Una DANA devastadora... y con una duración extraordinaria
BarcelonaEs habitual que las DANA (depresión aislada en niveles altos) visiten con regularidad la península Ibérica, pero normalmente este fenómeno atmosférico nos acompaña pocos días. Se originan como rotura de una ondulación del gran flujo de aire que va de oeste a este y separa a las masas de aire cálidas de las polares en nuestras latitudes, lo que se conoce como corriente en jet. Cuando se produce esta rotura se crea una bolsa de aire frío cerrada y desvinculada de esta intensa circulación de viento, que es lo que al bajar de latitud puede provocar lluvias torrenciales, pero que habitualmente es reincorporada y absorbida por esa misma circulación de vientos pocos días después de separarse.
En este caso, sin embargo, esta bolsa de aire frío en altura ha mantenido un movimiento errático alrededor de la península Ibérica durante más de una semana y ha provocado lluvias torrenciales en varios puntos y días diferentes, una situación que el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), Rubén del Campo, calificó ayer de excepcional, “tanto en duración como en intensidad”.
Esta persistencia se explica por la presencia de un gran anticiclón en el centro de Europa y de una borrasca en el Atlántico, que han provocado que la corriente en jet circulara a una latitud superior, cerca de Escandinavia, y han impedido que la bolsa de aire frío se reabsorbiera en la circulación general atmosférica. Mientras, una superficie del Mediterráneo bastante más cálida de lo normal ha dado el combustible necesario a esta situación para formar los sistemas de tormentas de las últimas jornadas.
La influencia del cambio climático
Todo esto ocurre en un contexto global de cambio climático que los expertos ya consideran que potenciará en el futuro episodios de lluvias torrenciales como éste, que se nutren de una atmósfera más cálida (que puede contener más humedad) y de un mar más caliente durante todo el año. Por tanto, podrán dejar cantidades de precipitación más elevadas en unas zonas ya habituadas a sufrir los efectos de los aguaceros.