La vida vista desde un patinete

MadridEste final de agosto ha llevado a las primeras escaramuzas de cara al nuevo curso político, centradas en la interpretación que se puede hacer del pacto entre los socialistas y ERC en materia de financiación. Era de esperar. Se trata de un acuerdo que compromete al gobierno de Pedro Sánchez, y que ya veremos cómo acaba, porque las presiones para hacerlo fracasar serán muy fuertes por todos lados. El otro dolor de estómago sigue siendo la búsqueda de explicaciones sobre la desaparición de Puigdemont el día de la investidura de Salvador Illa, sorteando a los Mossos y sus drones de observación. No cabe duda de que estas dos cuestiones, la inaplicación de la ley de amnistía a todos los acusados ​​por hechos relativos al Proceso y la supuesta nueva soberanía fiscal de Catalunya, serán dos de los asuntos más destacados de otoño. Se trata de dos cuestiones que forman parte de la lucha por el poder y que implican a todos los resortes del sistema. Pero resultaría muy reduccionista pensar que no hay nada más acuciante ni importante en pantalla. Son muchos los problemas pendientes de los que debe ocuparse.

Tanto en Madrid como en Barcelona, ​​el auténtico reto de los tiempos que vendrán se encuentra en gran parte en otro terreno, al margen del más caliente de la confrontación partidista. Está claro que la gente sigue los avatares de la política, pero cada vez más sin concentrarse demasiado en los detalles. Para muchas personas las noticias son ruido de fondo, al que aplican el propio sistema de atención dispersa que utilizan cuando están al volante o al manillar de sus vehículos. Me lo contaba hace unos días Mireia, una chica de unos veinticinco años que me ayudó a encontrar una calle cercana a la Rambla Nova de Tarragona. Ella había bajado del patinete para consultar algo en el móvil. Le pregunté por una dirección concreta y mientras la buscaba surgió una conversación bastante interesante sobre la situación de la gente joven sin trabajo o con trabajos precarios.

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Todo vino de la mano de la palabra estabilidad, mencionada inicialmente por mí en relación a las ventajas y riesgos del patinete. Mireia me dijo que era el segundo que tenía y que ahora había escogido un modelo con la máxima seguridad en este tipo de vehículos. La chica, pequeñita y muy simpática, me hablaba con una sonrisa franca, bajo su casco de color rosa, escogido probablemente para hacerse más visible entre los coches. Me explicó que había estudiado veterinaria y que ha enviado decenas de currículum a instituciones y empresas relacionadas con el cuidado de los animales, sin conseguir encontrar trabajo de su especialidad. Añadió que ahora trabaja en una tienda de ropa. Sus condiciones son veinte horas semanales por 600 euros al mes. Le pregunté si en función de esta situación todavía estaba en casa con mis padres. Me respondió que no, que después de mucho buscar han alquilado un piso con su novio, que gana algo más que ella, pero de forma inestable, acumulando contratos de sustitución en un laboratorio. Me quedé con ganas de preguntarle si votó en las elecciones catalanas del 12 de mayo, ya quien había confiado. Supongo que participó, porque en ningún momento arremetió contra alguien en concreto por sus problemas económicos y profesionales. En su relato se percibía claramente cierta frustración, pero no resentimiento. Al contrario. Durante nuestra breve conversación sobre la vida vista desde un patinete, Mireia me pareció una luchadora perseverante, con un carácter abierto y solidario que le permitió charlar con confianza de su situación con un desconocido, yo mismo, que en ese momento estaba más perdido que ella.

A la espera de respuestas

Hay muchas Mireies en nuestra sociedad. Y llevan tiempo esperando respuestas. Sigue habiendo demasiada gente que se va para encontrar una salida laboral y mejorar sus perspectivas de vida. Y, contradictoriamente, hay mucha otra gente que se juega todo para poner un pie en España, con frecuencia no como destino final, sino como punto de llegada a una Europa soñada. Ante esta realidad, la existencia de tantas personas en busca de resolver necesidades elementales para poder llevar una vida digna, la exigencia mínima a la política ya los políticos es la de la seriedad. Este concepto implica también el de sensibilidad a la hora de fijar las prioridades y componer equipos.

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Fue una mala coincidencia, en este sentido, en que Salvador Illa tuviera que ir a Lanzarote para encontrarse con Pedro Sánchez en las mismas fechas del séptimo aniversario de los atentados de Barcelona y Cambrils. Su ausencia en el acto de recuerdo que tuvo lugar en las Ramblas debería compensarse con alguna iniciativa de atención específica a las víctimas de aquellos hechos, tan escalofriantes y trágicos. Hay que tener en cuenta que una de las familias quiere llevar el asunto al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), después de que el Constitucional no admitiera su petición de amparo por no encontrar en el caso una "especial trascendencia constitucional".

Menciono todo esto pensando en el recorrido escaso que ha tenido una de las condiciones puestas por las fuerzas independentistas para dar su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez, hace un año. Se trataba de asegurar una investigación a fondo de lo que ocurrió en ese caso, para aclarar, entre otros, qué datos podían tener los servicios de información del Estado sobre los riesgos de un atentado de esas características. Ya expuse entonces mis dudas de que se pudiera conocer toda la verdad y las hipotéticas implicaciones políticas sobre lo ocurrido y su preparación. Pero ahora voy más allá. Me pregunto si existe algún riesgo de que se produzca una situación similar respecto a los pactos más recientes, en este caso entre el PSC y ERC, para asegurar el inicio de una nueva etapa, dejando atrás el Proceso, sobre la base del reconocimiento de la soberanía fiscal de Catalunya, con un modelo de financiación similar al de País Vasco y Navarra. No me ha sorprendido que la vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, haya dicho –contra la opinión de Josep Borrell– que no será un sistema de concierto como tienen esos dos territorios. Si queremos un debate serio al respecto, conviene que el gobierno de Pedro Sánchez aclare sus intenciones y hasta dónde llega el acuerdo. Hay mucho en juego. En este asunto no podemos patinar.