Pobreza

La pobreza extrema se triplica en Cataluña en 15 años

Un informe corrobora que ni el trabajo ni las prestaciones sociales son garantía de salir de la marginalidad

BarcelonaLa pobreza extrema se ha triplicado en Catalunya en los últimos quince años, un período en el que la suma de crisis financiera y la pandemia ha tensado las costuras del sistema de protección. La crisis del 2008 hundió económicamente a muchas familias que no se han podido recuperar y, finalmente, el estallido de la pandemia ha acabado arrastrando a las que estaban en un punto crítico y no han podido pagar los precios desorbitados de la vivienda. Según las estimaciones de la federación ECAS (Entidades de Acción Social de Catalunya), unos 700.000 catalanes viven en riesgo de exclusión. La cifra representa un 8,8 por ciento de la población, mientras que en 2008 la proporción era del 3,2 por ciento, aproximadamente unas 240.000 personas, según los datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat).

ECAS publica su nueva radiografía de la pobreza diez años después de realizar la primera inaugurando la serie periódica de los informes INSOCAT, y la imagen que sale no puede ser más decepcionante: “Catalunya es hoy una sociedad más desigual que nunca” , dice Marta García, del consejo asesor del informe, que subraya que uno de cada cuatro catalanes –unos dos millones de personas, el 25%– es pobre.

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Este porcentaje se ha mantenido casi invariable durante la última década, ha destacado Quim Brugué, profesor de la Universidad de Girona y uno de los autores del INSOCAT. "La pobreza se enquista, y se demuestra que ni la recuperación económica ni las prestaciones públicas son capaces de revertir o mejorar la situación", ha dicho a la presentación del informe ante representantes de la Generalitat y de entidades del tercero sector, que han ayudado a poner rostro en la pobreza.

Una de estas caras es la de Víctor, que a los 65 años vende pañuelos en una calle del centro de Barcelona. No quiere ser identificado porque algunos de sus vecinos y su hijo no saben que debe pedir dinero para poder comer. En los últimos años de su vida activa estuvo de baja médica, y explica que la pensión “se ha quedado tan corta” que le echaron del piso alquilado. Ahora realquila una habitación, pero ha estado en albergues y casas de amigos. “Me da vergüenza decirlo, pero soy pobre, muy pobre”.

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Sin carne ni pescado

Partiendo del AROPE, el indicador internacional que define y fija la frontera de la pobreza, este hombre estaría dentro del grupo de pobreza extrema, que lo forman personas viven fuera de los estándares de lo que se considera “una vida digna”, apunta García . Este índice marca las privaciones materiales que sufre la población. En el caso catalán, las carencias más habituales son: no poder hacer frente al coste de un imprevisto o hacer al menos una semana de vacaciones al año. Ahora bien, los indicadores que más se disparan en estos quince años son: las personas que no pueden comer al menos dos veces por semana carne o pescado, que han pasado del 1% al 5%, y los gastos relacionados con la vivienda. Así, las personas que deben retrasar el pago de alquileres o hipotecas han pasado de casi el 8% al 12%, y las que no pueden mantener la temperatura adecuada de la vivienda, del 5% al ​​20%.

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El informe advierte de las debilidades del sistema de protección social y señala la ineficacia de las políticas y las inversiones en la lucha contra la pobreza. Porque el gran abanico de ayudas económicas no está ayudando a sacar de la exclusión el grueso de personas en esta situación, porque muchas veces no cumplen los requisitos que marca la propia administración para poder recibir las prestaciones (extranjeros sin permiso de residencia, por ejemplo) o, sencillamente, porque están muy atomizadas y no van al fondo del problema. En estos quince años que analiza el estudio, se han sucedido la crisis financiera y la de la cóvida y, además, ha habido una escalada del coste de la vida y del precio de la vivienda que ha empujado a mucha gente a malvivir bajo el umbral de la pobreza.

A diferencia de lo que ocurría hace décadas, la pobreza ya no se limita sólo a afectar a quienes no tienen trabajo. Un 10% de los trabajadores catalanes son pobres, porque el "mercado laboral se ha recuperado desde la precarización" y tener un sueldo ya no es garantía alguna de una vida digna, señalan los autores del informe. Según los datos, la pobreza se ceba sobre todo entre las mujeres, las criaturas y los extranjeros extracomunitarios, colectivos que sobrepasan con creces la media de todos los índices.

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A doce días de las elecciones, ECAS reclama que se pongan en el centro de la acción del Gobierno, se impulsen medidas universales para no dejar a nadie fuera de servicios y derechos básicos, lo que supone el acceso directo a la marginalidad social, así como hacer políticas reactivas y no paliativas, que puedan transformar a la sociedad en una comunidad más igualitaria, señala Brugué.