Sinhogarismo

"Imagina cómo es salir de la quimioterapia y dormir en la calle"

La Fundació Arrels alerta de la falta de cobertura médica y de alojamientos para la recuperación de personas sin hogar

BarcelonaA Agustí Costa le diagnosticaron un cáncer de colon hace cuatro meses, cuando vivía al raso de Barcelona. Hacía un tiempo que se encontraba mal y tenía sangre en las heces. "Sospechaba" que eso sólo podía ser una mala noticia y, por eso, fue retrasando la visita al médico. Hasta que el dolor le llevó al hospital y una colonoscopia le confirmó los peores presagios. "Si la calle es duro, imagina enfermo de cáncer", explica al ARA.

Costa, de 72 años, hace radioterapia y quimioterapia, un tratamiento que le deja "aplastado". Desde hace dos meses comparte un piso social con otras personas sin hogar como él, aunque que dice que tampoco es el mejor sitio para un enfermo en recuperación, porque siempre hay ruido, convive con desconocidos y no siempre se mantiene la limpieza. "Me ducho en Arrels", dice, e insiste en que se destaque que "se han llevado magníficamente bien, tanto la entidad –que atiende a personas sin hogar– como el Hospital del Mar, que te tratan como un hotel de cinco estrellas ", afirma.

Cargando
No hay anuncios

La historia de Costa sirve para entender las dificultades de las personas que sobreviven en la calle o en una infravivienda cuando la salud no acompaña. Según Arrels, que ha presentado el primer monográfico de salud que ha hecho de la población sin hogar de la ciudad, estas personas deben pasar del hospital a la calle por la falta de centros de convalecencia adaptados a las necesidades y características de este colectivo . De hecho, el centro hospitalario no ofreció ninguna plaza a un 17% de los ingresados ​​que comunicaron su situación callejera, y sólo a un 13% se les planteó una alternativa.

A menudo el problema radica en que los propios sinhogar evitan dar explicaciones sobre su vida y entonces no se activan los servicios sociales hospitalarios. En la calle se hace difícil la recuperación y el seguimiento de una medicación y, por tanto, es más fácil que haya reingresos y que la salud física y mental también se resienta, ha afirmado Beatriu Bilbeny, médico de familia en el EAP Raval Sud y miembro de la junta directiva del Colegio de Médicos de Barcelona, ​​que reclama unos servicios más flexibles. "Se dan altas a las dos de la madrugada, ya veces estas personas se marchan de urgencias porque deben ir a un comedor a comer para que cierran", detalló.

Cargando
No hay anuncios

También se complica el control médico por el miedo y las reticencias a tener contacto con el sistema sanitario. En este sentido, una cuarta parte de las personas sin hogar no tienen cobertura médica pública, un porcentaje que se va reduciendo con los años, y algunos tampoco saben que tienen derecho a la asistencia de urgencias ni tienen dinero para pagar los medicamentos prescritos.

Cargando
No hay anuncios

El riesgo de las mujeres

Según la nueva directora de la Fundación Arrels, Beatriz Fernández, las personas sin hogar tienen una autopercepción de la salud muy baja y un 42% la califica de negativa, por el 18% de media de los barceloneses. La dureza de la calle y la violencia (golpes, palizas), así como los trastornos mentales, la adicción a alcohol o las drogas o una enfermedad crónica desatendida, aumentan la posibilidad de morir prematuramente. De hecho, los hombres sin hogar viven en promedio unos 25 años menos que la media general; en el caso de mujeres, la brecha supone unos 41 años.

Cargando
No hay anuncios

Aurelio, de 46 años, sufre un dolor crónico. "Me deja baldado desde la columna vertebral hasta aquí", explica señalando la punta de una uña de la mano. Cuando le dieron el alta después de haber sido ingresado, regresó al portal donde pasa las noches, porque la alternativa de ir a un alojamiento temporal, afirma, no le soluciona el problema. "Para estar unos días solo no me vale la pena. ¿Qué hago con mis cosas? ¿Perderlas?", se pregunta, sentado en el centro abierto de Arrels, en el barrio del Raval. Cada día debe pincharse un potente antiinflamatorio y tomar incluso morfina, pero admite que ha olvidado acudir a las visitas de control.

Bilbeny explica que a las personas sin hogar les cuesta mucho ir al médico y que generalmente sólo acuden cuando "tienen una limitación para la movilidad o mucho dolor", que les impide poder hacer la ruta diaria para sobrevivir: duchas , comidas y ropa, servicios que a menudo se encuentran a kilómetros de distancia. Por el contrario, desatienden a las enfermedades crónicas o metabólicas que no causan dolor –como la diabetes o la hipertensión.