Sinhogarismo

"He estado más de dos meses haciendo quimioterapia y durmiendo en la calle"

El Ayuntamiento de Barcelona ofrece un alojamiento temporal a un hombre con cáncer de colon que se quedó sin trabajo y sin techo

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Yassin El Yakoubi poniendo a la capilla de la Piedad de la iglesia de Santa Anna de Barcelona, donde recibe ayuda.

BarcelonaA Yassin el Yakoubi le diagnosticaron un cáncer y seis sesiones de quimioterapia. Las primeras cinco las ha pasado sobreviviendo en la calle y confía en que cuando le toque la última la próxima semana todavía tenga plaza en la pensión que le paga desde viernes el Ayuntamiento de Barcelona, después de conocer su dramática situación por una información de Eldiario. En un principio, el consistorio se comprometió a costearle tres días de techo que se acaban este martes, pero finalmente serán unos cuantos más. "Yo quería una cama para dormir porque después de la quimio se hacía duro volver a la escalera", explica este hombre natural de la localidad marroquí de Tetuán, de 38 años, que llegó a Barcelona hace nueve meses.

El Yakoubi trabajaba lavando platos en un restaurante de Castelldefels, sin contrato porque la ley de extranjería obliga a los migrantes no comunitarios a estar tres años en situación irregular antes de poder iniciar los trámites de arraigo. A pesar de la precariedad, parecía que le iba bien ya que vivía con su hermana y su "sueño" de "ganar dinero" se estaba cumpliendo. Todo se torció, sin embargo, en noviembre, cuando después de días de malestar, un "dolor de tripa muy fuerte" le hizo ir a urgencias, donde le dieron el fatídico diagnóstico de cáncer de colon. Allá mismo le operaron para colocarle una bolsa exterior para recoger los excrementos, y posteriormente empezó con la quimioterapia. El cáncer le hizo perder el trabajo y se tuvo que buscar la vida para poder tener un lugar de dormir decente por la imposibilidad de poder continuar con su hermana.

Sin hambre

Cuando sale de la quimio, explica que le duelen los dedos, o la garganta cuando toma algún líquido frío, y se siente fatigado. Pero, sin alternativa, dice que pasaba por el supermercado para comprar un poco de agua y algún alimento suave que pudiera digerir sin problemas. "No tengo mucha hambre, pero los médicos me dicen que me tengo que cuidar", relata con el castellano precario con el que se hace entender. Para no estar al raso encontró cobijo en un edificio de Montjuic, escondido detrás de la escalera, donde pasaba desapercibido porque –apunta– los vecinos entran y salen por el ascensor y su lugar quedaba totalmente escondido. "Siempre intentaba dejarlo todo limpio, escondiendo los cartones, y cuando se hacía de día me iba", afirma. El único confort que tenía eran los cartones y unas mantas para abrigarse.

Había intentado encontrar refugio y hace tres meses fue al Saier, el servicio municipal de atención a los inmigrantes y refugiados, y a la Cruz Roja, pero no consiguió nada más que una tarjeta monedero con la que poder comprar comida. No fue hasta hace un par de semanas que un amigo le dirigió a la iglesia de Santa Anna, un centro de atención a las personas sin hogar en el centro de Barcelona. En la entrevista que se hace a los nuevos usuarios, El Yakoubi explicó su caso a Montse, la voluntaria que la estaba atendiendo y que no se lo podía creer: los dos comparten diagnóstico de cáncer e incluso el número de sesiones de quimio, así que le es imposible no compararse. Montse no se sorprende de la resistencia del hombre porque cada día ve a gente sintecho soportando situaciones duras, pero subraya que "no se queja" ni de los efectos secundarios del tratamiento ni de tener que ir con la bolsa enganchada en la barriga, que tiene que mantener en buenas condiciones higiénicas para evitar infecciones. "La calle no es un lugar para un enfermo de cáncer", afirma.

Enfermedades de la miseria

El hombre se siente agradecido del trato sanitario y de tener una cama. "Es un lugar calentito, limpio, mejor que la calle, y puedo estar descansando durante todo el día", afirma. Para comer y cenar va cada día al comedor que se instala alrededor del claustro de la iglesia con unas cuantas estufas de butano para intentar paliar la fría temperatura de estos días de invierno.

El de Yakoubi es un caso extremo pero no único, que pone sobre la mesa la "desprotección" de este colectivo por "la falta de una coordinación entre los servicios sanitarios y sociales y la falta de recursos sociosanitarios", explica Marta Maynou, directora del programa de acogida de la Fundació Arrels, la entidad referente en la atención al sinhogarismo. 

Maynou insiste que sobrevivir en la calle es duro y "deteriora" el estado de salud –física y mental– de las personas que lo tienen que hacer. En el hospital de campaña de Santa Anna médicos y enfermeras jubilados también hacen una asistencia sanitaria básica y, en caso de detectar alguna patología más grave o que el usuario necesite una prueba, se le deriva a un CAP o a un hospital, pese a que, que puedan seguir un tratamiento estricto o una dieta concreta es prácticamente una quimera, dice la responsable de Arrels. "Aquí encontramos enfermedades de miseria, como la sarna y hongos", expone Albert Vives Julines, uno de los doctores del ONG Salut Sense Sostre.

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