Urbanismo

Barcelona no encuentra el antídoto contra la oscuridad

Vecinos, comerciantes y entidades lamentan la falta de luz en las calles de la ciudad

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Calle Valldoncella

BarcelonaBarcelona no encuentra el antídoto contra la oscuridad en la ciudad. El último plan director de iluminación data del 2012 y ya incluye, en su diagnosis sobre el alumbrado, que es necesario repensarlo para evitar la sensación de oscuridad en las aceras. Seis años después, en el 2018, todos los grupos del Ayuntamiento consensuaron que en Barcelona faltaba claridad. Más de una década más tarde, el pasado mes de septiembre la comisión de Urbanismo aprobó una propuesta de Junts per Catalunya para elaborar un nuevo plan director de iluminación, y en los próximos días el PP también pedirá un informe sobre la situación. En medio, se han realizado planes de renovación del alumbrado para resolver puntos oscuros e ir extendiendo el uso de luces led, más eficientes. Sin embargo, nada ha acabado con una queja que sigue siendo transversal: falta luz en la capital catalana. Han realizado campañas en los últimos meses por una mejor iluminación de sus barrios. También entre los comerciantes del centro de la ciudad, tanto de las principales avenidas como de las calles del entorno, se acumulan las quejas por la falta de iluminación de la capital. Y aunque en los últimos años, a raíz del acuerdo entre ERC y los comunes para los presupuestos del 2021, se han realizado estudios barrio por barrio con perspectiva feminista para detectar aquellos puntos oscuros que más inseguridad generaban sobre las mujeres, los colectores colectivos subrayan que todavía falta mucho trabajo por hacer en este campo.-

Y no es que el Ayuntamiento no haya probado formas de poner luz en la oscuridad. En los últimos años, ha presentado varios planes de inversiones para renovar farolas. El último, este mismo viernes, cuando la teniente de alcalde de Urbanismo, Laia Bonet, detalló que en este mandato se actuará sobre 3.500 farolas y se renovará el alumbrado de 174 calles como la avenida Roma, la calle Comerç o la plaza de Joanic, en Gràcia. Anunció también que se adelantará en el cambio de las bombillas antiguas por nuevas de tecnología led, que aportan mayor sensación lumínica y que al final del mandato ya deberían estar presentes en el 50% de los 157.000 puntos de luz que tiene la ciudad.

Más allá de contribuir a reducir el consumo eléctrico –con una potencia instalada de 16.300 kW, Barcelona sólo destina al alumbrado el 20% del total del consumo de energía del consistorio, por debajo de la media de municipios destinan alrededor del 50%–, el gobierno municipal defiende que la extensión de la tecnología led debe ayudar a cumplir su objetivo de mejorar la sensación lumínica en la ciudad. Algo que, subrayan, no significa más luz, sino mejor repartida. Sin ir más lejos, un informe encargado en 2018 por el Instituto del Paisaje Urbano a la consultora 300.000 km/s detectaba que la distribución y características de los puntos lumínicos de la ciudad prioriza los flujos de movilidad vial por encima del uso que realizan los ciudadanos de cada espacio. En resumen, que el alumbrado está pensado sobre todo para iluminar las vías de tráfico y calzadas –como la Gran Via– y no tanto para dar claridad a aquellas zonas en las que la gente puede hacer más vida por las noches.

La Rambla.
Plaza Real.

Para corregirlo, el Ayuntamiento lleva tiempo instalando farolas con un doble punto de luz, uno que enfoca en la carretera y otro en la acera para incrementar la luz y permitir que sea más cálida en la zona peatonal. Evitar las pérdidas innecesarias de luminidad es otro factor clave. De ahí que los técnicos repasen periódicamente las farolas que pueden quedar recortadas por balcones o aquellas que quedan por encima de las copas de los árboles, que impiden que la luz llegue a la acera. En este caso, lo que se hace ahora es instalar farolas en las que el punto de luz nunca está por encima de los cinco metros. Lo que no se ha seguido haciendo por ahora ha sido instalar más farolas como las que el gobierno de Xavier Trias quiso testar en el 2013 en la avenida Josep Tarradellas, el llamado alumbrado inteligente, que a través de sensores incrementaba o reducía la potencia de la iluminación cuando detectaba a peatones o vehículos a velocidad moderada.

Los monumentos y los comercios

Pero no todo depende de las farolas. Sigue sin resolver también el debate en torno a la iluminación de los edificios y grandes monumentos de la ciudad. El debate sobre la oscuridad reaviva ahora con el horario de invierno, que avanza la caída de la noche y permite observar fácilmente otro factor clave de la iluminación. Los comercios abiertos son grandes aliados. También los restaurantes, que mantienen las luces encendidas hasta más tarde. Donde no lo hay, impera la oscuridad. Es el caso de algunas de las calles del Raval que cruzan una arteria principal de la ciudad como la Rambla. Lo resume así un vecino: “Hay lugares donde no ves a la persona que viene a 10 metros”.

Calle de Guifré, en el Raval de Barcelona.
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