El adiós de Colau, la alcaldesa-activista que agitó la ciudad
La líder de los comunes se despide del Ayuntamiento después de una década en la que ha sacudido la agenda y ha polarizado el debate
BarcelonaEn 2019 hizo fortuna un anuncio electoral de los comunes en los que una Ada Colau ya alcaldesa se enfrentaba a las preguntas del Ada Colau portavoz de la PAH. "¿Seguro que eres más útil dónde estás ahora?", se interrogaba entonces. Un dilema –entre la política y el activista, entre la realidad y la expectativa– que ha condicionado hasta la fecha la trayectoria de la líder de los comunes, que este viernes dejará el Ayuntamiento nueve años y medio después de haber entrado en él por la puerta grande, convertida en la primera alcaldesa de la historia de la ciudad. Un viaje de casi una década en el que Colau ha logrado arrastrar en el centro de la agenda de la ciudad los debates sobre la vivienda y el turismo, pero que ha quedado muy lejos de resolverlos.
El ejercicio del cargo fue modulando aquella alcaldesa que, llegada de los movimientos en defensa de la vivienda, en sus primeros días viajaba en metro a Nou Barris para detener desahucios o iba a apoyar a los trabajadores de Telefónica que se habían cerrado en la sede del Mobile. Un tiempo en el que su gobierno abrió algunas de las medidas que acabarán siendo su legado. Batallas sonadas como la prohibición de abrir nuevos hoteles en el centro de la ciudad o el incremento de las inspecciones para cerrar los pisos turísticos ilegales, el impulso de medidas sociales como el dentista municipal o la funeraria pública –finalmente enterrada– y la apuesta por los grandes proyectos en movilidad como las supermanzanas y la conexión definitiva del tranvía por la Diagonal.
Por el camino, Colau tuvo que afrontar varias crisis –los atentados, la pandemia o la sentencia del Proceso– y fue suavizando algunas posturas. Aparcó la beligerancia contra el Mobile hasta hacérselo suyo, encontró la forma de tender puentes con algunas voces del sector empresarial y financiero y acabó avalando proyectos como la Copa América. El impulso transformador de los primeros meses –"Queríamos cambiar demasiadas cosas de golpe", admiten dirigentes que compartieron aquellos inicios con ella– fue chocando también con la realidad de la maquinaria burocrática del Ayuntamiento, de la falta de apoyos al pleno y, sobre todo, de la agresividad de sus enemigos, que la combatieron por tierra, mar y aire. También, y sobre todo, a través de los tribunales, donde su gobierno llegó a acumular una veintena de denuncias que la justicia ha terminado archivando. El enfrentamiento con los poderes fácticos exacerbó la polarización de la ciudad en torno a la figura de la alcaldesa, hasta el punto de convertir cualquier debate sobre la ciudad en un plebiscito sobre ella.
La operación Valls
Sin embargo, los mismos poderes fácticos fueron los que alimentaron la operación Manuel Valls que, para cerrar el paso a Ernest Maragall, acabó facilitando que Colau tuviera un segundo mandato. Los votos del PSC y de los tres concejales del ex primer ministro francés le permitieron revalidar el cargo en una votación que evidenció cómo la voluntad de ejercer el poder se imponía en el debate sobre el activista. Además de desgastarla, aquella jornada abrió una herida prácticamente insalvable con el independentismo, con el que hasta entonces había realizado equilibrios durante el Proceso y los meses previos al referéndum del 1-O.
En aquella jugada tuvo mucho que ver Jaume Collboni, un nombre sin el cual no se puede explicar el paso de Colau por el Ayuntamiento. Juntos gobernaron durante dos años en el primer mandato y casi todo el segundo. En 2023 fue Colau quien, como el PP, dio sus votos a Collboni para cerrar el pase a otro alcalde independentista: Xavier Trias. Ahora es el propio Collboni quien, cerrándole la puerta del gobierno municipal, le ha acabado empujando a ella hacia la puerta de salida del Ayuntamiento.
El interrogante sobre el futuro
Colau se va del Ayuntamiento para recuperar un activismo que ahora enfoca hacia la vertiente internacional, con la idea de tener un pie en Italia y repensar una izquierda que, dice, ha perdido parte de la conexión con la calle que la hizo exitosa 2015. La primera alcaldesa de la historia de Barcelona bajará este viernes las escaleras del Ayuntamiento sin saber si las volverá a subir. Deja, eso sí, la puerta abierta a un regreso de cara a las elecciones de 2027. Aún ahora principio y fin de todo lo que ocurre en los comunes, la decisión será, como siempre, suya.
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