiera se sabe con certeza cuántos jóvenes murieron (Marruecos admite 25 víctimas, una cifra que las ONG elevan hasta 37), ni de qué nacionalidades, ni se han practicado autopsias ni se ha identificado a las víctimas. Se han abierto investigaciones oficiales tanto en España como en Marruecos, pero los precedentes dejan claro que las muertes en las fronteras –cuando son tan escandalosas que rompen la norma del silencio oficial–, suelen quedar sin respuesta: como los vivos, también hay muertos de primera y de segunda. El acceso al hospital al-Hassani de Nador, donde se recuperan algunos de los heridos en el salto, está blindado a la prensa y a las ONG. Tampoco se permite el acceso a la morgue y cuando nos acercamos a los alrededores del cementerio de la ciudad marroquí situado a 15 kilómetros de Melilla –un recinto que tiene una zona de lápidas anónimas de los muertos en la valla o ahogados en el mar–, un hombre que se identifica como el vigilante del barrio nos echa. "Los periodistas no podéis entrar ni hacer fotos: los negros no están aquí".
Hablan los supervivientes
Solo queda un lugar donde encontrar a algunos de los jóvenes que saltaron la valla viernes: el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla (CETI), donde están los 133 supervivientes que consiguieron el sueño de llegar a Europa. Son los afortunados de los 1.500 (según las estimaciones de la AMDH y de las entidades de subhsaharianos que trabajan en la región de Nador) que intentaron saltar: el resto han acabado muertos, detenidos o trasladados por la policía marroquí hacia el sur, a centenares de kilómetros de la frontera española. El ministerio español de Inmigración tampoco permite a los periodistas acceder al centro, pero los jóvenes sí que pueden salir, superados los 5 días de cuarentena por covid. Localizamos a Deng Garang, un sudanés del sur de 18 años que accede a darnos su testmonio. "Nos reunimos un grupo grande en un punto del bosque a las 8 de la mañana y avanzamos hacia Melilla. Cuando nos encontramos a la policía marroquí, nos lanzó gases lacrimógenos, nos dispararon y nos tiraron piedras. Nosotros nos defendíamos como podíamos, devolviéndoles las piedras y con palos de madera. Con los gases no puedes respirar ni ver nada. Y a mi alrededor mis hermanos caían al suelo y los agentes les pegaban. Mi amigo cayó y ahora está ingresado en un hospital de Marruecos con el brazo roto. No pude hacer nada para ayudarlo: yo también me ahogaba". Marruecos asegura que más de un centenar de agentes resultaron heridos.
El chico consiguió saltar la primera valla marroquí, que tiene cuatro metros de altura y está coronada por concertinas, el alambre de espino que causa heridas aterradoras y que el gobierno español ha sustituido ahora en la valla de Melilla por los llamados "peines invertidos", unos barrotes semicirculares que, además, aumentan la altura de la valla hasta los diez metros. Al llegar a la valla española, los jóvenes, según confirman las imágenes grabadas por los vecinos del lado marroquí, hicieron presión hasta romper la puerta del lado del Barrio Chino de Melilla. "Allí nos bloqueó la policía española, que también nos lanzaba gases: estábamos atrapados entre ellos y la valla. Vi un pequeño agujero entre dos agentes, me quité la camiseta, me sequé los ojos, intenté calmarme y pude salir corriendo y escabullirme entre ellos. A los que estaban en el suelo la policía española los cogía, los esposaba y los entregaba a los agentes marroquíes", relata.
Fuentes policiales admiten al ARA que un centenar de personas que quedaron atrapadas entre la valla española y la marroquí, y también en una azotea que cubre este paso fronterizo, fueron devueltas por los agentes españoles a Marruecos, lo cual consideran "un procedimiento legal de regreso en frontera". Desde el ministerio del Interior juzgan "impecable" la actuación de la Guardia Civil y la Policía Nacional aquel día y niegan que agentes marroquíes trabajaran en el lado español de la valla, aunque esto se ha podido constatar en las imágenes grabadas por periodistas el día del salto.
¿Mafias en la valla?
Tanto los jóvenes que saltaron como las ONG que trabajan en la frontera desmienten que en la frontera de Melilla operen las redes de tráfico de personas, como aseguran los gobiernos español y marroquí. "Yo no pagué nada a nadie, porque no tengo nada: nos hemos ido encontrando en las montañas de Nador porque en Marruecos no hay trabajo ni ninguna manera de ganarse la vida, vivimos de la beneficencia y solo pensamos en saltar", asegura el Kim, un sudanés también superviviente del salto del 24 de junio que encontramos en el CETI de Melilla. "Hace muchos años que seguimos la inmigración en Melilla y sabemos que nadie paga por saltar la valla, que son los migrantes más pobres, que vienen desde el desierto y tienen que malvivir en el bosque como pueden. Nadie puede hacer negocio con ellos", añade el activista marroquí.
Testimonios: del Sudan a Marruecos, un viaje infernal
Nasser Idin
Sudán, 25 años
Saltar la valla de Melilla ha sido solo el último obstáculo que este joven sudanés ha tenido que superar para llegar a un lugar donde no tenga que temer por su vida. Anda con muchas dificultades porque al caer de la valla se torció el pie, y una semana después del salto todavía tiene la mirada perdida. Nasser Idin dejó su casa en los montes Nuba de Sudán en 2018 debido a la grave crisis política del país y huyó hacia Europa. Han sido cinco años de un viaje durísimo. Viajó a Libia con la intención de embarcarse en una patera que lo llevara a Italia. Pero se pasó dos años en el país norteafricano: “Las mafias nos encerraron en una casa y nos pidieron 5.000 dinares [unos 1.000 euros] por un lugar en la patera, pero después se quedaron el dinero y nos hicieron marchar”, relata. Explica que trabajó hasta reunir el dinero otra vez, pero cuando estaban en el agua los guardacostas libios los interceptaron y lo encerraron en una prisión tres meses. “Me fui a Argelia y de allí llegué a Marruecos en noviembre del año pasado”. Ha malvivido seis meses en las montañas hasta que el 24 de junio consiguió entrar en Melilla, pero se le apaga la voz cuando recuerda a los amigos que quedaron atrás.
Kim
Sudán del Sur, 26 años
Se fue de Sudán del Sur el 17 de diciembre del 2014, cuando todavía era estudiante de secundaria. Intentó encontrar trabajo en Jartum, la capital de Sudán, pero no lo logró y decidió probar suerte viajando a Europa. Con tres amigos cruzó el desierto hasta el Chad y de allí continuó hasta Libia. “Intentamos cuatro veces atravesar el Mediterráneo; algunos de los que viajaban en nuestra patera murieron. Los guardacostas nos detuvieron y nos encerraron en una prisión. Yo me pude escapar, pero mis amigos no y no sé nada de ellos desde entonces: sus padres me preguntan qué ha pasado, que si están muertos se lo diga, pero no tengo ninguna respuesta". Llegó a Marruecos el año pasado. El 24 de junio consiguió saltar la valla, en su cuarto intento.
- Qué es una DANA, el imprevisible fenómeno que ha devastado la Comunidad Valenciana
- ¿Cómo ayudar en la catástrofe de la DANA desde Cataluña?
- Pedro Sánchez avisa de que "habrá tiempo de depurar responsabilidades" por la gestión de la DANA
- Sigue en directo toda la información de la DANA en Valencia | CONTENIDO EN CATALÁN