XXI: EL SEGLE DE LA NEUROCIÈNCIA

Cuando la vista y el cerebro nos engañan

Las ilusiones ópticas aparecen cuando el cerebro interpreta “a su manera” lo que captan los ojos

Xavier Pujol Gebellí
y Xavier Pujol Gebellí

BarcelonaJagarikin. Retened este nombre. Corresponde al pseudónimo de alguien de quien solo sabemos que es de origen japonés y que juega con las imágenes para provocarnos percepciones de la realidad muy diferentes a lo original. Lo hace desde una cuenta de Twitter proponiendo juegos visuales que se han hecho virales y que lo han convertido en un fenómeno en las redes. A menudo lo hace jugando con los colores y los contornos de las figuras para crear una falsa sensación de movimiento. De alguna manera, engaña a la vista porque transmite al cerebro una información que interpreta de manera confusa. Es lo que conocemos como ilusión óptica, un fenómeno entre físico y cognitivo bastante conocido desde hace tiempo. Ahora que se ha popularizado a través de las redes sociales como un juego, investigadores vinculados a la fisiología de la visión, la inteligencia artificial, la física e incluso la psicología, intentan entender lo que sucede.

El antes de nada: no es que el ojo sea en él mismo imperfecto o que el cerebro sea tan fácil de engatusar y vea movimiento donde no lo hay. Hi ha un consenso científico ampliamente aceptado de que se trata de una cuestión de economía. Un abanico extraordinariamente amplio de animales, desde la mosca hasta los humanos, pasando por los pájaros y muchos otros, tenemos una especie de doble circuito neuronal que nos permite distinguir entre puntos oscuros y puntos brillantes. Los circuitos facilitan la percepción de movimiento y, yendo más allá, de la perspectiva. Es así como el cerebro interpreta si algo se mueve, si algo está lejos o cerca o es más grande o más pequeño. Estas condiciones naturales, aún así, se pueden alterar artificialmente y provocar que el circuito visual dé una información falsa al cerebro, el cual la interpreta a su manera.

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El efecto de la distancia

En el mundo animal, humanos incluidos, la distancia de un objeto hace que se pierdan algunos detalles a cambio de destacar otros. Es así como un bastón visto de lejos se transforma en un reptil. Esta confusión forma parte de los mecanismos de defensa de muchos animales. Al fin y al cabo, es más seguro confundir un bastón con una serpiente que no una serpiente con un bastón. Llevado al extremo, este mecanismo puede ayudar a entender los sistemas de visión nocturna. Y, por supuesto, muchas de las ilusiones ópticas. La distinción la hacen expertos de las universidades de Stanford y Yale a partir del análisis de la percepción del movimiento a través del ojo de la mosca de la fruta. Los mismos expertos concluyen que, de momento, la todopoderosa inteligencia artificial no resuelve mejor que el cerebro humano todas estas cuestiones.

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Ilusión fisiológica o cognitiva

En general, el cerebro interpreta la realidad mediante la comparación. Por eso un círculo rodeado de círculos grandes parece más pequeño que el mismo círculo rodeado de círculos pequeños. Todo ello hace que se hable de dos grandes tipos de ilusiones. El primer tipo de ilusiones son las fisiológicas, asociadas a una estimulación excesiva de los ojos o el cerebro, lo que crea un desequilibrio que altera la percepción. Las causas más habituales son la disposición de las imágenes, el efecto de los colores, el impacto de la luz, distorsiones del tamaño, la forma o la longitud de la imagen o cambios en la periferia de un objeto. La estimulación repetitiva, la luminosidad, inclinación y color y el cansancio de la retina son los principales factores.

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Las segundas, las cognitivas, se producen cuando la realidad interactúa con preconcepciones erróneas sobre el mundo fijadas de alguna manera en el cerebro. La consecuencia es una interpretación errónea de la realidad. Hay interpretaciones paradójicas, como cuando el cerebro nos devuelve imágenes imposibles; distorsionadas, debidas a errores de percepción a menudo causados por una mala interpretación de una figura geométrica; ambiguas, cuando el cerebro opta por una interpretación de la imagen de entre diversas de posibles; y ficticias o alucinatorias, cuando no se confunde la imagen sino que se ve pero simplemente no existe. Estas últimas suelen coincidir con los trastornos mentales.

Sea cual sea el tipo de ilusión, parece claro que se produce un desajuste entre percepción y realidad, tal y como han sugerido varios estudios que señalan, aun así, que son las mismas neuronas las que generan la interpretación de la realidad y, por lo tanto, el efecto de ilusión óptica.