Tráfico de marihuana

Así se desmantela una plantación de marihuana en un chalé de lujo

El ARA acompaña a la Guardia Civil en dos operaciones contra cultivos camuflados

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Una de las habitaciones con plantas de marihuana al chalé de Calafell.

Calafell / TarragonaA las cinco y media de la mañana los efectivos de la Guardia Civil se empiezan a concentrar en una explanada de tierra que sirve de aparcamiento justo delante de la comisaría de la Policía Local de Calafell, en el Baix Penedès. Todavía es de noche, la zona no está iluminada y es difícil distinguir bien las caras de los agentes. Algunos llevan chalecos antibalas con las palabras "Guardia Civil" escritas con letras bien grandes en la espalda y una pistola en la cartuchera. Hay tres furgonetas y al menos media docena de turismos. Todos van de incógnito, sin nada que los identifique como vehículos de las fuerzas de seguridad.

Están a punto de empezar una operación para desmantelar una plantación de marihuana, algo que se ha convertido en casi una rutina. Catalunya es en la actualidad el productor de marihuana más grande de Europa, según los cuerpos policiales. Influyen varios factores: la meteorología, la proximidad con la frontera y una legislación muy laxa con este delito. Sin ir más lejos, esta misma semana la Guardia Civil y la Policía Nacional han desmantelado en Vilassar de Mar la plantación más grande de España y han confiscado más de seis toneladas de esta droga.

A las seis de la mañana las furgonetas abandonan la explanada y se dirigen a la urbanización El Mas Mel. Inmediatamente después los siguen el resto de los vehículos. El asalto se produce con rapidez, en cuestión de minutos. Al ARA solo se le permite acceder a la zona cuando ya es segura. La operación es en un bonito chalé de paredes blancas que a simple vista parece una casa convencional de alguien con un cierto poder adquisitivo. El jardín es enorme, pero está descuidado, sin césped y lleno de maleza. Hay una barbacoa, una piscina sin agua y la estructura de un antiguo columpio donde posiblemente en el pasado jugaban niños. Los que tienen plantaciones de marihuana obtienen tanto de beneficio que se pueden permitir alquilar casas de alto standing para tener las plantas y no levantar sospechas.

Una de las puertas de la finca está abollada. Se nota que los agentes la han abierto con un ariete. La de entrada a la casa está directamente en el suelo. La han tirado abajo. En el comedor dos guardias civiles custodian a un hombre que está sentado en una silla, esposado y con la mirada perdida en el infinito. Su pasaporte está encima de la mesa: es de origen colombiano. “Venga, Hast, busca”, dice un guardia civil mientras registra la casa con un perro en busca de droga, más allá de la marihuana. Antes otro perro ha hecho lo mismo, pero para encontrar dinero.

El chalé de Calafell donde se ha llevado a cabo la operación.

La casa es muy amplia. En la planta baja está el comedor, la cocina, un pequeño lavabo, un lavadero y una habitación. En la primera hay cuatro habitaciones más y otro lavabo más grande. Aun así, solo en dos estancias hay plantas de marihuana, colocadas cada una en una maceta de plástico. Son muy altas: miden un metro. El olor de cánnabis es intensa. “La cosecha estaba a punto. Tardamos una semana más y ya no la encontramos”, comenta el sargento jefe del grupo Sive (Sistema Integral de Vigilancia Exterior) de la Guardia Civil, que se ha encargado de la investigación del caso.

Cuando los agentes abren la puerta de una de las habitaciones donde están las plantas sale tanta luz que parece un fenómeno sobrenatural. Los focos son tan potentes que cuesta mantener los ojos abiertos. “Son de mil vatios. Cada foco consume más que toda una casa”, asegura uno de los técnicos de Endesa que siempre acompañan a la Guardia Civil en este tipo de operaciones para cortar el suministro eléctrico. En la habitación hay nueve focos. En la otra, ocho más. En las dos, las ventanas están tapadas con plafones de madera. “Necesitan tanta potencia para simular la luz ultravioleta del sol”, continúa explicando el técnico.

"En esta habitación hay noventa y nueve plantas, nueve plafones, nueve transformadores, un filtro y dos splits", enumeran los guardias civiles que se encargan de hacer el inventario ante una letrada de la administración de justicia, que toma nota de todo. El detenido también es trasladado a la primera planta para que esté presente mientras se hace el recuento. Los plafones de los que hablan los guardias civiles son los focos, y los splits, aparatos de aire acondicionado. También hay un gran bidón con agua para garantizar la humedad en la sala y tubos de gran diámetro y extractores para renovar el aire. En la segunda habitación, hay 75 plantas más y una instalación similar.

Dos guardias civiles custodiando al detenido en el chalé de Calafell.
Un guardia civil registrando la casa con un perro en busca de droga y dinero.

“Me estoy mareando”, musita el detenido, que realmente tiene mala cara. Un agente hace que se estire en una cama y le levanta las piernas para que se recupere un poco. Según la Guardia Civil, los vigilantes de las plantaciones –los llamados jardineros– suelen ser el último eslabón de la organización, los más débiles, que aceptan estar día y noche para ganar un poco de dinero.

Los guardias civiles toman muestras de la marihuana y las meten en diferentes sobres de papel, y también cortan varias plantas para llevárselas como prueba. "Todo esto lo enviamos a analizar al Instituto Nacional de Toxicología en Barcelona", aclaran. Según dicen, así también pueden calcular cuántos cogollos tiene de media cada planta. “Los cogollos son lo más importante. El precio del kilo de cogollos en España va de los 2.500 a los 3.000 euros. En el extranjero valen mucho más. En esta casa podían conseguir unos cuatro kilos de cogollos por cosecha, o sea como mínimo 10.000 euros de beneficio”, detalla el sargento jefe de la investigación. En un año se pueden hacer hasta cuatro cosechas, porque normalmente las plantas están tratadas transgénicamente para que crezcan en solo tres meses.

En la planta baja hay un gran panel eléctrico con infinidad de cables y un temporizador para que los focos se apaguen a las siete de la mañana y se vuelvan a encender de manera automática a las siete de la tarde. “Durante el primer mes y medio, las plantas necesitan tener los focos encendidos 18 horas al día. En cambio, en las últimas seis semanas, cuando el cogollo ya ha salido, los focos se mantienen 12 horas encendidos y 12 horas más apagados”, explica uno de los técnicos de Endesa. Lo que no deja de funcionar ni de noche ni de día son los aparatos de aire acondicionado. El zumbido de sus motores es constante las 24 horas.

Guardias civiles entrando en una de las habitaciones donde están las plantas de marihuana.

Los técnicos de Endesa también localizan enterrada en el jardín una manguera con cables que conecta la instalación eléctrica del chalé con el tendido de la calle. Como siempre suele pasar en estos casos, la electricidad estaba pinchada. El año pasado Endesa detectó en Catalunya hasta 684 conexiones irregulares en la red de distribución eléctrica vinculadas a plantaciones de marihuana, el consumo anual de energía de las cuales equivalía al de 34.285 hogares. No hay duda de que quien ha hecho la conexión al chalé es un electricista profesional. Ha tenido que subirse al poste de la luz y eso no lo hace cualquiera. "Normalmente lo hacen a pleno día, sin esconderse, e incluso alquilan un camión con cesta para que la gente no sospeche y piense que quien manipula la red de la calle es un técnico de Endesa", continúa explicando un trabajador de la compañía eléctrica.

Además del chalé, esta mañana la Guardia Civil también ha asaltado otra casa de la urbanización El Mas Mel donde había un centenar de plantas más de marihuana. En teoría las dos viviendas estaban vinculados. “Hemos investigado cuatro meses”, afirma el sargento jefe. No lo dice, pero se nota que esperaba que las dos plantaciones fueran mucho más grandes. Este tipo de operaciones son totalmente imprevisibles, nunca saben qué encontrarán.

La Guardia Civil inspecciona las instalaciones de la plantación de marihuana.
Panel eléctrico con un temporizador para que los focos se enciendan y se apaguen de manera automática.

Segunda operación

Al día siguiente la hora de encuentro es la misma: las cinco y media de la mañana, pero en la comandancia de la Guardia Civil de Tarragona. Son los mismos agentes y el mismo equipo de investigación, pero esta vez harán la operación en un polígono industrial, el de Perafort, a unos ocho kilómetros de la ciudad. El objetivo también es desmantelar una plantación de cánnabis.

Los agentes se movilizan antes de que despunte el día y esta vez tardan en permitir el acceso al ARA. La plantación se encuentra en una nave industrial que desde fuera no levanta ninguna sospecha para un profano en la materia. La Guardia Civil, en cambio, sí que había detectado indicios: nunca veían actividad en la nave a pesar de que escuchaban ruido de motores en el interior y los vidrios de la puerta de entrada y de las ventanas están todos pintados de color negro.

En el interior de la nave, alguien ha construido dos invernaderos enormes con placas de pladur donde hay decenas de focos de gran potencia, ventiladores, aparatos de aire acondicionado, filtros, tubos de gran diámetro para garantizar la ventilación, humidificadores y termómetros para controlar la temperatura y la humedad. También hay un montón de sacos de tierra apilados. Es una instalación profesional para una producción a gran escala. “Aquí debía de haber unas 3.000 plantas”, calcula el sargento jefe de la Guardia Civil. Habla en pasado porque las plantas ya no están, se las han llevado. Solo han dejado las macetas. Y se nota que lo han hecho a toda prisa porque focos, aires acondicionados y todo continuaba en marcha cuando la Guardia Civil ha entrado.

Interior de la nave industrial de Tarragona donde había una plantación de marihuana.

“Nosotros ya habíamos detectado a gente que rondaba por el exterior de la nave. Posiblemente querían hacer un narcoasalto”, continúa explicando el sargento jefe. Es decir, una banda criminal rival quería robar la marihuana. Porque este es otro de los graves problemas de este negocio: la existencia de tantas plantaciones atrae a todo tipo de mafias en Catalunya, y ha hecho aumentar el número de armas de fuego en circulación y los homicidios. En los últimos cuatro años se han registrado trece homicidios relacionados con plantaciones de marihuana.

Los técnicos de Endesa desconectan el suministro eléctrico. La red de la nave industrial también estaba pinchada al tendido de la calle. La Guardia Civil hace un cacheo minucioso. “Esta vez no hemos conseguido confiscar las plantas, pero sí toda la instalación para que no puedan continuar produciendo la droga”, se conforma el sargento jefe. Ellos continuarán con su objetivo: desmantelar más plantaciones de marihuana.

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