La buena salud de la institución familiar

Hace décadas que se oyen los lamentos sobre la crisis de la institución familiar. La idea de que la familia está en crisis, y de que las consecuencias de esta crisis serán nefastas para la sociedad, es una constante del malestar conservador con los cambios sociales.

Pero en realidad el malestar no proviene de una crisis de la institución familiar por sí misma, sino que es un lamento por el final del monopolio de un modelo concreto de familia y de un sistema de valores asociado al mismo. El debate ha sido contaminado por una confusión importante. La familia, como unidad básica de solidaridad, de cuidados y también como principal fuente de sentido en la vida de las personas, sigue teniendo una centralidad absoluta en nuestra sociedad.

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Si miramos los datos de encuestas recientes realizadas en Catalunya, lo que observamos es que la idea de familia tiene gran importancia para la gran mayoría de catalanes y catalanas, y las diferencias generacionales son muy pequeñas. Por ejemplo, en la encuesta de valores que realizó el Centro de Estudios de Opinión en 2023, que pregunta por el grado de importancia que tienen varios aspectos en su vida, la familia destaca por ser, de lejos, el elemento más importante: un 88% lo considera muy importante, y un 10% adicional, bastante importante. Esto ubica a la familia a mucha distancia de otros aspectos como el ocio, el trabajo o los amigos, que son muy importantes solo para la mitad de las personas encuestadas, aproximadamente. En este sentido, Catalunya no es muy diferente a los países de nuestro entorno: tenemos cifras muy parecidas a las del conjunto de países de la UE en la última oleada de la encuesta mundial de valores: un 86% de los encuestados en los 27 países miembros consideran a la familia muy importante, y un 12% adicional bastante importante.

Es interesante destacar que en esta cuestión no existen diferencias importantes por edad: la familia es muy importante para el 83% de los menores de 34 años, y por encima de los 35 se sitúa en el 90%. Esto sugiere un pequeño efecto de ciclo vital en la importancia de la familia, pero mucho más modesto de lo que cabría esperar. Tampoco vemos diferencias importantes en la importancia de la familia ni por ideología política ni por nivel de estudios.

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Esta importancia de la familia está vinculada a un nivel elevado de satisfacción con la situación familiar. De hecho, en la encuesta longitudinal de diciembre de 2023 del CEO, la gente expresa estar más satisfecha con su situación familiar (un 7,7 de media en una escala de 0 a 10) que con ninguno de los otros aspectos analizados (salud, trabajo o relaciones sociales). La familia, pues, se configura como un puntal fundamental de la satisfacción con la vida y la felicidad en nuestra sociedad.

Pero más allá de la importancia que tenga la familia en la vida de cada uno, también observamos una importante adhesión a la idea de que la centralidad de la familia en nuestra sociedad es algo bueno. Un 91% cree que sería bueno que en el futuro cercano se diera más importancia a la familia. Es un porcentaje mayor del que cree que sería bueno que el trabajo tuviera menos centralidad en nuestras vidas, o del que consideraría positivo que la tecnología tuviera más importancia.

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De nuevo, tampoco vemos diferencias importantes entre generaciones. Sin embargo, es importante remarcar que este consenso transversal en la importancia de la institución familiar no implica una adhesión mayoritaria a una interpretación restrictiva o conservadora de lo que tiene que ser la familia y de los valores familiares.

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En la última encuesta sociopolítica de 2024 del CEO vemos evidencia clara de que el modelo tradicional de familia en el que el hombre trabaja fuera de casa y actúa como breadwinner mientras la mujer se dedica a los cuidados no tiene un apoyo social mayoritario: la gran mayoría (83%) creen que tanto el hombre como la mujer deberían aportar dinero a la familia, o que una madre que trabaja fuera de casa puede tener una relación igual de buena con sus hijos que una madre que no trabaja fuera de casa (68%). La mayoría (84%) rechazan la idea de que el deber del hombre es ganar dinero y el deber de la mujer es cuidar de la casa y la familia. De nuevo son actitudes en las que las diferencias intergeneracionales son pequeñas. Es conocido que existe una gran asimetría en la distribución de tareas domésticas y de cuidados entre hombres y mujeres, pero las normas sociales están bien definidas, y apuntan a la idea de la corresponsabilidad en trabajos de dentro y fuera de casa.

Sí que vemos algunas diferencias entre generaciones en el tipo de valores que se cree que es importante inculcar a los niños en el hogar. Por ejemplo, entre la gente más joven se da más importancia a la imaginación, la independencia o la expresión de la propia individualidad, mientras que en las generaciones mayores tienen más peso cosas como el sentido de la responsabilidad o el esfuerzo en el trabajo.

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Evidentemente, todos estos datos son plenamente compatibles con tendencias como la bajada de la natalidad, el crecimiento de hogares sin hijos o el retraso en la llegada del primer hijo o en la formación de parejas estables. Pero estos cambios en ningún caso apuntan a una disolución de la institución familiar como eje vertebrador de nuestra vida, sino a una transformación de las formas y valores familiares, vinculada a los cambios más generales que experimenta nuestra sociedad.