Abusos a menores

"Mi delito es muy grave, no es un error. Deben castigarme y tengo que volver a la cárcel"

Èric abusó de un menor y durante los últimos años ha trabajado de la mano de Àngel Blau y de otras víctimas de violencia sexual para tomar conciencia de lo que hizo

Èric –un nombre ficticio para preservar su identidad, pero también la de su víctima– acudió a la entidad Àngel Blau para buscar ayuda
Abusos a menores
21/12/2025
5 min

BarcelonaEl 8 de enero Èric volverá a Lledoners, donde ya había estado durante dos años en prisión preventiva por haber agredido sexualmente a un menor. Le quedan poco más de dos semanas de libertad después de que el 3 de diciembre la Audiencia de Barcelona ratificara el acuerdo de conformidad para condenarlo a seis años y medio de cárcel.

"Mi delito es muy grave, no es un error. Deben castigarme y tengo que volver a la cárcel", asume este hombre que roza ahora la cuarentena. Èric –un nombre ficticio– no se esconde de lo que hizo. Asume que causó mucho dolor, no solo a la víctima –un familiar muy cercano–, sino también a su propio hijo, a su ex pareja ya toda la gente que le rodea. Por eso, en el 2024, cuando se realizó la reevaluación de su prisión preventiva, y el tribunal consideró que podía salir de Lledoners, él mismo pidió seguir entre rejas.

Sin embargo, le dejaron en libertad porque no había riesgo de reincidencia. Y, hace poco más de dos semanas, cuando se celebró el juicio, el propio presidente del tribunal le recordó que podía declararse inocente. "No puedo negar lo que he hecho", le respondió consciente de lo que suponían sus palabras. "Yo quiero vivir, quiero ser honesto. Ojalá no hubiera ocurrido. Sueño que esto no ha pasado! Pero sí ha pasado", relata con dolor.

No siempre ha pensado así. Al principio cayó en el pozo. Como ocurre con la mayoría de agresores sexuales, minimizó los hechos, él era la víctima. Èric lo ha visto y hablado dentro del módulo de Lledoners donde conviven los condenados por violencia sexual. "El 90% de los que hay en el patio de prisión se considera inocente, pero si son 105, los 105 han cometido un delito", dice. Fue una larga temporada de oscuridad. "Sabía cómo, cuándo y dónde me sacaría de en medio", confiesa. Pero le salvaron la vida. Su psicóloga en el centro penitenciario, Cristina, le sostuvo a tiempo. La mano que necesitaba para sobrevivir. "Me dijo: «¿tú quieres que tu hijo tenga un padre delincuente o que no tenga padre? ¿Quieres que tu hijo viva con estas dudas toda la vida? Porque tú eres un cobarde»", le espetó. Esto le rompió. Tenía que empezar a trabajar y, poco a poco, "dejó de negar y ocultar", y vomitó todo lo que llevaba dentro.

Y lo hizo para intentar recuperar a su hijo. De momento, no puede verlo, aunque ha interpuesto un recurso de casación para poder compartir ratos con él aunque sea con "70 psicólogos delante" que tutorizen los encuentros. "En l'àmbit civil consideren que soc un monstre i un perill per al meu fill. L'estigma, l'etiqueta, l'accepto, però m'ha de condicionar la resta de la meva vida? M'ha d'impedir abraçar el meu fill? Vaig fer una cosa horrible, és cert, però soc bona persona. No he estat un pare perfecte, he estat un pare fosc, però he estat el millor pare que he pogut ser", reflexiona mientras maldice esos momentos que negó a su hijo porque estaba trabajando. Ahora es consciente de que "cuando vuelva a verlo", el niño "ya no querrá jugar" porque será en otra etapa de su vida.

El origen

"Navidad no es una época feliz para mí", admite. La pregunta sobre las fiestas que podrá pasar en casa antes de atravesar de nuevo la puerta de Lledoners le deja descolocado. No es la entrada inminente en prisión lo que le perturba. Es el pasado cuando era un adolescente y estaba descubriendo su sexualidad. Fue en esa época cuando sufrió un trauma y una pérdida muy dolorosa que le marcó de por vida. También su sexualidad. Aquí empezó la oscuridad. Venía de una familia muy religiosa y asoció la pérdida a un castigo divino. El descubrimiento de la homosexualidad estaba mal. Esto hizo que se refugiara en una sexualidad impostada. Conoció a la madre de su hijo y construyeron una vida juntos. "Fueron muchos años en los que mi vida heterosexual era perfecta, mientras lo que a mí me gustaba no podía ser porque no estaba bien", resume echando la vista atrás. Todo era impostura.

Hasta que llegó la agresión. A un familiar al que doblaba la edad. "Destrocé su confianza, la dinamité", se lamenta sin tapujos. "Tú pones una línea roja y dices «yo esto no lo cruzaré» y un día pasas esa línea roja, pero te dices a ti mismo «no es para tanto», y la vuelves a subir y eso es una espiral diabólica que debe detenerse. Cuando alguien tiene que cerrar una puerta para hacer algo, quiere decir que lo que está haciendo es, lo que está haciendo es agrediendo al menor.

Èric no busca autojustificarse. Ni blanquear lo que hizo. Ni tampoco Àngel Blau, la entidad a la que acudió el mismo día que salió de Lledoners, le permite. La entidad reúne a víctimas y victimarios en un mismo espacio. Que los perpetradores vean el dolor de sus actos. Un espejo en el que se ven reflejados.

Aunque considera que el "perdón" es "egoísta" por parte del perpetrador, Éric le pide una y otra vez a su víctima: "Por todo el daño que le he causado, por haberle traicionado, por haberle destrozado la vida". Gemma, víctima de violencia sexual cuando era menor y cara visible de Àngel Blau, con quien Èric ha tejido una estrecha confianza, matiza sus palabras: "Es imposible perdonar los actos, nunca se perdonarán, pero necesitamos que haya ese perdón auténtico". Un perdón que no todos los agresores piden: hay victimarios que nunca se dejarán ayudar y vivirán siempre en la oscuridad.

Tras las agresiones, el menor mantuvo una relación muy estrecha con Èric porque era una figura de máxima confianza. Le seguía "abrazando", le seguía "amando". Hasta que, cuando ya era mayor de edad, tuvo fuerza suficiente para desprenderse de aquella figura que le había fallado. "No podemos perdonar los actos, pero seguimos amando a la persona que les ha perpetrado. Convivir con esta ambivalencia es muy duro", reflexiona Gemma, quien reclama que como sociedad se hable más del "incesto" y todo lo que implica.

La denuncia y el proceso judicial que se puso en marcha en el 2022 le llevó a la cárcel y de allí surgió otro Èric. "Tus monstruos están siempre allí. Son un recuerdo de lo que hiciste, pero ahora ya no mandan más, ya no me dan miedo, no me asfixian", argumenta.

La línea roja

El objetivo de Àngel Blau –y también de Èric explicando su historia– es evitar nuevos casos de abusos. También de las víctimas que participan de las sesiones a pesar del dolor que pueden sentir al mirar a los ojos de un pederasta agresor o de un pedófilo. Quieren llegar a los más jóvenes, a las personas que consumen pornografía infantil y todavía no han cometido ninguna agresión. Que se pongan en manos de especialistas a tiempo. También es la voluntad de este artículo: visibilizar el problema sin justificar ni validar la conducta y argumentos de un condenado por violencia sexual contra menores.

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