“Tenemos que hacer esfuerzos enormes para conseguir pequeños adelantos”

La Escola El Pla de Salt, con un 1% de los alumnos de origen catalán, combina talleres y proyectos educativos para enseñar la lengua

SaltHaytamo, Kanda, Fatimata y Dylan cursan primero de primaria en la Escola El Pla de Salt. Son las doce y media del mediodía del viernes y es la hora de los juegos lingüísticos: los maestros del colegio han fabricado ellos mismos toda una serie de actividades lúdicas para enseñar el catalán de manera divertida y distendida. Los alumnos están divididos en pequeños grupos, y estos cuatro niños juegan al Matamosques, que consiste en cazar dibujos de diferentes objetos y animales, que después tienen que colocar en el bote correspondiente: todos están forrados de colores diferentes y cada uno representa una letra del abecedario. “¿Qué es esto?”, pregunta la tutora, Ariadna Pou. “Un queso”, responde Haytamo, que, a continuación, lo coloca en el bote de la letra efe (de formatge, en catalán). En este centro público de infantil y primaria el 99% de las familias de los alumnos no son de origen catalán, y los maestros tienen que “remar el triple” para garantizar que todos los estudiantes acaben sexto de primaria con el dominio curricular de la lengua. “Tenemos que hacer esfuerzos enormes para conseguir pequeños adelantos, pero estos adelantos para nosotros son grandes victorias”, dice el jefe de estudios, David Mena. 

En Salt, los ocho centros educativos públicos que hay en el municipio son de máxima complejidad, con una profunda segregación escolar: mientras que en las escuelas concertadas más del 80% de los alumnos son de origen catalán, en las públicas el porcentaje se invierte. En el caso del Pla, el perfil de los niños es muy diverso: “Son muy intensos emocionalmente y tienen mochilas impropias en alumnos de su edad. Muchos en casa viven situaciones complicadas, con mucho riesgo de exclusión social y mucha vulnerabilidad. Pero también son muy próximos, y las familias son muy y muy agradecidas”, coinciden la directora, Cristina Riu; la tutora del aula de acogida, Paula Martos; el coordinador del proyecto lingüístico, Guillem Torres, y David Mena. Para ellos, el centro “no solo es una escuela”: “Somos la familia del Pla. Los padres y las madres tienen una confianza plena en nosotros y siempre nos apoyan. Y el hecho de que tengas que hablar de temas muy delicados y complejos crea un vínculo muy estrecho”.

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El catalán es la lengua vehicular y tienen diferentes proyectos para garantizar su aprendizaje: es una herramienta fundamental de cohesión social y de integración. Cada día, las dos primeras horas de clase las dedican a trabajar las áreas más estructurales del currículum escolar de catalán, matemáticas, castellano e inglés. El resto de la jornada cambian de metodología para impartir las materias desde otras vertientes: trabajan por espacios, con actividades vivenciales, donde la interacción y el trabajo cooperativo son “de vital importancia”. “Las primeras horas las dedicamos a la gramática, la comprensión lectora, el vocabulario… Pero después el maestro ya no es el protagonista, sino que lo son los niños”, explican los docentes. 

Paralelamente, de P3 a sexto imparten talleres enfocados a evaluar y reforzar la comprensión lectora, la escritura y la expresión oral. Por un lado, fueron el primer centro que aplicó el proyecto Escoltem com Parlen, que evalúa el comportamiento lingüístico de los estudiantes para marcar hitos lingüísticos personalizados. Así mismo, imparten los talleres Ilec, centrados en la comprensión lectora y que distribuyen a lo largo de los cursos con diferentes estrategias secuenciadas y acumulativas. Para mejorar la ortografía, aplican el método Gabarró, que utiliza técnicas de memoria visual, y cada trimestre hacen la prueba Teberosky para evaluar en qué momento de aprendizaje de la escritura está cada niño. Para acabar, tanto en el ciclo infantil como el inicial utilizan los juegos de conciencia fonológica para ampliar el vocabulario y mejorar la oralidad. "Son niños que solo sienten el catalán en la escuela, somos el único referente que tienen", recuerdan. 

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Otra pieza fundamental del aprendizaje del catalán es el aula de acogida, destinada a los alumnos de entre tercero y sexto. Los que tienen lenguas maternas románicas pueden utilizar el recurso 24 meses, y los de lenguas no románicas, 36. Pero el problema es que este tiempo es insuficiente y que, además, si el alumno se marcha a medio curso, después cuando vuelve ya no puede utilizarlo porque continúan contando los días transcurridos aunque no se hayan usado. “Nos pasa con muchos alumnos, y a veces han venido solo una semana, se marchan y vuelven al cabo de tres años. No saben nada de catalán, pero ya no pueden ir al aula de acogida”, lamenta la directora. La dotación del departamento de Educación para este servicio depende del número de niños que lo requieran, y este perfil de estudiantes no queda incluido, a pesar de que lo necesita. Y esto ha empeorado con la pandemia: durante los confinamientos ha continuado contando el tiempo, a pesar de que no se han podido hacer las clases. 

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De hecho, hasta la llegada del coronavirus cada año habían mejorado los registros de sus alumnos, pero ahora han notado un frenazo, fruto de las dificultades que han comportado las restricciones. Si todos los centros educativos se han visto afectados por el covid, en los de máxima complejidad todavía lo han sufrido más. Los maestros del Pla, por ejemplo, tuvieron que ir a ver a cada una de las familias porque la mayoría no tienen internet y muchas no tenían ni las necesidades básicas cubiertas. “Algunas no tenían ni luz, ni agua, ni comida. Pusimos dinero entre todos para hacer lotes de alimentos semanales, y los íbamos repartiendo con dossieres para que pudieran trabajar. Algunos no tenían ni lápiz ni goma, y también hicimos lotes de material”, explican. 

Riu, que es el cuarto curso que es directora, recalca que trabajar en Salt en una escuela de máxima complejidad “tiene que ser vocacional”. “Los maestros son personas extremadamente entregadas, que hacen muchas más horas y no solo hacen de docentes. No todo el mundo sirve para trabajar aquí, porque la carga emocional y social es muy fuerte”. Todo un esfuerzo ingente que defienden cada día desde las aulas para garantizar, en palabras de Torres, que “todos los alumnos del Pla tengan las mismas oportunidades de estudiar ESO o bachillerato que cualquier hijo de Girona”.

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