Violencia sexual

Los chicos adolescentes no hablan de los abusos sexuales

Alumnos de diferentes centros de Lleida hacen un coloquio sobre el documental 'El techo amarillo'

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Una imagen de archivo de una joven adolescente

LleidaLos hombres acostumbran a hablar siempre. Las mujeres, a pesar de ser a menudo expertas en el asunto en cuestión, callan por lo que se denomina síndrome del impostor. Pero cuando se trata de adolescentes y el tema del que se habla son los abusos sexuales, los roles se intercambian. Más de 250 personas acudieron este miércoles a la Llotja de Lleida para visionar el documental de Isabel Coixet El techo amarillo, una pieza que denuncia los abusos sexuales cometidos por Antonio Gómez durante 20 años a decenas de menores del Aula de Teatre de Lleida. La mayoría del público era adolescente. Alumnos de bachillerato de institutos como el Guindàvols o el Josep Lladonosa. También alumnos de artes escénicas de la propia Aula, acompañadas por la dirección, o de ciclos creativos en el Leandre Cristòfol.

Cuando acabó el documental, cinco de las denunciantes se pusieron ante el imponente auditorio para hacer un coloquio. Lleida es su ciudad. Su casa, a pesar de que muchas veces ahí las han hecho sentir extrañas y desprotegidas. A pesar de que todavía les falta algún perdón, que ayer tampoco llegó. De las 10 preguntas y reflexiones que hubo por parte del público, ninguna fue de un chico. Todas chicas. Solo el alcalde de Lleida, Miquel Pueyo, cogió el micrófono para "asumir responsabilidades" por "no hacer lo que era necesario", a pesar de matizar, eso sí, que era otra administración la que mandaba entonces.

Una de las salas de la Llotja de Lleida

Primera pregunta, de una adolescente que rompió el hielo. "Cuando salió a la luz, ¿cómo fue el impacto en el entorno cercano?" Las chicas del público se interesaron sobre el "proceso de curación", pidieron consejos sobre cómo actuar si les pasara en ellas una situación similar, expresaron el "miedo de lo que pensarán de ti" si revelaban un hecho así, se interesaron sobre si los abusos han tenido un impacto en las relaciones afectivas de las denunciantes o cómo se puede ayudar a una amiga que sabes que está sufriendo un abuso. Algún chico asentía pensativo, inmerso en las respuestas mientras las compañeras preguntaban y manifestaban sin miedo sus sentimientos. Algunas con lágrimas en los ojos.

Afuera, mientras los adolescentes salían, la misma escena. Chicas emocionadas por lo que acababan de ver y oír en primera persona por Míriam, Sònia, Goretti, Violeta y Aida, cinco de las denunciantes. "Me ha removido, he llorado mucho, estoy temblando. Todos hemos tenido a un adulto demasiado cerca", explicaba Marta, una adolescente que ha pisado el aula mil veces. "Podría haber sido yo", añadía Abril. "Pensar que ha pasado en Lleida...", se repetía Jonaicy. Los chicos que acompañaban a estas chicas se mantenían en silencio. O se interpelaban directamente o rehuían hablar de este tema. Como Èric. ¿Sería capaz de parar a un amigo que actuara igual que Antonio Gómez? "No puedes decir es mi amigo o invisibilizarlo porque te importa", decía Èric sopesando la respuesta. Pregunta directa: "¿Serías capaz?" Miradas atentas de las compañeras y amigas del chico. "Creo que sí", verbalizó finalmente sin convicción.

Otro grupo salía de la Llotja con los ojos todavía húmedos a pesar de la hora de coloquio posterior a la proyección. "Te remueve, da rabia, sientes impotencia", resumía Gisela, de 19 años. "He encontrado respuestas que a mí misma me son útiles", añadía Alba con la mirada brillante. "Tengo la piel de gallina, la educación sexual se tendría que enseñar desde pequeñas", apuntaba Mar, mayor, de 25 años. "Y poner mucho énfasis en los silencios. Muchas veces los amigos, cuando uno hace un comentario sexista o hace algo, no dicen nada", remataba Guadalupe. Los chicos no quieren quedar mal ante el grupo de amigos. Siempre el miedo, la vergüenza. Como la que tienen todavía los chicos adolescentes cuando se habla de abusos sexuales.

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