La pandemia empuja a más familias a compartir la vivienda
Una encuesta municipal calcula que 75.000 personas cohabitan con gente ajena a su núcleo, un 4,2% del censo
BarcelonaLos Naciri conviven con otra familia en un piso del Raval. A la fuerza y para compartir gastos que de otra manera no podrían asumir. En total son nueve personas obligadas por las circunstancias de pobreza a vivir bajo un mismo techo a pesar de que no tienen nada en común y no se conocían hasta que unos compatriotas marroquíes los presentaron porque pensaron que los dos núcleos juntos lo tendrían más fácil para sobrevivir a los gastos cotidianos que ahogan sus economías domésticas. Como los Naciri, hay unas 75.000 personas –el equivalente a la población de Manresa o Rubí, por ejemplo– que se ven obligadas a este multihogarismo, el nombre académico de esta modalidad que ya no es solo una salida para estudiantes, sino que se ha convertido en el refugio de cada vez más barceloneses hasta llegar al 4,2% del censo. Los datos se extraen de la Encuesta Sociodemográfica de Barcelona, que radiografía las condiciones de vida de los barceloneses y estima que de 2017 a 2021, con la pandemia por el medio, la cohabitación forzosa creció casi un punto y se sitúa ahora en el 3,5% del parque de viviendas.
Si el hecho de compartir era básicamente sinónimo de universitarios llegados de otras ciudades o de grupos de amigos que se independizaban, la situación ha cambiado en los últimos tiempos debido al incremento disparado de los precios de los alquileres de los pisos –que han hecho de Barcelona una de las ciudades más caras del Estado–, la falta estructural e histórica de vivienda social y la crisis económica, agravada por la pandemia, que ha hundido en el pozo de la pobreza a trabajadores no calificados, personas mayores, madres con hijos menores a cargo y extranjeros, sobre todo los que tienen su situación irregular. Es el caso de los Naciri, que llegaron del campo marroquí en 2019 sin papeles y que, a pesar de que disponían de unos ahorros "por el trabajo de toda la vida" y la posibilidad de trabajar en un negocio de un familiar, no encontraron ninguna inmobiliaria que les quisiera alquilar ningún espacio. La única solución, pues, fue la de meterse los cuatro miembros en una habitación del piso donde vive la familia de acogida.
El multihogarismo es un ejemplo más de lo que la antigua síndica de Barcelona bautizó como el "sinhogarismo oculto", porque a pesar de que hay un techo para guarecerse, no se dan las condiciones dignas mínimas para vivir en familia, puesto que la convivencia en un espacio pequeño dificulta la intimidad para los dos núcleos. En mitad de estos pisos con convivencia múltiple viven dos núcleos, medio punto más que hace cuatro años, mientras que para los pisos donde hay tres o más la cifra se mantiene estable, alrededor del 1,4%.
Ciutat Vella, el que más
Según la Encuesta, Ciutat Vella es el distrito con más cohabitación de familias sin vínculos afectivos, con el 8%, una cifra que más que duplica el 3,5% de media de la ciudad. También por encima se sitúan el rico Sarrià-Sant Gervasi (4,5%) y Sant Martí (3,9%), mientras que Sant Andreu es el distrito que menos multihogarismo presenta, con el 1% del parque de vivienda.
Menos viviendas vacías
En relación con la vivienda, la encuesta también recoge que los pisos vacíos o destinados a usos no residenciales se han reducido en un 7,2% desde 2017, una cifra que coincide con el aumento del 6% de los residentes, hasta situarse en más de 1,7 millones de personas. De media, en cada vivienda conviven 2,4 personas, según los datos del Ayuntamiento, que también señalan que ha habido una ligera disminución de los hogares monoparentales y un 3,4% menos de unipersonales.